The Capture of Red

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No, definitivamente aquel no era el mejor día, odiaba el frío y se estaba congelando, congelando como nunca. El coche no arrancaba y no había quién lo moviera con toda esa nieve acumulada encima y en la propia carretera. La caldera había dejado de funcionar en casa y hacía un frío del carajo, pateó frustrada la camioneta y miró el helado camino con su maldito cartel amarillo, seguía nevando sin parar y estaba más lejos de su cabaña que del pueblo.

Así qué, armándose de valor, se atrincheró dentro de su anorak y empezó a caminar como pudo por la resbaladiza calzada, eso era mejor que tratar de hundirse entre la nieve. Prefería acabar con el culo morado en el suelo que calada hasta los huesos pese a sus cálidas botas de pelo.

Si es que ya se lo había dicho su amiga, que qué narices se le había perdido a ella en mitad de aquel pueblo dejado de la mano de Dios en pleno enero y con la borrasca encima. Pero ella, como siempre, no hizo caso, necesitaba alejarse de todo y de todos. Necesitaba un cambio de aires, reflexionar y pensar sobre que camino debía tomar en su vida. Se hecho el humeante vaho blanco sobre los guantes tratando de mantenerlos calientes y volvió a meter las manos en los bolsillos. Debía parecer un muñeco Michelin con toda esa abultada ropa pero tanto le daba ahora mismo su aspecto mientras estuviese calentita.

Se detuvo un instante sopesando si dar medía vuelta, pero se dio cuenta de algo aún más penoso, una, no podría retirar toda la nieve acumulada frente a la puerta, segunda, tampoco tenía leña para poder calentarse y peor aún... se había dejado la llave puesta dentro de la puerta. ¡¿Se podía ser más estúpida?! Gruñó una vez más mirando al cielo desesperada y frustrada y siguió andando. La verdad era que si se paraba a mirarlo, aquel paisaje era realmente precioso... las copas cubiertas de nieve, la bruma blancuzca y los saltos helados con sus carámbanos... tras lo que le pareció una eternidad llegó al pueblucho, todo parecía absolutamente desierto y cerrado a cal y canto. ¿Podía empeorar su suerte?

Miró los tejados blancos y trató de ver si alguna de las chimeneas humeaba, efectivamente alguien vivía dentro de esas hermosas casitas, se encaminó hacía la tasca y trató de empujar la puerta que parecía atrancada ¿acaso estaba cerrado? ¿Todo un pueblo de postal pero nadie dispuesto a ayudarla? ¡¿Pero que había hecho ella?! Vaya karma tenía ese día... 

La taza del desayuno se había roto al desprendérsele el asa, el móvil se quedo sin cobertura y la radio tampoco quería funcionar.

__No,no,no... no puede estar pasándome esto a mí__ se llevó las manos a la cara y se apoyó contra la preciosa y pesada puerta de madera dando un taconazo. Estaba impecablemente tallada y tenía preciosos relieves naturales, troncos y ramas que se entrelazaban, flores retorciéndose y entre uno de los troncos medio rostro de un lobo al acecho. Era realmente increíble, pero iba a morir congelada ahí si no conseguía que nadie le abriese.

__¿Puedo ayudarte?

Red dió un respingó sin poderlo evitar al escuchar aquella voz de sopetón en mitad de aquel silencio sepulcral, siempre y cuando no se tuviera en cuenta la ventisca claro, y se quedó sin respiración cuando tras la esquina del porche de la tasca apareció un chico. Era alto, casi un metro noventa y apoyó el codo en la barandilla que rodeaba el perímetro. Tras la leña que llevaba entre los poderosos y musculosos brazos hinchados tan solo llevaba una camiseta de tirantes verde de estilo militar. Llevaba unos pantalones negros del mismo estilo y unas buenas botas. ¡¿Qué acaso no se congelaba de frío?!

__Disculpa, no quería asustarte__clavó sus dorados ojos en ella.

Esa voz era inquietantemente sensual, oscura y poderosa. Su aspecto en si, era como una aparición  salvaje y amenazadora, pero Dios... ¡estaba tremendo! Tenía unas facciones bien marcadas y una piel canela que parecía seda. Y sus labios... unos labios perfectos para el pecado, carnosos, con la forma ideal para ese rostro seductor y severo. Su pelo castaño claro casi se fundía con el color de su piel y sus ojos.

The Capture of RedWhere stories live. Discover now