Capítulo 5: Love me tender

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Con el torso de Orpheo cubierto, todo era más fácil. Muchas mujeres habrían aprovechado aquel cuerpo para satisfacer sus necesidades físicas. ¿Era normal? Para ellas, sí. ¿Era correcto? No para Karen, por mucho que intentaran convencerla de lo contrario. Realmente, esperaba que ese hombre pudiera demostrarle que era algo más que una cara bonita y una voz excepcional.

La habitación tenía una especie de living, separado por un arco de la cama y un par de muebles cuya utilidad Karen desconocía. La invitó a sentarse en una silla de mullido asiento, frente a una mesa redonda para dos. Mientras, se dirigió a un frigobar, inspeccionando su contenido.

—¿Qué deseas beber?—le consultó, sin mirarla.

—Mmm—meditó un segundo—. ¿Agua?

La respuesta provocó que él se diera vuelta para mirarla, divertido y con una ceja enarcada. Que no estuviera cómoda con su sexualidad, lo podía entender, pero ¿tampoco bebía alcohol?

—Los gastos están todos cubiertos, no debes hacerte problema por eso —le informó, tanteando el terreno—. En serio, pide lo que quieras.

Le guiñó el ojo y Karen le sonrió, un poco avergonzada. Estaba acostumbrada a pagar por todo y, como no era precisamente rica, medía mucho cuánto gastaba cada vez que salía.

—Ya tomé suficiente alcohol hoy y tengo sed —le explicó.

—De acuerdo —respondió, antes de agarrar lo que le pidió.

Un momento después, ya lo tenía sentado frente a ella. Se había servido lo mismo que ella y eso le llamó la atención.

—¿No te permiten tomar otra cosa? —quiso saber.

—Estamos limitados, pero no tanto —respondió, luego de soltar una breve carcajada—. Yo también tomé suficiente por hoy. Aunque, si quisieras compartir alguna bebida, no voy a negártelo. Estoy para complacerte.

Levantó su copa y la chocó con la de la mujer en ese extraño brindis. Ella tuvo que admitir que sonreía de una forma demasiado perfecta y compradora. Cerró los ojos al sentir el fresco líquido correr por su garganta y, de paso, huir de las vistas por un instante. Realmente, lo necesitaba. Suspiró.

—Cuéntame, Orpheo, ¿dónde has aprendido a cantar? ¿Era una materia en la Escuela?

Desvió la mirada hacia punto detrás de ella, pero parecía estar muy lejos de allí. Era un tema que le traía recuerdos a los que no estaba seguro de si quería volver.

—Estrictamente, nadie me enseñó. Me nace hacerlo y ya —contestó, un par de segundos después—. Pero, creo que debo agradecérselo a papá. En la Escuela, le daban más importancia a otras cosas, tú sabes. Cosas más útiles.

De nuevo, Karen bajó la vista. No podía sostenerle la mirada más que un par de segundos. Era frustrante... Y lo peor era que se daba cuenta de que su acompañante lo encontraba muy divertido. De hecho, tenía la sensación de que se estaba riendo de ella, prácticamente desde que entró con todos sus grandes aires a la habitación. A menos hasta que tuvo el gesto de cubrirle el cuerpo en lugar de consumirlo. Eso pareció quebrarle un poco el personaje.

—¿Ninguna profesora? —le preguntó, sorprendida.

Él se limitó a negar y esbozar una media sonrisa, orgulloso de sí mismo. "Ah, seguro que te crees muy especial, muchacho engreído", pensó, "pues en mi terreno no, corazón". Si bien era obvio que tenía un talento natural, decidió jugar un poco con él, aprovechando el único tema en el que sabía que estaba por encima de él. No le sorprendía que no tuviera formación, sino que hubiera llegado a montar su propio show sin tenerla. Sí, escucharlo le había alborotado hasta las entrañas, pero él no tenía por qué saberlo y ya era hora de que se invirtieran los roles en ese encuentro.

Contrabando De Gigolós (#HES 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora