*Prefacio*

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Caían cenizas del cielo.


Eran blancos e inertes copos de cenizas. Deslumbrantes y puros. Eran delicados pétalos, la creación y la destrucción. A sus pies, el mundo se despedazaba al ritmo de su calmado corazón, con la misma facilidad en que se desgarra un añejo pedazo de tela, fibra por fibra. Por sobre su cabeza, se extendía un infinito jardín de colchones de lilas que están enraizadas a un ovalado techo. El dulce aroma hacía cosquillear las aletas de su nariz. La hacía preguntarse si aún era ella misma. Sus pies avanzaron guiados por una voz ajena y a la vez suya, por un hilo invisible que los impulsaba a terminar el corredor. El cuerpo de la joven parecía moverse en base a una memoria propia, sus pies ya reconocían el camino. No era la primera vez que recorría aquel jardín, pero sería la última.

El péndulo estaba por terminar, no quedan más oscilaciones. "El Sueño debe terminar". Aquellas palabras no dejaban de cesar en su mente, provenientes de una voz ahogada en el tiempo. Masculina, ronca y olvidada. De a poco, todo a su alrededor se sumió en un blanco infinito y puro, quedando en el olvido el aroma a barro, lilas y a vida. Observó una última vez el camino recorrido, pero solo quedaba una sombra difusa, sin identidad ni forma. No la reconocía. Al llegar al final del camino, el túnel se dividió en dos caminos. Sabía cuál debía escoger. Oyó un susurro a lo lejos. No debía voltear. Cerró los ojos y prosiguió su camino, dejando de escuchar la infantil risa. –No debes voltear-.El mundo que permaneció atrás suyo, a segundos de desmoronarse, se sumió en gritos de infante, tan desgarradores que le oprimieron el corazón. Respiró profundamente, formulando un "lo siento " en sus labios. Sin titubear, se introdujo al olvido.


"Astrea, la conciencia es la presencia de Dios en cada hombre. Es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo. La vida, al final del túnel, es un mero sueño. Una ilusión, una ficción. Sabes perfectamente lo que deseo encontrar al final del Jardín".


Oyó un suave chasquido, como si unas manos estuvieran desgarrando un trozo viejo de tela. Luego el silencio. Se sintió como si hubiera sido lanzada a la tierra con fuerza. Mareada, puso los pies sobre la tierra. Se encontraba rodeada por un vacio absoluto. Una cavidad que resguardaba la nada. Su corazón latía fuertemente y su piel cosquillaba. El techo se quebrantó delicadamente. A su alrededor, a unos pasos de distancia, se formó un remolino de cenizas. Blancos, puros, delicados. Bajaban danzando como ínfimas mariposas a la tierra. Admiró la escena que sucedía sin sentir temor ni intriga. Tuvo un par de segundos antes de que el suelo lentamente se deshiciera bajo sus pies.


"El sueño debe terminar".


Creía oír una melodía, un arpa besaba al silencio y se fundía en medio de la nieve de cenizas. Era hora. Podía ver frente a sus ojos el mundo que nunca duerme. Abandonó el blanco de sus muros silenciosos.

Una manta de estrellas cubría el cielo. Eran tan brillantes que le cegaban la vista. Sintió su pecho oprimirse. En tiempos pasados, habían caminado juntos por la tierra. Cada estrella tenía su historia, seguida por una muerte horripilante. Estaban brillando ahora, lejos de aquí. Sonrió hacia el cielo. Sabía que faltaba poco para ascender. –El sueño debe terminar-.

A sus espaldas oyó una voz infantil, lo suficientemente clara y familiar para hacer que todo se removiera en su interior. Sin ser necesario voltear para corroborarlo, lo sabía. Podía ver su rostro. Esos ojos que solía contemplar cada noche. Él estaba jugando con ella. Sabía cómo desmoronarla. Se mordió el labio inferior fuertemente hasta que sintió el sabor metálico de su propia sangre. -"Lo siento, Ollie"-. Introdujo sus pies en el negro lago, observando hacia el horizonte. No la encontraría ahora, no dejaría que lo hiciera.


