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Metro, edificios altos, smog por doquier, gente abriendo sus locales y el sol aclarando el cielo por completo; siguiendo su rutina, con una bolsa de almendras y arándanos en mano, picotea a la vez que camina en dirección al segundo encierro estudiantil, la universidad. Una vez llega a su destino, pasa de todos hasta llegar a una banca, mira la hora: diez minutos antes de entrar a clases. Guarda la bolsa en su mochila y, en su lugar, saca un termo, comenzando a beber su té antes de ser consumido por su celular.

WhatsApp

Martín

Buenos días, feo   08:07

No me trates así o voy a lloraaaar   08:07

Buenos días, amargado   08:07

Al recibir la respuesta inmediata, deja escapar una sonrisa que oculta bajo su bufanda. Era parte de su rutina dar los buenos días primero, un acuerdo por su obsesión de no sacar el teléfono en la calle y la flojera del otro por despertar más temprano, así uno dormiría más y el otro avisaría de su llegada en un lugar a salvo. Chatea unos minutos más hasta verse dentro de la hora y a escasos pasos adelantados del profesor, entra al salón de clases.

Ya serían unos dos años desde que comenzó a hablar por primera vez con Martín, un muchacho rubio con ojos de color que vivía en Argentina; siempre hablaban de cualquier tema, casi nunca de cosas serias, a excepción de cuando el otro necesitara apoyo, aunque en su mayoría solamente eran mensajes al azar. Sin tomar en cuenta el contenido de los mensajes, estos eran frecuentes cada día y eso era lo significativo de su peculiar relación. Al pasar el tiempo y no romper contacto, se volvieron amigos muy cercanos y ya no podían estar un sólo día sin mensajearse, por lo menos para decir un "Hola, hoy estaré ocupado". También, con toda la confianza acumulada, sabían que él otro realmente era quien decía ser, nada de perfiles falsos o cosas por el estilo, por lo que un par de veces hablaron sobre encontrarse algún día, teniendo ambos la pequeña esperanza de que realmente podría suceder.

Todo parecía ser un caso de mejores amigos a distancia, pero hace un tiempo en ambos comenzaron a surgir sentimientos más allá de la amistad. Ninguno era capaz de mencionar nada al respecto, el temor asolaba sus pensamientos, no querían que el otro se alejase por ese motivo, no se podrían perdonar el dar voz a sus sentimientos y arruinar todo, por lo que decidieron fingir demencia, a pesar de ver pequeños detalles en el actuar del otro que podrían indicar que eran correspondidos... Ante la inseguridad, prefirieron callar.

Las nubes grises comenzaron a cubrir el vasto cielo al terminar la jornada de clases y ante la ausencia de un paraguas, decide apresurar el paso hacia su hogar. Por suerte, ya no tendría que volver a salir, a partir de mañana comenzarían las vacaciones de invierno, llegó el tiempo de hibernar. A medida que se acercaba a su hogar, pudo divisar la espalda de un muchacho fuera de su edificio, se notaba bastante perdido, al ir acortando distancias más debatía sobre ayudarlo o ignorarlo, viéndose más inclinado a la última opción. Su celular vibra, decide ignorarlo, dado que ya estaba por entrar a su departamento y en ello, el joven frente a sus ojos da media vuelta, sus miradas se conectan por un segundo, pero su actuar se sintió reflejado en una hora, ambos paralizados hasta que el universitario revisa el último mensaje de su celular:

"¿Es real la dirección que me dijiste la otra vez de tu departamento?"

— ¿Manu?

Reconoce la voz de los audios, aquel dulce tono con acento argentino, logrando salir de su trance y despegando la vista de su celular.

— ¿Martín?

Intenta corroborar de todas formas, incrédulo, comenzando a dudar de haber despertado esta mañana, quizá se quedó dormido y se le hacía tarde para la universidad, ¿no?

Amigos a distancia || ArgChiWhere stories live. Discover now