8.El círculo

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El día había pasado sin pena ni gloria. Pese a que me había costado mucho estudiar la noche pasada. Lo había logrado, y el examen me había salido bastante bien. Luego había cogido el bus de siempre y había ido a trabajar. Mi vida de siempre volvía poco a poco a la normalidad. Nate no había llamado. Habían pasado dos días desde que se fue con su dinero. No estaba decepcionado, solamente era algo que ya suponía. Mi relación con Ryan también pareció volverse más normal que los últimos días, auque aún no había conseguido que me dijera quien era la tipa que le gustaba. Supuse que sería algún pendón y por eso la ocultaba.

— ¿Cierras tú?—le pregunté a Rhys cuando llegó el final de mi turno.

Mi jefe me sonrió y asintió levemente. Estaba mirando algo en la pantalla del ordenador y no me prestó mucha atención. Negué con la cabeza, cogí mi mochila de detrás del mostrador y me fui. Comencé a caminar por la calle hacia la sexta avenida. Ya estaba apunto de ponerme los cascos, cuando alguien me silbó desde el otro lado de la calle. Bajé los cascos lentamente hasta dejarlos colgados de mi cuello y miré. Me quedé parado un momento al reconocer el coche, pero sobre todo, al chico que había apoyado en él con los brazos cruzados y una cara de diversión en el rostro. Sin esperar a que me llamara, crucé la calle y me dirigí a él a toda prisa.

—Creí que después de pagarte me dejarías en paz—le dije poniendo cara de disgusto muy fingida. En realidad una parte muy profunda, y muy extraña de mí, estaba feliz.

—Y yo creía que querías saber el paradero de tu hermano—contestó igual de molesto—. Tú me lo pediste, ¿recuerdas?, auque si tanto te molesta mi presencia creo que es mejor que me vaya.

Lo vi rodear el coche con indignación hasta llegar a la puerta del conductor. Enseguida reaccioné. Hacía casi dos semanas que Adam no daba señales de vida y comenzaba a estar realmente preocupado.

—Perdona—le dije. Nate se detuvo con la puerta abierta y elevó la mirada con expectación—. Por favor, si sabes donde está Adam...

—No se donde está—respondió Nate con un bufido y una certeza muy profunda, más bien parecía darle pereza todo aquello—. Pero se donde estuvo la noche antes de dejar de dar señales de vida, y con quien estuvo.

El chico comenzó a andar de nuevo hasta quedar a medio camino y yo también anduve para reunirme con él frente al coche negro. En cuanto me miró se pasó una mano por el pelo y suspiró mientras bajaba la mirada el palmo que me sacaba de altura y posaba sus ojos sobre los míos. Era una mezcla de reconocimiento y ternura.

— ¿Vas a decirme dónde, o tengo que adivinarlo?—dije con ironía al ver que el silencio se prolongaba poniéndome los nervios de punta.

—No sería una mala opción—medio rió él—. Yo te doy una pista y tú me recompensas con un beso.

Me pasé las manos por la cara con desesperación y luego puse cara de disgusto y furia y le miré de nuevo mientras negaba con la cabeza.

—Por favor—imploré de nuevo.

Él rió otra vez demasiado divertido para mi gusto y se metió las manos en el bolsillo con resignación.

—Está bien—cedió—. Sube.

— ¿Cómo?—pregunté sin entender nada—. Creí que ibas a decirme donde le vieron por última vez y quien.

—Ya—dijo—. Pero resulta que el sitio donde le vieron por última vez no es un sitio a donde tú puedas ir así sin más, y mucho menos solo.

—Nate—dije con recelo—. No me marees, ¿Qué es lo que pasa?, si no puedo ir en su busca, ¿Por qué has venido a decirme esto?

—No—me corrigió—. Yo he dicho que no podías ir solo, no que no pudieras ir. Por eso te he dicho que te subas al coche.

El DisfrazWhere stories live. Discover now