"Ven Conmigo"

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Su abrazo me recordó a como se sentía olvidar el mundo por un par de segundos.

-Hola, cariño.

Sus ojos azules tan preocupados no pudieron ser evadidos, me acarició una mejilla, ya no era una niña pero frente a él me sentí como tal, tan vulnerable como frágil.

-No te esperaba.

- ¿Por qué no hablaste con nosotros? -pronunció con reproche.

-Ben, yo soy tu madre.

-Antes éramos una fortaleza, ahora me dirás qué no tengo la autoridad para pedir una explicación.

-Lo creí prudente, para mí familia.

- ¿A esto le llamas familia? -levanto los brazos al aire con ironía-. Esto no es una familia. Estás sola en casa esperando el regreso de quién anhelas, y cambió recibes a una imitación barata con la cual pretendes conformarte, dime en dónde está mi madre, a dónde fue esa mujer.

-Se fue, está enterrada en Forest Lawn.

Respondí sin culpa alguna, ahí había estado desde hace años, nunca pude salir del abismo a pesar de intentarlo tantas veces, esos ojos verdes me atormentaban cada día de mi vida, ese niño o niña se llevó consigo la mejor versión de mí misma. Una historia tan trágica, tan desgarradora que en lugar de poder contarla una vez más preferimos decir "diferencias irreconciliables", esa era la razón de haberme quedado a medio camino de la felicidad y sin pensarlo me quedé en un abismo interminable de recuerdos de donde únicamente Michael podía sacarme, pero él no estaba ahí para ayudarme a volver a la luz.

-Ya no voy a dejarte, no pienso dejarte arruinar el resto de tu vida, ni el de mis hermanas...

-Ben.

-Ya es hora de abrir los ojos a un nuevo panorama.

El timbre de la puerta sonó, me quedé petrificada con las manos a los costados, los ojos perdidos en su sombrero y los lentes negros, estaba ahí frente a mí... se aproximó con rapidez para sostener mi cuerpo antes de tocar el suelo, estaba por desvanecerme entre sus brazos antes de mencionar palabra alguna, aquellos ojos marrones llenos de ilusiones rotas fue todo cuanto pude visualizar antes de perderme entre las pesadillas de nuevo.

No pude cerciorarme de cuánto tiempo pase inconsciente, la voz de mi hijo a la par con el olor insoportable del alcohol me llevaron de vuelta al lugar en donde me encontraba desde el principio.

- ¿Estás bien?

Asentí con un nudo en la garganta, Michael carraspeó poniendo las manos sobre los hombros de Ben, se le escapó una sonrisa con intranquilidad, tenía el semblante preocupado me hizo tragar saliva.

No le había prestado atención hasta ese momento, estaba muy delgado... parecía de porcelana.

-Vete.

-Necesitamos hablar.

-No.

Me levanté del sillón a tropezones, sin darle tiempo para tomarme del brazo corrí hasta las escaleras, no me detuve en ningún momento, la puerta se cerró tras mi entrada a la habitación, mis pequeñas niñas se encontraban durmiendo en total silencio interrumpido por mi respiración irregular.

-Lisa, por favor.

Su voz resonó a lo largo del pasillo, me dejé caer contra la puerta y cubrí mis labios con una mano, no quería profanar el sueño de Harper o Finley.

-Lisa necesito hablar contigo, por favor dame la oportunidad de enamorarte una vez más, de darte mil razones para quedarte a mi lado.

Finley pronto comenzó a llorar, corrí hasta ella para encontrar una manera de calmarla antes de que perdiera el control, y a pesar de mis esfuerzos su llanto llegó quizá a inundar la casa entera, la puerta se abrió a mis espaldas ella guardo silencio durante un par de segundos y extendió los brazos. Pude respirar con tranquilidad, pues era L quien se encontraría al otro lado de la habitación con una sonrisa plasmada en el rostro para hacer feliz a la pequeña Finley, y no demoré mucho en detectar mi error al girar sobre los talones. La niña amenazaba con despertar a su hermana luego de tantos gritos, ella me pedía ir a los brazos de Michael y a regañadientes la deje ir con quién ella quería.

–Hola –saludo con ternura–. Eres una niña realmente preciosa, y pronto cumplirás años, ¿no?

Las pequeñas carcajadas de la niña me hicieron desear no pensar en nada.

–Me gustaría estar en tu fiesta de cumpleaños –le dió un beso en la mejilla–. Es muy tierna.

–Sí, lo sé.

– ¿Cuándo es su cumpleaños?

–7 de Octubre.

–Falta muy poco.

–Sí.

Estaba a punto de asfixiarme, las ganas de salir corriendo o tirarme a llorar eran irresistibles, no quería estar frente a él, no deseaba continuar golpeando mi cabeza contra los recuerdos de una vida sin planes por concretar.

–Mi marido llegará en cualquier momento.

–Ben me dirá cuando esté aquí.

–Michael, por favor, no quiero hablar contigo, ya no puedo darme el lujo de arruinar otra familia.

–No estás arruinando nada, únicamente hablaremos, como lo hacemos ahora.

–Entonces hablemos y listo –mi respiración bajo su ritmo dejando de estar entrecortada, me relaje cuando pude sin llegar a bajar la guardia–. ¿De qué quieres hablar?

Arrullando a la niña me miro por unos segundos, sus penetrantes ojos marrones no habían perdido su fuerza a pesar de los años, siempre tan misteriosos e hipnotizantes.

–Es una charla bastante larga.

– ¿Propones ir a un café? –me aclaré la garganta tragando saliva con dificultad.

–Propongo un fin de semana –sentencio–. Un lugar en donde nadie va a molestar, podemos estar tranquilos durante unos días mientras logró exponer ante ti todos mis argumentos.

–Excusas –le corregí. 

–Realmente necesitamos hablar, una charla verdadera sin la interferencia de tu madre o de algún conocido, podemos aclarar todas nuestras mentiras y también intentar hablar sobre un futuro entre nosotros.

–Tu carta no habla de un futuro entre nosotros.

–Luego de todo cuanto a pasado en estos años no pienso volver a tenerte lejos de mí.

–Michael, ya no puedo abandonarlo todo en cuanto lo dispongas, tengo la maravillosa oportunidad de criar a mis hijas en un ambiente sano, con una familia de verdad.

–Nosotros ya éramos una familia.
–Y ahora somos únicamente ruinas de toda esa felicidad.

–Lisa vas a venir.

– ¿Y cómo vas a obligarme?

Miró a la niña y luego a mí de manera alternada un par de veces.

–Si no lo haces –nunca había tenido más miedo de sus palabras–... voy a pedir un prueba de paternidad.

VuelveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora