LOS DEMONIOS ESTÁN EN LA TIERRA

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— ¿Hay noticias? —inquirió Engilram dejando su arma en la en la mesa, se fue encogiendo hasta tomar el aspecto de una delicada pluma, todos observaron el cristal e hicieron una mueca cuando el nombre del sabio se inscribió con lentitud, el líder de los enanos había caído y la Muerte había ido por su alma para llevarlo a donde pertenecía. Está vez él lo había llevado, había denegado que alguno de los trasportadores lo hiciera; quiso hacerlo después de mucho tiempo de amistad y respeto.

Engilram se detuvo sosteniendo entre sus huesudos y blancos dedos una copa con un líquido oscuro, miró al frente esbozando una sonrisa al ver como el campo estaba siendo preparado para la llegada de sus once hijos. Él no se lo había tomado muy bien, aún más cuando le había pedido al creador solo diez y cuando fue a reclamar el creador contestó que no tenía idea de porque había un hijo más.

—Todo está igual. La construcción del castillo está avanzando y hemos requerido de una docena de guardianes del mundo de los exiliados —contestó Kolei jugando con el cuchillo que tenía entre sus dedos.

— ¿No habrá problemas? te recuerdo que de los cuatro mundos que tenemos a cargo ese es el peor, las criaturas que hay son muy peligrosas y no quiero que por un descuido todo se venga abajo —siseó la muerte y Kolei asintió en su dirección.

—Tranquilo muerte, todo está en orden. ¿Para eso solo me mandaste a llamar?

—No, te mande a llamar porque quiero que me acompañes —respondió colocándose la capa negra que se aferraba en su cuello y caía a sus pies arrastrándose, pasó sus dedos por su cabello echándolo hacia atrás y sonrió vanidoso. Relámpago estaba a su lado, envuelto en humareda gris y con los ojos color carmín brillando en cada paso que su amo daba—. Necesito ir a las tierras de los sabios, necesito hablar con Faradic.

— ¿Y eso? hasta donde tengo entendido hay armas suficientes.

—No hagas pregunta y acompáñame. Emanuel está entrenando y Emón cuida de mis hijos —dijo entre dientes colocando su mano en el lomo del caballo, Kolei asintió colocándose a su lado y en un suave siseo de Kolei desparecieron de ahí.

La muerte siempre sintió curiosidad del poder que tenía en sus manos Kolei, pero más, de cómo la lengua se convertía en una serpiente, seguramente tenía mucho veneno acumulado. A los segundos aparecieron en las tierras de los sabios, Kolei sacó su espada por precaución viendo lo tenebroso que se encontraba el bosque donde ellos vivían.

La muerte se abrió paso ingresando al bosque y el duque lo siguió sin chitar. Engilram miró alrededor hasta que se encontró con la puerta, dio dos golpes y rápidamente las puertas se abrieron dejando ver a los enanos guardianes sosteniendo entre sus manos armas, el emperador sonrió balanceándose de un lado a otro mientras sus ojos estaban fijos en aquellas criaturas pequeñas pero inteligente.

— ¿A quién busca mi señor? —preguntó una de las criaturas, la muerte sonrió acercándose, viendo el miedo en sus ojos, todos los enanos que estaban cerca prefirieron ocultarse de él y Engilram río por lo bajo ante su miedo.

—Busco a Faradic, vengo por un trato. Dile que odio esperar.

Kolei sonrió ante el tono de Ram y estuvo a punto de carcajearse cuando uno de los enanos hipó y salió corriendo. El señor de las almas se quedó de pie jugando con el anillo que tenía en sus dedos, el espectro miró alrededor observando lo grande que estaba el reino de los enanos, había venido hace siglos por armas, pero en ese entonces ellos vivían ocultos en los árboles o huecos, ahora habían construido su propio reino protegiéndose de los demás. Tenían las armas, lo que les faltaba en altura lo compensaban con la inteligencia que se manejaban, Ram había sugerido que algunos enanos llegaran a su reino para que les enseñaran muchas cosas a los futuros príncipes.

EL EQUILIBRIO DE LA MUERTE (I)Where stories live. Discover now