El contrato

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La siguiente clase se desarrolló con normalidad, el profesor habló de la leyenda del Esquimo y del origen del mundo, de la tradición oral y el mito. Sugirió varias lecturas complementarias y asignó para la próxima clase leer una prosa de Mark Twain. Aun faltaban días, encuentros y risas, aun no era tiempo para hablar de intimidad, más sin embargo ella, ya cautivada, decidió escribirle vía chat.

La tarea fue la excusa necesaria para conversarle. El le respondió de inmediato, y le preguntó cosas que con la asignación académica nada tenían que ver. Y así fue, como ella indiscreta y sarcástica le escribió: "¿Te puedo hacer una pregunta?". A lo que el contestó: "Todas las que quieras"...Ella, grata y estúpidamente emocionada, aunque manteniendo la cordura y compostura le preguntó: ¿Cuándo te gradúas?. El, decepcionado le contesta: "Pensé me preguntarías si tenía novia". En serio, ¿pensó eso?, ¿acaso podría importar el hecho que fuesen sus besos de otra?. Ella solo deseaba que sus besos fueran suyos, y recitarle a diario un devocionario de ellos en el cuello. 

Solo rió, ella rió...Lo tenía, el quería, ella lo deseaba, y así sería. Inmediatamente, sacudiéndose la emoción pensó en el DESEO, gran estafador que va timando el pensamiento sensato, calando con palabras falsas pero dulces, con mieles amargas  y besos prestados, hasta que llega la ruina, y solo te deja el AMOR. Pues no se lo lleva, es el único bien en pie e intocable que deja.

 Para proteger su corazón de una estafa más, ella pensó en un contrato, un contrato en el que se estableciese el tiempo prudencial del lujurioso retozo, pues es precisamente el tiempo el que juega sucio y le da permiso al estafador de calar hondo, llevándose nada y dejándolo todo.

Solo duraría el tiempo que tarda un estudiante de literatura Americana en leer y analizar 45 poemas, 10 ensayos y 6 cuentos cortos. Durarían solo cinco asignaciones, dos pruebas, cuatro talleres y un trabajo final. 

Ambos aceptaron cumplir con la petición, no sería problema.Todo iba a estar bien. Con lo que no contaban era con el notario DESTINO forjador del engaño. Y así, firmaron sin leer las letras pequeñas e invisibles de una cláusula dolorosa e insensata.  



Carne EfímeraWhere stories live. Discover now