1

9K 1.1K 1.6K
                                    

Chuya nunca creyó necesitar el permiso de nadie para tener una pareja, un novio, un amante, o al menos eso pensaba.

Él seguía siendo un alto ejecutivo de la mafia y nadie podría cambiar eso, se había hecho a ese trabajo y no se veía capaz de trabajar en ningún otro lugar, ese era su hogar y se sentía en deuda con ellos. Por ello, cuando Mori le llamó a su oficina con un semblante que él desconocía no pudo evitar asustarse.

Tocó la puerta y se quitó su sombrero al entrar, mostrando la educación y el respeto hacia su jefe. No ver a Elise jugando en aquella sala era preocupante, Mori solo se alejaba de ella si la situación iba a ponerse fea o si iban a beber hasta que sus cuerpos no aguantasen más y no tenía pinta de ser la segunda opción. Kouyou estaba de pie junto al jefe, su ceño estaba fruncido y su expresión dejaba claro que estaba enfadada y podría matarlo ahí mismo si ella quisiera.

-Siéntate -El jefe estiró su mano señalando que quería que se sentase en la silla frente a su escritorio.

Cuando este se sentó, erguido, Mori cambió su expresión de molestia a una pequeña sonrisa traviesa, se cruzó de piernas y apoyó su codo sobre el reposabrazos y su mejilla contra su puño cerrado.

Armándose de valor y dejando atrás sus nervios se atrevió a preguntar.

-¿Ocurre algo?

Su medio hermana apretó los dientes, ella estaba realmente furiosa y Chuya no sabía por qué, aunque estaba empezando a sospechar que era culpa suya.

-Así que... Dazai.

La cara de Chuya palideció en ese instante, en cambio, Mori soltó una pequeña pero no inocente risa.

-Cállate, no tiene ninguna gracia -Su medio hermana estaba tan furiosa que no dudó en encarar a su jefe.

Los nervios de Chuya y su miedo era palpables en su rostro, sabía lo que pasaría ahora, no lo echarían, le matarían, no existía compasión para los traidores, aunque él no había traicionado a nadie, solo compartía una relación sentimental con el suicida desde hace poco más de un año.

-Yo...no, no estoy saliendo con Dazai -Antes de que le matasen trataría de negarlo todo.

Sintió la sed de sangre de su hermana pidiéndole que guardase silencio, no quería escuchar nada más de la boca del pelirrojo o haría que su demonio lo partiese en dos.

-¡QUE ESTAN SALIENDO! -Exclamó el jefe entre carcajadas, cogió a Kouyou de la manga de su kimono y dio pequeños tirones que parecían ser de emoción pero que, con su jefe no tenía claro que podía pasar.

-¡No me digas!

Su sarcasmo se clavó como un puñal en el pecho de Chuya, cada vez tenía más claro que iba a morir. Sus manos emitían un pequeño temblor, bajó su mirada a sus guantes y los contempló tentadores, no iba a morir sin pelear, si esos dos intentaban algo él arrasaría con todo, puede que muriese, pero la mafia moriría con él. Frunció el ceño cuando cruzó su mirada con Mori que no había borrado esa enfermiza sonrisa que lo caracterizaba.

-¿No tienes curiosidad, Chuchi? ¿No quieres preguntarnos como lo sabemos?

Por su tono juguetón de voz le dejó claro que Mori se estaba divirtiendo a su costa.

-¿Por qué no? Ya que hemos llegado hasta aquí.

El semblante de Chuya se volvió serio, se acabó el miedo, enfrentaría la realidad y a sus superiores. Kouyou
dio un golpe en la mesa, estaba cegada por la ira.

-Querida, explícale como nos hemos enterado -Puso una mano sobre su boca intentando que sus carcajadas no se escaparan.

Su medio hermana había comenzado a gesticular con las manos, le miraba, le señalaba, alzaba los brazos mostrando una fuerte indignación, pero las palabras no salían, hasta que...

PilladoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