Primera Etapa

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Al principio solo eran apariciones, fantasmas, que surgían y desaparecían, eran solo entes, observando desde la distancia. Pero luego empeoró, todo empeoró...

La apariciones solo fueron el comienzo; evoluciono, mi presunta "enfermedad" evoluciono, comenzaron a "comunicarse", para ellos eran palabras; pero para mí eran gritos, gritos de dolor y furia. No sabía lo que deseaban expresar, y como saberlo, más aún recuerdo lo que sucedió el primer día:

Febrero 3/ 1986
No estaba solo en casa, mi familia estaba allí padre, madre, tía y hermana; me dirigía hacia el baño, era de madrugaba, siempre acostumbraba mojarme el rostro antes de desayunar, ayudaba a despertarme, así que me pose frente al espejo, era rectangular, bordes gruesos y con algunas manchas de polvo que se acumulaban en las esquinas, pose ambas manos sobre el mármol del lavamanos, una apartada de la otra, intentaba no dormirme pero era realmente difícil, abrí la canilla cabeceando en unas cuantas ocasiones, pose mis manos una sobre la otra para lograr retener una considerable cantidad de agua, me acerco un poco más y me arrojo aquel liquido transparente es cual según los científicos es primordial para la vida, seco mi rostro y al abrirlos él está allí, justo detrás de mí, mirándome por el espejo, esperando como reaccionaria.

Me quedé inmóvil, paralizado, abante sin gestual ninguna emoción; igual que él. Se quedó así por unos segundos lo detalle, era un hombre en absoluto, su rostro lo delataba, este era sombrío y oscurecido por la sombra que le proporcionaba su capucha, la cual ocultaba la mitad de su rostro, portaba un gabán negro manda larga, no logré ver más que eso, la repisa de mármol que conectaba con el lavamanos me lo impedía.
Levantó la cabeza solo unos grados, una diminuta parte de sus ojos logro salir a la luz, desee gritar y salir corriendo, pedir ayuda y acurrucarme en los brazos de mi familia, pero no lo hice, me quede allí sin realizar ninguna clase de movimiento; mas el si la hizo, abrió lentamente sus pálidos labios, al principio pensé que me hablaría e intentaría darme una clase de explicación por mis alucinaciones o sus apariciones; pero no solo... GRITÓ, Grito fuertemente y yo le respondí con la misma acción. Grité, grité tan fuerte que con solo un parpadeo mi tía estaba allí, Me acurrucó en sus brazos intentando calmarme, más la agilidad de mi tía no fue lo que realmente me sorprendió, fue la desaparición instantánea del espectro, al momento en el que ella abrió la puerta, este se esfumó en el aire, y volvió a ser solo parte de mi imaginación.
Días más tarde mi madre me llevo a un siquiatra, me sorprendió ya nunca le había importado, supuse que mi tía la había convencido, ella había sido una clase de madre para mí, ya que la que tenía siempre me había despreciado desde la vez que me diagnosticaron "esquizofrenia", me desecho, no de la forma corpórea, me desecho de su mente, apartándome, exiliándome de su amor.
El siquiatra expreso algo diferente de aquel que me diagnosticó esquizofrenia, este me realizó una serie de preguntas y por desgracia todas mis respuestas eran positivo para esquizofrenia, Dificultad para concentrarme, Dificultad para dormir, Aislamiento y Escuchar o ver cosas que no existen, la última fue la única que negué. A mi madre no le importo, aún me observaba con esos ojos de indiferencia. Luego de la sección nos levantamos simultáneamente, estrechamos la mano del psiquiatra, y comenzamos a caminar en dirección a la puerta, pero al solo dar un par de pasos me detuve al escuchar la voz del especialista:

- Jack – alargo su mano y me confirió una pequeña tarjeta – ellos podrán ayudarte; hay más como tú.

Salí del consultorio observando aquella tarjeta la cual lo único que esta tenia era un nombre y siete cifras numéricas; aun lo recuerdo aquel nombre de 17 letras que al leerlo me hizo estremecer "Frederick Strucman"
Mi madre ni volteo a observarme, yo no era nadie para ella.
Continuamos yendo a las terapias en ocasiones mi tía me acompañaba en vez de mi madre y a decir verdad estas eran mejores, no sabía que mi tía me conocía tanto, me conocía aún más que mi supuesta "madre", esto no era lo que me extrañaba en totalidad; lo que realmente me extraño era que no volví a ver a el psiquiatra Dániel, fue el único que me entendió, aquel que en teoría me ayudó dándome aquella tarjeta.
Pero no podía quejarme los demás psiquiatra recomendaban realizar cosas un tanto divertidas salía a viajar e interactuar más con migo, además de aquel tarro de pastillas anaranjado y un par de recomendaciones.

Desde aquel momento es donde todo comenzó...

Envuelto en mi locuraWhere stories live. Discover now