Capítulo 5

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Sentadas, con zapatos más cómodos y a solas en la sala de entretenimiento, Aitana no dejaba de pensar en qué palabras usaría para explicar lo sucedido.

La abu parecía no haberse percatado de nada, ni siquiera el caballo se había inmutado.

― Muchacha, deja de temblar, que me pones nerviosa también. Toma un poco de tu chocolate.

― Abu...

― ¿Sí?

― ¿Viste que la tabla..., viste que...?

― Fue como si una pared de aire la detuviera —sonrió y bebió tranquila de su taza.

― Fui yo... —la mujer entrecerró los ojos, esperando que Ita empezara a formular preguntas, pero al contrario, se encontró con una confesión—. Debo contarte algo que no le he dicho a nadie.

― ¿Qué ocurre, Ita?

― Yo... yo... ¿pero no te burlarás de mí?

― Parece que es algo importante, así que no lo creo.

― Abu, yo... tengo habilidades que otras personas no —y a medida que dijo cada palabra apagó la voz—. Yo... puedo mover... cosas —susurró.

― ¿Cómo detener una tabla y llevarla al suelo?

― Sí... Yo... —la joven giró el torso, subiendo las piernas y cruzándolas—. Escucha, abu. Esto no es fácil y de hecho, he querido decírtelo desde hace un tiempo, pero no he encontrado el momento. Yo confío en ti.

― Lo sé, mi niña —se tomaron de las manos.

― He leído mucho sobre esto, ¿sabes? Sobre la... —y volvió a susurrar—: telequinesis.

― Telequinesis... —repitió, y ya Lina había entendido que su nieta estaba consciente de su energía, pero tal vez estaba siendo malinterpretada.

― Sucedió hace años, cuando tenía como catorce. Discutí con mamá y al subir a mi habitación, simplemente deseé que la puerta se cerrara, moví una mano y así fue. No le di importancia, creí que había sido el viento nada más, pero en el colegio sucedió de nuevo, moví mis manos y despeiné a una chica, es que no me caía muy bien. También moví mis bolígrafos y detuve a un chico, que estuvo a punto de tropezar con un escalón.

― Dime algo, Ita —dijo, con la calidez de siempre—, ¿has movido cosas grandes?, ¿tu bolso, un auto, una persona?

― Pues... con el tiempo lo intenté, pero se formaban ventiscas muy fuertes y me detenía. Era como si el viento me impidiera concentrarme.

«No, querida mía, te estaba ayudando», pensó Lina, sonriendo a sus adentros.

― Mi Aitana, te veo asustada —le acaricio una mejilla.

― Me da miedo lo que puedo hacer.

― Y no te gusta usar... tus poderes.

― Así es, abu, los evito. A medida que fui creciendo, pensé que sería algo de adolescente, que quedaría en mi memoria, debatiéndome entre si fue un sueño, coincidencias del viento o no. Pero aún está en mí.

― Te da miedo porque no lo comprendes, pero con la guía correcta podrías aceptarlos y controlarlos mejor, ¿no te parece?

― Bueno, abu, tampoco es como si abundaran profesores para personas como yo. De hecho, no sé si esto sea real. He buscado en internet y en libros, pero hay muchas ilusiones y fraudes, solamente.

― Está bien, no quiero que te preocupes más por esto. Tienes habilidades poco comunes que no tienes que usar, si no quieres. Tú y yo seguiremos disfrutando de nuestra estancia en Edimburgo y después nos iremos a Roma. Eso sí, ya no te sientas asustada ni sola, mi niña, cuando desees hablar de esto, aquí estoy.

El legado de LinaWhere stories live. Discover now