Segundo acto: Ángeles

679 77 6
                                    


  —x—  

Primera escena: Cómplice.

"—A donde vaya Will, yo iré."

—x—

Pasar por el nuevo parque de diversiones que inauguró sus funciones hacía tan sólo unos días, fue considerado como una terrible idea.

William que parecía estar sujeto en una eterna pelea con Jessamine no se había percatado de ello, y tanto Jem como Charlotte, esperaban que así fuera. Aunque el plan fue declarado fallido, cuando Jessamine intentó asestarle un golpe con la punta mortífera de su paragua, ataque que Will con una sonrisa ostentosa esquivó, quedando cara a cara con el parque.

Oh, no.

Pero fue muy tarde, aunque Tessa se interpusiera, ya las pupilas azulejas habían brillado con travesyra. Charlotte le tomó por un brazo negándose rotundamente a las intenciones del cazador en adentrarse, quien intentó eludir las quejas de su jefa diciendo que debía proteger a los niños de malvados payasos que vendían caramelos en el parque. Jem sonrió al oír esas terribles excusas, ninguno de los presentes lo creían, y mucho menos lo dejaron irse.

Jessamine para burlarse de Will, concedió la idea de beber chocolate caliente en frente del centro de diversiones, en un pequeño puesto que ofrecía cómodas bebidas caseras que regocijaban la garganta. Idea que todos accedieron por el templado clima que arropaba la hermosa ciudad de Londres, aquél frío que agrietaba los huesos y encalambraban las articulaciones.

El clima en Londres nunca había sido sofocador; las nubes se pintaban de gris la mayor parte de la temporada, derramando su espesor líquido por las tardes y en las noches el frío abrasador.

Will vagabundo de sus deseos, soltó un suspiro recargándose en la silla con hastío. Jem le observó de reojo desde el borde de la mesa, y posó su mano sobre la de él que al momento los dedos se cerraron sobre los suyos, casi por inercia. Cuando eran pequeños, solían tomarse de las manos la mayor parte del tiempo, ya sea para charlar, abrigar, incluso hasta para regañar.

—¿Quieres ir? —le preguntó con su intrínseca amabilidad.

Will arqueó las cejas sorprendido, y más ante la sonrisa que se dibujada en el pálido rostro de Jem.

—¿Ah?

Esa fue la reacción que esperaba por parte de su parabatai, se puso en pie ayudándose del respaldo de la silla.

—Vamos, Will.

—Jem...

Pero James ya iba cruzando la cera en dirección a la rueda de la fortuna, giró en redondo observando a su amigo.

—A donde tú vayas, yo iré, William.

Un juramento entre ambos, que Will nunca olvidaría. Y la runa dibujada en el pecho de ambos era la clara firma de ello, pero más que eso, Jem era Will y Will era Jem. Más que un juramento, ellos eran la representación humana de la lealtad, honor y amor.

"No me ruegues que te deje, o que vuelva después hacia ti, o que me aparte de ti.

A donde vayas, yo iré, y donde quieras que vivieres viviré yo.

Tu gente será mi gente, y tu Dios será mi Dios.

Donde tú mueras, yo moriré. Y allí seré sepultado;

El Ángel será mi testigo y aún más, hasta que la muerte nos separe a tí y a mí."

Juntos para siempre, mi parabatai.

Triángulo Roto / HeronstairsWhere stories live. Discover now