PRELUDE

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ANNABELLA SINGER aun podía escuchar el veneno en la voz de su padre cuando le gritó por una ultima vez;

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ANNABELLA SINGER aun podía escuchar el veneno en la voz de su padre cuando le gritó por una ultima vez;

"Si sales de esa puerta yo ya no tengo una hija"

Esas palabras resonaban en su cabeza una y otra vez, esas palabras la habían hecho dudar en la puerta, quedarse quieta por un segundo, antes de obligar a sus piernas a seguir moviéndose y salir de esa casa para siempre. Ahora ella no sería parte de los cazadores, ella sería una de las presas, la cazarían como a uno de ellos, su valor para los demonios ya era mucho por ser hija de un cazador bastante reconocido y con lo que estaba por hacer con su vida ahora?

Vio a unas chicas de preparatoria, de su edad, hablando entre si con sus bolsos y mochilas, de seguro cuchichean de su ultimo examen o de lo que iban a hacer el próximo fin de semana. En otra vida ella pudo haber estado con ellas, con dieciséis años, aun yendo a la escuela como una chica buena y obedeciendo a su padre, con amigas que nunca tuvo. Sin embargo su tía Laura, antes de morir, le había hecho prometer que vivirá para disfrutar, que no viviera su vida bajo las reglas y morales de alguien más, si no las suyas propias.

"Vive con amor, Annabella o si no vivirás tan amargada como tu padre"

Inclinó la cabeza, viendo las flores blancas que se estaban abriendo, la primavera estaba llegando a su punto dulce donde las flores se abrían y perfumaban, sería su temporada favorita del año de no ser por las alergias. El invernadero en el que estaba se sentía tibio, siempre se había sentido segura aquí, segura de las feas miradas de su escuela, segura de los cazadores, segura de estos mundos tan odiosos. 

La piedra de su collar comenzó a emitir un fuerte brillo rojo, alertándola, se paro de la banca rápidamente con el corazón latiéndole con velocidad mientras agarraba el látigo.

— ¡Soy yo!— Annabella vio al joven de cabello negro desordenado y ojos azules, traía la misma chaqueta de cuerno negra de siempre, tenía las dos manos en alto—. Tranquila soy yo.

Ella dio un suspiro antes de dejar el látigo y correr a abrazarlo, él inmediatamente envolvió sus brazos alrededor de ella, levantándola del suelo por un segundo. Se separaron un poco solo para que ella le pusiera las manos alrededor del cello y lo besara con fuerza, los tacones ayudándola a llegar a su altura. 

— ¿Él no te hirió, cierto?— él preguntó en un murmuró, apenas separados por un par de centímetros, ella negó alejándose un poco mas.

— Mi papá nunca me ha puesto una mano encima.

Se fijó en los ojos azules de Dabek, en las líneas de su cara y al curva de sus labios, él le tomó las manos y se las beso;

— Te tengo una sorpresa.

La obligó a mantener los ojos cerrados y solo para asegurarse le puso las manos encima para que no viera absolutamente nada, la llevó afuera del invernadero, pudo sentir que el aire había cambiado. 

— Es tu regalo— él anunció a la vez que le quitaba las manos de los ojos. La chica vio frente a ella un hermoso auto convertible, rojo y brillante, solo lo había visto en la tele y en sus mas hermosos sueños, siendo hija de un mecánico siempre había juzgado mucho la apariencia de los autos.

— ¿Es... es un Ferrari F50?— ella murmuró sin poder creerlo, pasó una mano por el auto, recién encerado al parecer. Los vidrios estaban relucientes, los asientos eran de cuero y olía tan bien, se dio la vuelta para ver al demonio que sonrió y le hizo un gesto;

— ¿Pues que esperas? Súbete— le tiró un par de llaves que ella atrapó en el aire—. Tú conduces, es tu auto.

Sintió la sonrisa expandirse por su rostro antes de prácticamente saltar al asiento de delante, el chico rio al verla prácticamente vibrar de la emoción. Annabella paso sus manos por el volante y luego vio hacia adelante, el camino, el futuro que tenía por delante, lo que iba a ser. Casi toda su vida deseaba salir de este maldito pueblo que era Sioux Falls, desde que su tía Laura murió y tuvo que quedar a cargo de su padre. No se dio cuenta que se había quedado quieta hasta que sintió una mano en su muslo, vio hacia su derecha, esos ojos azules penetrantes la veían curioso.

— ¿Que sucede, ángel?

— ¿Adonde iremos?— ella preguntó, le gustaba ser espontanea pero desde hoy en la mañana los nervios la habían comido viva y deseaba tener un poquito de control. Él sonrió, esa sonrisa tan característica de él que la hizo derretirse desde el primer momento que lo vio. Le paso un mechón de cabello negro detrás de la oreja antes de acunar suavemente las mejillas de la chica.

— Bueno, Bon Jovi me debe un favor. Siempre haz querido ir a su concierto. Pero te prometo, ángel, que ese bastardo cantara en vivo y a tu lado solo para ti.

— ¿Y luego?— ella preguntó, sonriendo un poco ante sus palabras, sintiendo esas mariposas en su estomago cada vez que la tocaba.

— Italia, Francia, Cuba, Japón. El mundo es tuyo, Anabella Libaax— él le aseguró antes de dale un beso en la coronilla de la cabeza. La chica sonrió y encendió el auto, sintiendo el ronroneó del motor, apretó el acelerador, viendo por una ultima ve en el retrovisor el pueblo que estaba dejando, el padre que estaba dejando, y el modo de vida con el que había crecido.


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⏰ Última actualización: Jul 24, 2022 ⏰

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The Shadows Scream |dean winchester|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora