ME ENERVAS

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No sabía como había llegado a juntarse con aquel niñato insufrible, pero sí sabía que la estaba hartando.

A lo mejor estaba buscando instintivamente una pelea.

A lo mejor muy en el fondo le cayera bien.

Pero muy pero que muy en fondo.

El chico les estaba mostrando un truco de magia barato a otros dos muchachos de la clase cuando Kayla estalló:
-¡BASTA!-le espetó, furiosa.

Dio tal golpe a la mesa que los otros dos chavales se sobresaltaron alarmados, para después girarse extrañados. Kayla los reconoció: el chico de mirada profunda y cabellos dorados rebeldes era Jean Davies, un muchacho algo arrogante para el gusto de Kayla. La chica que tenía al lado era nada menos que Christal Blue, la alumna más tranquila y sosegada de la clase. Era una de las pocas personas que se hallaban fuera de la "lista negra" de Kayla, eso sí era cierto.

Christal la observó con los ojos desorbitados y al mismo tiempo Jean desplazó su mirada unas cuantas veces de Kayla al chico moreno de la moneda y cartas mágicas: Yato Gruber.
Lo había vuelto ha hacer. Había vuelto a pasar. Aquel niñato le había vuelto a sacar de sus casillas.
Algo en él despertaba su instinto mandón, cosa que todavía intentaba averiguar.

Kayla clavó una mirada furibunda a Yato, esperando a que reaccionara, pero de algún modo sabía que no lo iba a hacer de la manera adecuada que ella esperaba: no sé, tal vez pidiéndola perdón por el alboroto, ya que era le delegada.
En cambio, lo que hizo el muchacho la desconcertó: arqueó una ceja de manera escéptica y después dejó escapar una sonora carcajada que le contagió a Jean. A continuación se inclinó hacia delante para mirar fijamente a los ojos de Kayla, tan cerca que sus narices casi se rozaban. Ella, a la vez que le sujetaba la mirada, impasible, sentía una sensación indescifrable removiéndose en su interior. Después del duelo de miradas, Yato prosiguió separándose de improvisto.

- ¿ Sabes? Tú serás la delegada pero no la reina- todavía le sostenía la mirada cuando esbozó una sonrisa socarrona en su infantil rostro.- Gracias a Dios que esto no sea una monarquía.

Kayla ya supuso que respondería así.

-Me parece muy bien, pero, como has dicho antes, efectivamente, soy la delegada ¿Y tú sabes cuál es el cargo de la delegada dentro de esta democracia?- esperó a que respondiera.

No tardó mucho.

-No sé, dímelo tú- contestó airado.

Kayla sonrió hacia sus adentros.

- Verás, es un cargo más importante de lo que te crees, porque mi función es la de controlar la clase, tenerla bajo control cuando los profesores ausentan. Como podrás observar​,- a la vez que lo decía, hizo un gesto con la mano para abarcar toda la clase- no hay ningún profesor.

Yato frunció el entrecejo.

-¿ Con eso quieres decir que acabas con la diversión?
A Kayla no le importaba aceptarlo, total ella ya había dejado de divertirse después de 1° de la ESO.

-Sí-dijo firme- y tú para colmo te traes un fajo de cartas inservibles, que sabes de sobra que que están terminantemente prohibidas. Pero, claro, todo eso a ti te importa un carajo.
Había empezado bien y muy segura. Pensó que tal vez conseguiría ganar.
No obstante, Yato seguía con esa desagradable sonrisa que tanto la irritaba.

- No sé,- meditó dubitativo- tal vez me importe mi futuro. O tal vez solo quiera meterme en problemas.

Y entonces, Kayla no pudo reprimir aquella exagerada carcajada.

-¡¡¡¡JA!!!!- se levantó súbitamente de su asiento, con fuerza y mucho ímpetu- ¿Qué tipo de futuro podrías tener, pues?
Los otros dos muchachos observaban aterrorizados la psicópata expresión de Kayla, casi salvaje. Vieron como Yato, reacio a contarle la verdad, dudaba.

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