La venganza de Medusa: El Convenio

9.6K 819 387
                                    

Érase una vez una mujer mortal, hermosa y tentadora como el más dulce de los pecados. Medusa se hacía llamar. Tanta era su belleza que, Poseidón, dios del mar, de ella quedó prendado y descansar no conseguía por intentar satisfacer su deseo.

Hasta que, una vez, en el templo de Atenea, Poseidón sació su feroz apetito forzándola en contra de su voluntad. Y Atenea, patrona de la pureza y la castidad entre otras cosas, terriblemente ofendida por tal acto, castigó a Medusa, por ser todo lo contrario a su persona, pues Medusa era deseo, carnalidad, voluptuosidad... y Atenea no podía consentirlo. Así que, sin piedad alguna, transformó su reluciente y perfecto cabello en siseantes y asquerosas serpientes que atacaban todo lo que a su alcance se ponía. De esta forma Atenea se aseguraba de que ningún hombre se acercaría a Medusa sin recibir el mordisco de docenas de serpientes. Mas considerando todavía mero su castigo, la diosa añadiole a Medusa una mirada de tal intensidad que, si alguien llegase a cruzar un mínimo instante la mirada con ella, quedaría petrificado.

Medusa se había transformado así en un aborrecible monstruo al que nadie era capaz de mirar y, lo peor de todo, lo acontecido no había sucedido por culpa suya, sino por el inhumano ser que llegaba a ser Poseidón. La mujer clamaba venganza y, si no podía acabar con Atenea al ser una diosa y con ello poseer la inmortalidad al igual que el dios del mar, necesitaba hacer algo para acabar con la magna furia que recorría su cuerpo. Entonces, decidió; que si los hombres no iban a poder disfrutar de su belleza, no disfrutarían de la belleza de ninguna otra dama.

* * *

-Adelante, querida Medusa -Una mujer alta de tez verde y vestida de negro daba paso a una mujer de frente gacha-. Oh, ¡cuán desagradable aspecto!, ¿qué te han hecho?

-¡No me mires a los ojos Maléfica! -advirtió Medusa-. No querrás ser una piedra para el resto de tu vida.

-Espera -La bruja tomó su cetro -Que a la intensa mirada con la que te han maldecido, yo sea inmune y no caiga bajo el hechizo -conjuró.

Un destello aclaró la mirada de Medusa, adquiriendo un color verdoso en su iris.

-Mirarme ya puedes -Medusa, tras oír estas palabras, alzó la mirada y con un gesto la bruja le indicó que la siguiese para adentrarse en su castillo-. Y cuéntame, ¿a qué debo tan agradable visita? -preguntó tomando asiento.

-Vengo a hacer un trato, Maléfica -informó seriamente-. Tengo algo que seguro deseas saber.

-¿Y qué quieres a cambio de esa nueva? -se interesó.

-Venganza. Necesito ver sufrir al que me ha hecho esto -dijo señalándose rostro y cabeza-. No, mejor; primero arruinaré a Poseidón. Ya me encargaré de Atenea más adelante.

-¿Qué te hizo?

-Nada -mintió avergonzada-. Pero si no fuese por él, yo no tendría este horroroso aspecto.

-¿Y qué puedo hacer para que tu sed de venganza sea saciada?

-Quiero poder respirar bajo el agua -sentenció.

Maléfica volvió a alzar el cetro y dio un golpe en el suelo con él, retumbando el sonido por todas las pétreas paredes del gran castillo.

Emergió entonces un pequeño rayo morado que recorrió el cuerpo de Medusa unos segundos.

-Ya está, en un rato podrás estar bajo el agua el tiempo que desees.

-Muchas gracias, Maléfica -Agachó la cabeza en señal de agradecimeliento.

-Ahora dime, ¿qué traes para mí?

Medusa se aclaró la garganta antes de comenzar su discurso.

-He sido enterada de que este reino recibirá dentro de poco a su futura princesa. La reina se encuentra encinta, concretamente, de ocho meses. Como no podía ser menos en la realeza, se está organizando una gran celebración por este natalicio al que acudirá todo el que tenga invitación.

El rostro de Maléfica cambió por completo a uno más sorprendido.

-¿Y ya han sido repartidas estas... invitaciones?

-Por supuesto, de ello se han encargado los siervos. De ir puerta por puerta en nombre del rey para hacerlo saber. Han invitado a todos los habitantes del reino, sin incidir en su clase social o su poder económico.

-Pero, ¿cómo sabes de esto? -La bruja se negaba a creer lo que sus oídos estaban escuchando.

-La sibila del templo de Delfos es un gran oráculo. Aunque actuó bajo amenaza, no quería convertirse en piedra -se echó a reír.

-Mas aún no...

-¿Y quieres saber algo más? -interrumpió sin esperar respuesta-. Las hadas del reino acudirán y le otorgarán al dulce retoño un don cada una, de los cuales uno será la belleza.

-¿¡Cómo!? ¿Que han invitado a las hadas y a mí no?

-Como lo oyes...

-¡El rey Estefano y su esposa no saben lo que han hecho! -exclamó furiosa-. Se las verán con los poderes de Lucifer. Caerá un conjuro sobre la recién nacida.

-¿En qué estás pensando?

-Maldición punctus -respondió.
Necesito un objeto mágico para que la princesa se pinche y muera antes de convertirse en mujer y que todos esos dones sean desarrollados.

-¿Qué te parece un tenedor?

-No, demasiado pequeño.

-Y... ¿una rueca?

-¡Exacto! -gritó Maléfica-. Una rueca pues deberé conseguir.

-He oído que hay un hombre que con su rueca consigue transformar las hebras de paja en finos hilos de oro, pero no recuerdo su nombre... -manifestó pensativa.

-¡Rumpelstiltskin! Ese asqueroso enano saltarín... -dijo con desprecio-. ¡Jamás le pediría nada! Otra rueca encontraré para acabar con la magna felicidad que al parecer ostenta ahora la realeza.

En ese instante, las manos de Medusa comenzaron a adquirir un tono morado que iba ascendiendo lentamente por los brazos.

-¡Corre! -ordenó Maléfica gritando-. Antes de que no puedas respirar en tierra, sumérgete en mar y nada lejos.

Sin demorarse un segundo, la mujer abandonó el castillo corriendo mientras la bruja observaba cómo esta la dejaba ya sola.

Maléfica se incorporó y comenzó a andar hacia una sala en la que se hallaba un frío trono de piedra y una jaula tapada con un trozo de tela.

La destapó y en su interior un negro cuervo dejaba ver sus alas extendidas mientras graznaba salvajemente en su cárcel de finos barrotes.

-¡Otoño, cállate! -ordenó, a lo que el cuervo obedeció.

-Vamos a ir a esa celebración. Así que portate bien o... -Maléfica puso fin a la frase con un desgarrador gesto de degüello y el silencio se adueñó del castillo.

Continuará...

Decidme qué tal está quedando (si hay alguna falta, error o dedazo señaládmelo) porque tengo que entregárselo a Mamipene (mi profe de latín) y quiero que lo vea bien. Avisadme de si cambiaríais algo también. Todo, todo. ¡Gracias por adelantado!

Érase una vezWhere stories live. Discover now