Capítulo 17

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La sala estaba oscura, al igual que el pasillo. Miento, el pasillo tenía unas pequeñas luces de emergencia, esto no tenía ni una triste lucecilla de Navidad. Vale, no estábamos en Navidad. Agarré a Alice del vestido, y entre los nervios y el miedo me estaban entrando ganas de ir al baño. Durante un instante los vi. Dos pares de ojos rojos en la penumbra.

-Por fin llegáis –comentó Bradley.

Alice bufó, sin decir una palabra.

Las luces se encendieron y mis pupilas cogieron dos flechas y se las clavaron a sí mismas. Metafóricamente hablando, claro. En una silla al final de la sala, Michael estaba atado de pies y manos, con la camisa totalmente destrozada y los brazos y la cara llenos de arañazos y heridas. Me sorprendí tanto al verlo así que me flaquearon las piernas y caí de rodillas al suelo. Alice también estaba paralizada, y contemplaba con horror la escena que yo misma quería borrar de mi mente. Me acerqué casi arrastrándome porque mis piernas seguían sin responder correctamente, a lo que Michael agachó la cabeza un poco para intentar hablarme. De fondo la risa de Bradley me sacaba de mis casillas.

-¿Qué haces? No deberías estar aquí.

-Hemos venido a por ti –pronuncié con un hilo débil en mi voz.

Bradley llegó hasta mí y me cogió por el cuello elevándome hasta donde mis pies no pudieran tocar el suelo. Brooke no quería ni mirar la escena, parecía estar obligado a ello. Alice le miró intentando con ello conseguir alguna explicación, pero él se dedicó a ignorarla.

-Mi sujeto de pruebas... -dijo Bradley con una sonrisa en su anciano rostro.

-No la... toques, Bradley.

-¿Y quién me lo va a impedir? –se carcajeó.

-¡Yo! –Alice lanzó uno de sus zapatos hacia nuestra dirección. Bradley me soltó bruscamente hacia un lado, haciéndome caer sobre Michael y volcar la silla.

-Te sacaré de aquí –le dije algo nerviosa.

Las cuerdas estaban muy apretadas y yo me sentía más débil y patética por momentos.

-Hámster, tranquilízate, ¿de acuerdo? No te pasará nada mientras yo esté aquí.

-¿Y quién dijo que ibas a estar aquí? –Bradley intervino.

Ambos levantamos la cabeza y observamos como Brooke sostenía a Alice y ella forcejeaba entre gritos. Bradley se quedó junto a nosotros con una cara que parecía más propia de un psicópata violador que de un anciano. Vale, era un psicópata o al menos eso me parecía. Lo de violador no lo tenía tan claro. Volvió a agarrarme, esta vez de la cara, y me apartó a un lado.

-Ángela Collins, si quieres que Michael siga viviendo, tendrás que obedecerme.

¿En serio? Resulta tan típico que ni me sorprendió

-¿Qué quieres que haga?

-Sé mi mujer.

-Ni loca.

-Te pareces tanto a ella... Mi dulce Lorraine.

-Un momento –intervino Brooke, aunque Michael estaría igual de confuso que todos nosotros, menos Alice que no se enteraba de lo que estaba pasando-, ¿Lorraine?

-Mi dulce esposa Lorraine.

-No, Lorraine era la novia del Señor Blackwood –exclamé, intentando zafarme de él.

Bradley me volvió a tirar al suelo, esta vez lejos de Michael y cerciorándose previamente de que no me movería del sitio. Fue hasta donde estaba Brooke, el cual se apartó para dejarle llegar hasta un cajón de una mesa que había tras él. Del cajón sacó tres libros pequeños y cuando volvió hacia a mí los tiró al suelo.

Las flores también son peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora