Capitulo 22

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Martina despertó con un dolor insoportable en su cabeza, abrió muy lentamente los ojos temiendo que la intensa luz solar le lastimase, se sorprendió cuando descubrió que la luna reinaba ya aquél paradisíaco lugar. Se intentó incorporar pero surgió un terrible dolor en su vientre que la obligó a regresar a su posición antigua intentando aplacarlo, recordó lastimosamente lo ocurrido al contemplarse desnuda bajo una ligera sábana por supuesto manchada de sangre.
Sus ojos le ardían, sudaba en frío, el nudo en su garganta era el peor que había experimentado, sus manos temblaban, sus lágrimas se había agotado ya y su alma había abandonado su cuerpo.
Tomó una posición fetal después de cerciorarse que en su habitación no había nadie más que ella y comenzó a mecerse muy lentamente para tranquilizarse un poco. ¡Había sido abusada por su mequetrefe esposo!
Fortuitamente se dejo llevar al mundo en donde Morfeo la resguardaba de todo dolor y sufrimiento, soñó con su príncipe encantado que se alejaba mucho de todos aquellos hombres que hasta ahora había conocido exceptuando a uno.

Martina despertó incluso antes de que el sol bañase aquella lujosa habitación que no había fungido para otra cosa más que para ser testigo de su completa desgracia. Resopló.
Abandonó la y se dirigió al sanitario para tomar una ducha, se sentía sucia impregnada de las repulsivas caricias de esa bestia que llevaba por nombre Peter Lanzani. Salió cuando los destellos solares ya inundaban su habitación. Se dirigió a su maleta y vistió no fijándose en las prendas. Se observó en un espejo y se terminó de arreglar, se esmeró en su peinado y en su maquillaje eso sí, no podía permitirse mostrar los golpes que marcaban sus facciones, tuvo que colocarse unos grandes lentes oscuros para esconder su morado ojo. Saldría a la playa a aclarar sus ideas e intentar olvidarse del dolor que le aquejaba. Pero primero tenía que contener su llanto.

Salió con paso presuroso de su habitación implorando no volver a encontrarse con ese patán, temía volver a verlo, incluso tembló de sólo imaginarlo nuevamente frente a ella recorriendo su cuerpo con sus sucias manos. Aceleró aún más en cuanto cruzó por la recepción para pasar desapercibida.
Sintió un ligero alivio cuando finalmente el sol envolvió su cuerpo, por un momento se sintió tranquila. El simple tacto de la arena con sus pies le hizo hacer surgir nuevamente una discreta sonrisa. Continuó caminando relajando cada vez más sus músculos. Fortuitamente olvidó sus penas.
Clavó su mirada en los finos granos de arena mientras siguió con su caminata con las manos hundidas en los bolsillos de su bombacho short. Estaba consciente que a partir de entonces su vida había dado un vuelco de ciento ochenta grados, y ahora en un nuevo camino en realidad no sabía qué dirección tomar, anhelaba retomar a la antigua Martina  que no era dañada ni por los más terribles acontecimientos y que además era cínica y peor aún disfrutaba del dolor ajeno; por otra parte se sentía incapaz de volver a actuar como antes, simplemente su fortaleza había desaparecido y sería prácticamente un milagro regresar a la normalidad, se sentía débil.
Aspiró un poco del cálido aire que chocaba con su rostro gacho. Repentinamente toda su paz interna se esfumó junto con ese encuentro que tuvo con aquél que en un principio creyó un absoluto desconocido, sin fijar mucho su atención en aquel hombre con el que había tropezado se dispuso a continuar con su camino, exclamó una reservada disculpa sin alzar su mirada y de no haber sido tomada de sus hombros hubiese continuado su paseo. Subió su mirada sin mucho ánimo y la posó en ese hombre que creyó un producto de su ingenua mente, parpadeó escéptica y sonrió por el poder que en ese momento ejercían sus recuerdos sobre ella. Entrecerró sus ojos para aclarar su vista, era quizá la culpa de sus oscuros lentes pero no podían quitárselos a menos que pretendiera dar a conocer su más reciente desdicha. No podía creerlo, parecía tan real, hizo un ademán de dirigir su tacto para comprobarlo pero temió una respuesta afirmativa. Es que no podía ser cierto, incluso ahí no la dejaba de martirizar.
-¿Jor-Jorge? – vaciló, se sintió más que *beep*, claro que no era él, no había alguna lógica, frunció sus cejas implorándole a su cerebro terminar ya con su pesada broma. Se llevó sus manos a su boca temiendo lo peor.

Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Where stories live. Discover now