"Lo divino siempre estuvo en nuestra mente. Eres el instrumento perfecto, me servirás para borrar todo".


En sus manos, sentía el tiempo pasar pesadamente. Recorría cada dedo, cada hueco de sus extremidades. Su cabeza ardía. Un velo de hierro le impedía ver con claridad. Creía observar un rostro, un poco difuso, y en su mente nadaban unas vagas palabras. -Era el fin-. Su cuerpo levitaba en la nada. No sentía el contacto del agua en su piel, dormida y sin vida. Por más que intentara ordenarle a su pierna que hiciera el más mínimo movimiento, ésta continuaba inmóvil. Una lágrima recorrió su mejilla. No obstante, no la sentía. En realidad, no creía recordar si el contacto en su piel conllevaba una reacción, o un sentimiento. La lágrima cayó, abandonando su cara. Ya era tarde, ya no podía volver a despertar.

Unos ojos castaños estaban posados sobre ella. "Te has convertido en mi maravillosa estrella". Aquellas palabras volaban con gracia por la habitación. Pensaba que nunca había contemplado ojos más vacíos que aquellos, le parecían que eran una cámara obscura que avecina el fin. Con suma delicadeza, el hombre llevó su mano al rostro inerte de la joven que yacía en la única cama del cuarto, y limpió la lágrima. La joven vio una mano de hombre tocar su piel. No la sentía. No sentía su calidez o frío, ni un cosquilleo en su rostro. Unos ojos castaños se posaron en el cuerpo que yacía recostado. Y bastó con encontrarse con aquella mirada un segundo para que su cuerpo se helara por completo. -Eran sus ojos-. Estaban muertos, pensó. El rostro del hombre la observaba con admiración, a la vez que acariciaba el rostro de la joven con suavidad. En el fondo, se lamentaba tener a una criatura tan extraordinaria encerrada en aquella habitación. Sobre todo después de tantos años.


-"Fui la herramienta que llevó al mundo a su fin. Pero solo era una caja vacía, como el mundo en sí"-. El hombre acarició su frente, con una leve y extraña sonrisa satisfecha marcada en sus labios. Sus ojos se escondían tras el reflejo de la luz blanquecina brillando en sus lentes. Nuevamente, la chica se sumió en un pesado sueño. Era como una caída infinita.


"Tus recuerdos son el primer paso hacia la verdadera y divina consciencia, y eso solo va de la mano de tú destrucción".


-Estás en las puertas de la muerte, atrapado conmigo.-Susurró la chica repentinamente. La silueta del hombre, quien se dirigía hacia la puerta, se detuvo abruptamente, sin girarse hacia el cuerpo inerte de la chica. Ella no pudo ver cómo su rostro se torció en una mueca de horror.-Dime ahora, ¿qué es lo que vas a hacer? ¿Quién eres tú sino una ínfima parte de todo el mundo?

Como si fuese una pluma, su mente y cuerpo se desvaneció. La lentitud del tiempo acabó, y se sumergió en un mar perenne. Y mientras caía, pudo apreciar su rostro. Aquellos ojos oscuros, en un rostro que batalló contra el paso de los años. Ya no había admiración en su mirada. No, ahora era terror e incomprensión, y supo que el fin había comenzado.

Se giró lentamente sobre sus tobillos, y mientras sentía la suave fuga del aire huir abruptamente desde sus pulmones, el mundo a sus ojos se sumió en un punto oscuro. Había una escalera de mármol en forma de caracol al fondo del salón. Una luz la invitaba a seguir caminando. Había cambiado muchas veces antes de llegar. Pero el camino seguía siendo el mismo, seguía recordándolo.




Si tan solo pudiera despertar una vez más, y volver a empezar. 

Recuerdos de un Andante #PremiosLion2017#StarsAwards #PremiosParati2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora