VII. Declaración de Guerra.

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Poco después de que Baldassare y Rio desaparecieron por la puerta en la que habían accedido a la "zona exclusiva", como lo había llamado la rubia, Yuuma trajo los platillos y las bebidas que cada quien había pedido. ¡Y enhorabuena! Pues el ambiente que dominaba el rincón en el que los tres estaban sentados era densa, oscura y pesada.

La incomodidad que los rodeaba se volvía cada vez más obvia y Nagisa comenzaba a creer que había sido una verdadera idiotez de su parte haber traído consigo a Koro, pero simplemente fue incapaz de negarse una vez que el pelinegro comenzó a insistir para llevarlo al aeropuerto. Nagisa conocía muy bien el grado de terquedad que poseía Koro, que bien podía ser tan infantil como para armarle una verdadera rabieta en público o tan serio y frío como un tempano de hielo, y una vez que éste se proponía algo, no descansaba hasta conseguirlo. Así que, queriendo evitar la revolución que le hubiese armado el pelinegro si no accedía, decidió sacarle con el gusto. No midió las consecuencias que su decisión podría ocasionar, mucho menos se le pasó por la cabeza cuán incómodo sería para los tres estar reunidos en el mismo espacio. Pero ya era tarde para eso, no le quedaba más remedio que sobrellevar la situación lo mejor posible y evitar darse golpes en la cabeza por ser tan tonto. No obstante, Nagisa deseaba que Koro y Karma se llevasen bien. Ambos eran una parte importante en su vida y no había nada mejor para Nagisa que Koro y Karma pudiesen ser amigos. ¡Cuán equivocado estaba! Debía hacer algo pronto para mejorar la situación o las cosas terminarían algo feas por allí.

Por otra parte, Karma miraba con no poco recelo su plato. Debía admitir que el olor y la presentación de los platillos era excelente, la comida se veía exquisita y su hambre traicionera, que creía haber perdido, apareció de la nada para humillarlo más de la cuenta. Sin embargo, no importaba cuan deliciosa se veía la comida, o cuan exquisita oliera, Karma tenía el leve presentimiento de que devolvería esos mismos alimentos más tarde cuando sus tripas revueltas no pudiesen soportarlo más. Así que, resignado a ello, tomó los cubiertos y se llevó el primer trozo de carne a la boca, degustándolo lentamente. Y para terminar de afligirlo, la comida sabía extremadamente bien.

—¿Y qué les parece la comida? —preguntó Koro sonando muy curioso de las reacciones de ambos después de que Nagisa y Karma hubieran comido un par de bocados. Karma no podía decidirse entre sí Koro estaba genuinamente interesado en sus opiniones o la pregunta era únicamente para sacar tema de conversación.

—¡Está muy delicioso, Masaki! ¡Esta pasta sabe increíble! —exclamó Nagisa con una enorme sonrisa después de quedar encantado con la pasta que le habían servido.

La sonrisa de Koro creció y su pecho pareció hincharse de regocijo con las palabras de Nagisa. Karma observaba atentamente cada una de las expresiones de Masaki, atento por cualquier señal de amenza o de la brumosa oscuridad que se escondía tras las muchas capas de peligroso color café. Sin embargo, para aumentar su malestar, lo único que podía hallar en los ojos de Koro cuando se centraba en su pequeño chico, no era más que luz y calidez, destellos que refulgian con intensidad cuando contemplaban a Nagisa, y parecían no poder ver otra cosa que no fuera él. Tan molesto. Los celos y el odio se retorcían dentro suyo como serpientes alrededor de su presa.

Karma era consciente de cuánto había perdido una vez que desapareció de la vida de Nagisa, y recuperar lo que una vez había tenido no sería fácil, en absoluto. Y esa conciencia hacía que la pérdida fuera más dañina, más venenosa. Así que cuando Masaki le restregaba en la cara todo aquello que ahora él poseía, todo lo que una vez fue suyo, sentía que su un pedazo de su alma se consumía en agonía, envenenada hasta que se tornaba de un rojo infernal.

Si se ponía a pensar en ello, la innegable posibilidad de que alguien estuviera enamorado de Nagisa se le había cruzado por la memte muchas veces en el pasado, pero el dolor que lo golpeba al imaginarlo en ese entonces era muy diferente al dolor que lo minaba en ese preciso momento al estar viviendo la pesadilla que se había materializado en menos de un instante.

Quédate ConmigoWhere stories live. Discover now