Parte Uno

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-¿Estás seguro de todo esto? – Esteban cuestionaba con la mirada a su asistente personal, y mano derecha Leonel – Leonel, si en verdad es ella yo...

-Te juro que lo es. Todo concuerda y según tus propias conclusiones es casi seguro que es María.

Esteban tomó una gran bocana de aire. En verdad quería aferrarse a la idea de que María había aparecido. O más bien dicho, que después de tantos meses buscándola, ya la había encontrado. Pero no quería sufrir una decepción de nuevo. No estaba dispuesto a volver a sufrir como hacía un año...

-Según lo que sabemos de ella, no creo que se mueva del lugar en donde vive, su negocio va bien, y pensó que cambiando de identidad nadie la encontraría, pero es importante que te presentes pronto frente a ella, sino escapara de nuevo Esteban.

Esteban se puso de pie y admiró la impresionante vista que se posaba ante sus ojos. Era un hombre rico que podía permitirse crear un imperio bajo sus pies. Y así era, desde su oficina divisaba la ciudad de Nuevo York. Todo a sus pies. Y siempre había sido así, tenía a sus colegas, su familia, mujeres y amigos a sus pies. Menos a María...

-Si es verdad lo del evento del sábado, le veré allí- mencionó sin mirar a Leonel.

-Pero eso es muy arriesgado, la estarás viendo en sus terrenos Esteban, en su trabajo...- su asistente no estaba muy de acuerdo con la decisión que obviamente Esteban había tomado, y aunque intentara persuadirlo Esteban haría lo que quisiera, como toda la vida lo había hecho.

-Estará en sus terrenos, pero no podrá intentar huir. No bajo la presión de quedar bien ante quienes piden sus servicios. Consígueme dos invitaciones al evento. Viajaré mañana mismo a buscarla- Se giró sobre sus talones y tomó su agenda electrónica para disponerse a salir.

-¿Dos? Pensé que viajarías solo

-Y pensaste bien. Viajaré solo, pero en México le pediré a Mayte que me acompañe. –Intentó salir pero Leonel lo miraba sorprendido – ¿No pensarás que iba a presentarme ante ella solo? Mi orgullo me lo impide. Así que este tema está cerrado. Por cualquier cosa llama a Gerardo o a Luciano, ellos están al frente ahora.

Salió de la oficina y miró hacia el cielo. Era un día fenomenal para salir a pasear... como aquellos días del pasado en que ansiaba toda la semana por verla. Los días que saldría con ella. Bueno, con ella y sus respectivos hermanos. ¡Traidores!. Eso pensaba a diario desde el día de la boda frustrada de su hermano Bruno con María. Ella lo amaba, le brindaba lo que a él nunca quiso brindarle y el muy infeliz la dejó plantada en el altar para irse con la arpía de Fabiola.

Los padres de Esteban, Diana y Manuel, habían sido amigos de los de María. Carmela y Rufino Fernández se habían ido a vivir justo al lado de la casa de los Sanromán a petición de Diana que conocía a Carmela desde sus tiempos de colegio en la ciudad de México. Desde antes que cualquiera de sus hijos nacieran, ya tenían una amistad bien forjada. Nació Esteban, y un año después llegó a la familia Fernández, Fabiola. Dos años después Esteban tuvo a su primer hermano Bruno, y un año después de Bruno nació Daniela. Justo seis años después del nacimiento de Esteban, el mismo día de su cumpleaños, Carmela había entrado en labor de parto de la que sería su última y más pequeña hija: María. Y desde el momento en que Esteban fue consiente, tomó esa casualidad del destino como una señal. María y él no sólo compartirían festejos de cumpleaños, sino que para él había nacido ya la mujer de su vida...

-¡Esteban! ¡Espera Esteban!- Gerardo salía corriendo de las oficinas mientras Esteban estaba a punto de subir a su lujoso Mercedez Benz, así que se detuvo y caminó hasta su encuentro- ¡Qué bueno que te alcancé! ¿Es cierto eso de que te vas a México?- Decía Gerardo con notoria agitación.

Y Volveremos a QuerernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora