I. Detén mi mundo.

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La repentina voz de una mujer resonó a través de los altavoces del aeropuerto sobresaltando a cierto peliceleste, quien en ese momento se encontraba parado entre una gran multitud de personas apostadas detrás de la línea de desembarque y sujetando letreros donde ponían el nombre de las personas a las que esperaban.

—Atención, por favor. Los pasajeros del vuelo número 210 procedentes de Londres, Inglaterra, se encuentran ingresando a través de la puerta de desembarque A17. Repito, los pasajeros del vuelo... —decía la mujer del altavoz.

Los nervios del azulino se intensificaron, no podía creer que por fin volvería a ver a su mejor amigo después de tres años de dolorosa separación. Temblando de emoción apretó con más ímpetu el cartel que ponía "Akabane Karma" con letras grandes y claras y lo alzó por sobre su cabeza mientras se paraba de puntitas. El peliceleste era tan bajito que se perdía entre la multitud de personas allí presentes. En tres años sólo había crecido un centímetro, lo cual, para su metro cincuenta y nueve, era casi nada.

Maldiciendo su altura trató de acercarse más hacia el frente. Sin embargo, no pudo avanzar mucho gracias a la muralla de cuerpos en frente suyo. Esperaba que Karma pudiera verlo entre tantas personas, no sabría qué haría si no lograba encontrar al pelirrojo. Aunque Karma era bastante alto en secundaria, no dudaba que el ojidorado haya crecido un poco más durante todo ese tiempo.

La emoción y el miedo que sentía recorrer su cuerpo iba en aumento. ¿Qué si Karma había cambiado tanto que ya no podría reconocerlo? ¿Qué si el pelirrojo se decepcionaba de él al verlo? ¿Qué si ya no quería ser su amigo? ¿Qué si lo odiaba? Esas y muchas preguntas más vinieron a la mente del ojizarco, torturándolo con pensamientos negativos e ideas descabelladas de las posibles reacciones del contrario, donde todas y cada una de las escenas terminaban con el celeste con el corazón roto.

Porque sí, él se había enamorado de su mejor amigo desde el primer momento que lo vió, él se había enamorado del bravucón de la escuela, se había enamorado de Akabane Karma, un chico tan brutal y sádico como el mismo demonio, así como también tierno y amable, tan lindo y considerado con él... Incluso después de seis años el pequeño seguía loca e irremediablemente enamorado de aquel demonio de cabellos rojos y sonrisa burlona.

Todavía podía recordar aquel día de Marzo cuando el pelirrojo le dijo que tenía que irse. Aquel había sido el primero de muchos días tristes sin su amado demonio. Después de su graduación de secundaria tenía pensado confesarse a su platónico, pero nada salió como tenía planeado.

***

La ceremonia había acabado. Los jóvenes se encontraban con sus familias recibiendo besos y abrazos con palabras de felicitación y ánimos. Nagisa, en cambio, se encontraba buscando a Karma por todo el edificio, pues una vez que la ceremonia hubo acabado el susodicho había desaparecido sin decir palabra. Sabía también que los padres de su amado pelirrojo no habían asistido a la ceremonia puesto que se la pasaban trabajando las 24 horas del día, casi los 365 días del año. Ellos eran importantes empresarios, de una familia altamente reconocida en todo Japón y en el resto del mundo. Por tantos años que había estado con Karma había aprendido que sus padres eran personas serias que se tomaban el trabajo aún más en serio, tanto que asistir a una simple ceremonia de graduación era una pérdida de tiempo. Karma no lo demostraba, pero Nagisa sabía que aquello le dolía mucho, y él odiaba verlo sufrir por ellos.

Llegó a su, hasta hace un día atrás, salón de clase y abrió la puerta, encontrándose con el pelirrojo parado frente a una de las grandes ventanas. Miraba hacia afuera, con la cabeza apoyada sobre su mano derecha y una profunda mirada de melancolía posada sobre su perfecto rostro.

Quédate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora