1.El sueño

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Creencias, Conflictos y Sueños (C.C.S.) Domingo 23 de enero de 1983

Hoy te soñé.
Estabas charlando con otras personas alrededor de una mesa ovalada.
-Hola, princesa.-Llegué decidido, desde lejos.
-Hola...-respondiste abriendo apenas los labios como si mi aparición te causara aturdimiento-. ¿Eres tú?
-Sí, Sheccid.
-Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba Sheccid.
-¿Todavía te gusta?
-Depende de quién lo pronuncie.
-Yo soy el único que te puede decir así.
-Tienes razón.
-¿Me has extrañado?
-Mmh-te llevaste un dedo a los labios-. Ha sido un tiempo difícil.
-Contéstame.
Había tantas cosas qué explicar. Tanto que aclarar. Tanto que comprender.
-Sí-aceptaste-. Te he extrañado.
-Necesitamos hablar.
-¿Cuándo?
-Te invito, mañana, a comprar un libro.
-¿Geometría y Trigonometría plana?
-Puede ser. ¿Por qué no? Lo perdí. Quiero recuperarlo para mi colección. ¿Vamos a pie y después en autobús de pasajeros? ¿Como antaño? Podemos tomar un helado de chocolate también.
Cinco años atrás fuimos juntos a comprar el libro de Baldor.
Andando por la calle y usando el transporte público. Fue la tarde en que me atreví a abrazarte por la cintura y me senté junto a ti, apresando tus manos entre las mías. La tarde en que compartimos el mismo helado y estuvimos a punto de besarnos.
Sonreíste acongojada (si la contradicción es lícita), como tratando de borrar con un soplo los últimos años tormentosos para poder regresar mágicamente a los felices tiempos de la inocencia.
-De acuerdo-dijiste-, nos vemos en la misma esquina a la misma hora.
-No llegues tarde- recomendé.
Los sueños son a veces sucedáneos de acontecimientos reales.
Para ciertas corrientes de psicoanálisis hay, en la actividad mental nocturna, mensajes secretos enviados por el subconsciente, propensos de ser interpretados por un profesional. Para los adeptos a retrotraer las prácticas de antiguos profetas escritura les, los sueños transfieren de manera vedada un mensaje de la divinidad. Yo no soy un prosélito de ninguna de esas teorías, pero sin atreverme a descalificarlas por completo, me inclino a creer que, como la mente es muy poderosa, cuando concebimos en ella pensamientos reiterados, ocurre un fenómeno de plasticidad que les va dando materia hasta convertirlos, primero en sueños vívidos y más tarde en sucesos reales.
Sheccid: yo te he ideado (y trazado y descrito y narrado y planeado) demasiado tiempo; no es raro que te sueñe como si fueras carne y hueso, ni será extraño que pronto acabe por verte frente a mí...
La realidad no es sino el resultado de lo que deseamos.
Por eso el sueño me pareció tan real. Y por eso sé que de hará verdad.
Me vi ahí, parado en la misma esquina donde nos citamos antes, esperándote con ansia, alegre de que pronto llegarías y temeroso de que no lo hicieras.
Observé la calle. ¡Había excesiva polución!; la avenida tenía baches, charcos, lodo; el tráfico, espeso; y los grandes y espaciosos autobuses urbanos de antaño escaseaban (habían sido sustituidos por microbuses). Por si fuera poco, en el horizonte se dibujaban los trazos luminiscentes de una tormenta eléctrica. Portentosos relámpagos chocaban en el firmamento. Al principio los fulgores resultaron bellos, dignos de fotografiar como se hace con las auroras boreales, pero poco a poco aumentaron de intensidad acompañados fe truenos atroces. Jamás había visto ese portento de lobreguez. "Un mal presagio", pensé.
Escuché unas pisadas detrás. Giré. Eras tú. Vestida con saco y falda, maquillada en exceso; te veías más adulta y formal, pero también más triste e insegura, como ocurre con las personas que ha sido golpeadas cruelmente por la vida. Miré el reloj.
-Llegaste puntual.
-He cambiado.
-¿Ahora usas zapatos de tacón?
Estaba más alta que yo.
-A veces; discúlpame.
Uno de los pocos autobuses de pasajeros que quedaban en circulación se detuvo frente a nosotros. Pero iba lleno. Subimos. No había un solo asiento libre. La gente se bamboleaba asida a las barras de metal. Olía a gasolina y sudores. Apenas pudimos entrar. En el cielo continuaba generándose el ruido infame de relámpagos.
Un vagabundo, quizá morboso y malintencionado, pero también quizá porque fue empujado por el gentío o aletargado por el alcohol, comenzó a recargarse en ti. Te incomodaste. Volteaste a verme como diciendo "protégeme". Entonces aparté al tipejo e interpuse mi cuerpo para cubrirte la espalda. El vagabundo se desbordó en insultos. No le respondí. Quedé como abrazándote. Tú te encogiste un poco para dejarte abrazar.
-Gracias.
-Sabes que me pelearía con cualquiera por ti
-Sí... No me lo recuerdes.
-Desde que nos separamos, no he pensado en otra mujer. Me has hecho falta. ¡Hay tantas cosas que no aclaramos... Tantos cabos que dejamos sueltos!
-¿Por qué nos pasó eso?
-¿Malos entendidos?-adiviné.
-Puede ser.
-Sheccid, dime. ¿Cómo has estado?
-Mal...-cerraste los ojos-. Muy mal...
-¿Por qué?
-Espero que no me pidas demasiadas explicaciones. No podría dártelas- tu voz se atenuó hasta el silencio; te encogiste aún más como tratando de esconderte-. Vivo secuestrada. Aterrada. Mi vida peligra. Tengo miedo. Me están observando. Ayúdame, José Carlos. No sé a quién acudir.
En el cielo se dibujó una centella seguida del trueno más ensordecedor.
Entonces, de forma inverosímil (en los sueños no importan las verosimilitudes), comenzamos a caer por un largo, profundo y negro agujero...
Desperté. Me levanté sudando.
Quise alcanzar el vaso con agua que acostumbro poner en mi mesita. Lo tiré. Por fortuna estaba casi vacío. Encendí la luz. Iban a dar las cuatro de la madrugada. Traté de calmarme. Salí de la cama y descorrí el cancel de la ventana. Quería sentir el frío de la noche. La humedad del rocío. Pero la noche era caliente, bochornosa... Había sombras entre las buganvilias. ¿Una persona? ¿Una mujer? Cerré los ojos y volví a abrirlos. Eran sólo tinieblas.
Volví a la cama pero ya no dormí.

Los Ojos De Mi Princesa 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora