Capítulo VII.

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FUEGO EN EL FUEGO — EROS RAMAZZOTTI.

El tiempo.

Antonella me esquiva, desaparece cuando estamos solos y más si se trata de un espacio cerrado

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Antonella me esquiva, desaparece cuando estamos solos y más si se trata de un espacio cerrado. Se escabulle, se excusa, toma su teléfono, hace un montón de llamadas a quién sabe dónde y se le nota un tanto nerviosa. Indiscutiblemente no era extraño que algo así sucediera después de haber dejado que mi impulso arrebatador la tirara sobre ese granito para encargarme de devorar su vulva como el mas divino postre del mundo. Tragándome todo su elixir pasional y exquisito, ahogando en los confines de mi boca la mejor muestra de su placer, lamiendo cada punto de su húmeda carne, irrumpiendo espacios con mi lengua... en fin... llevando al límite a una mujer prohibida.

Han pasado dos días de lo ocurrido, y si por mi mente llegó siquiera a rozar el mero hecho de que una especie de empatía nos iba a enlazar más, pues me equivoqué como muchas veces lo he hecho. Ella se ha distanciado cada vez más con cada minuto que transcurre.

Y ahora me reprocho por haber sido tan imbécil. Quizá está imaginando que soy un maldito troglodita, o peor aún, un ser despreciable que se acaba de aprovechar de la desdicha de una mujer, del despecho y la soledad en la que asumo se halla inmersa la vida de Antonella, cosa que no es así.

Sí, debo aceptar que me arropó las ganas, que tenerla cerca no se me hace un tanto fácil y menos al estar con plena consciencia de que estábamos solos en el departamento, quizá esa fue la gota que derramó mi vaso de autocontrol. Pero jamás lo hice con la premeditación y alevosía de un degenerado, por más que mi vida haya sido dañada por una mujer, nunca llegaría a satisfacer mi reconcomio pleno con otra fémina. Eso esta fuera de todo sano juicio.

Abro la puerta de mi habitación y me detengo en la suya. Pego la oreja a ver si escucho algo, para divisar si está allí y me regala unos minutos con el objeto de aclarar la situación, sin embargo, su carcajada característica se escucha a lo lejos. Eso indica que ya abandonó la habitación. Hoy es la reunión de Arantxa y Juan Ignacio, esa en la cual todos nos mantenemos como los propios ignorantes ya que nadie sabe con exactitud los motivos de dicho encuentro. Ni siquiera Martha, nuestra nana, está informada del por qué se realizó todo así, con un hermetismo un tanto peculiar, y en reserva plena de que es "eso" que tienen qué decir.

Lo cierto es que los padres y la hermana de Arantxa, junto a su esposo e hijos, ya llegaron y se hospedan en el hotel donde nos reuniremos. El restaurant del mismo, será el lugar de encuentro ya que no somos muchas personas, quizá unos quince o veinte invitados estaremos presentes.

Me detengo frente a uno de los espejos que hay en la planta superior y arreglo lo mejor que puedo mi corbata, no es que ame colocarme esa prenda ajustada a mi cuello, siento que tiende a ahogarme. Y seamos sinceros, soy hombre de campo, que ama la simpleza y lo cómodo, y que salió de allí por irse tras ella..., Carla. Ahora que veo todo desde otra perspectiva, ella tuvo el poder de modificar ese tipo de cosas en mí, de preferir la ciudad y lo Urbe, que el campo y la tierra, de dejar atrás tantas cosas por seguir sus pasos, por encajar en los estandartes que Carla necesitaba para tenerme a su lado. Restaurantes lujosos, autos último modelo, ropa de diseñador, viajes por el mundo. Y ahora me pregunto: ¿cuándo dejé de ser yo para convertirme en la marioneta de esa mujer? Ni idea, lo cierto es que siento hasta un tanto de vergüenza conmigo mismo, ya que acepté cosas que jamás debí permitir como ser humano.

Maravillosa SeducciónWhere stories live. Discover now