1 │ De regreso

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Kim Ina

—¿Por qué tenemos que irnos, madre? — pregunté desesperada por la situación, mi familia volvía a mudarse.

—Hija, sabes muy bien por qué. Ya tenemos que irnos— respondió agitada por las vueltas que daba buscando hasta lo mínimo de sus joyas.

—No me quiero ir. Aquí tengo a mis amigas, amigos... y además ¡Japón es hermoso! — expresé con agotamiento siguiendo a mi madre de un lado a otro.

—No tienes voz en esto. Nos vamos a Corea, algo que habíamos estado deseando todos ¿Por qué tú no? — frunció el entrecejo.

—Pues porque no me encuentro allá. Mamá tengo todo aquí...

—Apresúrate, pedazo de rata— dijo el idiota de mi hermano.

—Taehyung, cuida tu vocabulario, tu madre está presente— le reprendió.

—¡Ja! — me burlé, entornó sus ojos y siguió su camino con su maleta.

—¿Lista? — mis padres no me entendían.

Tomé mi bolso y me fui de casa conteniendo toda la furia que podría desatar. No quería irme y regresar a Corea después de haber estado tres años construyendo mis mayores amistades ¿Qué iba a ser de mi cuando llegara a aquel lugar donde no había dejado ni lo mas mínimo parecido a un compañero de clase en seis meses que había estado en la ciudad? ¡Dios, que exasperante!


De nuevo las luces, el brillo, la gente alborotada con la única diferencia que ahora ya no me ensombrecía, Japón realmente era mucho mejor... me encantaba estar en medio de las calles y todo aquel resplandor, aquí no significaba nada para mí.

Luego de viajar hora y media del aeropuerto hasta aquella casa que habíamos dejado en el pasado, entramos y nos establecimos en el lugar. Al parecer todos lo gozaban excepto yo. Qué asco.

Dejando a mi familia feliz de la vida, salí a caminar. Recordaba un poco aquellas calles, pero me traumatizaba saber que no encontraría el camino de regreso; sin embargo, seguí sin detenerme. Derecha, derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda... no, no, izquierda, derecha... me había perdido. Me detuve a observar la señalización, llevé mi mano a mi bolcillo para tomar mi móvil, pero qué estúpida había sido al no percatarme de que lo había dejado en casa. Me abofeteé mentalmente. Seguí observando los nombres de las calles, pero ni siquiera recordaba cómo se llamaba mi senda. Respiré profundo y solté el aire con desgana. Lo mejor hubiese sido preguntar a alguien ¡ah, pero claro! En estas calles la gente no caminaba, más bien caminaba en sus auto lujosos... ¿Por qué no se me ocurrió antes? De todas formas, no tenía permiso para conducir en este país. Caminé, como se suponía, de regreso doblando en la esquina cuando algo me arrolló, caí inmediatamente de bruces, con suerte, amortiguando la caída con mis manos.

—¡Lo siento! — dijo un chico que se acercaba a mí, pero ¿qué le sucedía? —Lo siento tanto— siguió tratando de ayudarme a levantar.

Me deshice de sus brazos y me alcé de súbito.

—Déjalo, ya lo has arruinado— volví mis ojos a mi costoso reloj que yacía en las baldosas en pedazos y lo pateé por la furia.

—Tranquila, no es para tanto— alzó sus manos en defensa.

—Claro. Solo vete— espeté.

—¿Podría invitarte a algo? ¿Cómo una...— pensó bien sus palabras —disculpa?

De seguro había dicho aquello por el mal aspecto que tenía, mi sudadera estaba sucia, mis manos raspadas, el cabello desordenado y un sudor que prácticamente me quitaba todo lo atractivo. Me enfurecí un poco más.

Niños Ricos │ Perspectivas (BTS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora