Después del Puente: Parte 1

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Antes de que empiecen a disfrutar, quiero comentarles que éste extra de dónde lo saqué, tenía muchas (MUCHAS, y con esto también me refiero a preguntas con solo un signo de interrogación) faltas de ortografía, así que me tomé el tiempo y la libertad de corregirlas, al menos corregí las que logré encontrar, seguramente haya quedado alguna por ahí. Si las encuentran no duden en decírmelo y yo las corregiré. Sé que no hay nada más molesto que leer algo con faltas de ortografía (bueno, al menos para mí, sí lo es).

Ahora sí, no los molesto más. ¡Que lo disfruten tanto como yo!

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"Ahora es tiempo para nuestro confort y plenitud.

Estos son los días para los que hemos estado trabajando

Nada puede tocarnos y nada puede hacernos daño

Ya nada va mal."

Keane- Love is the end.

Tessa tenía un piso propio en Londres. Era el segundo piso de una casa blanca en Kensington y como los había dejado a los dos dentro (su mano temblando un poco mientras giraba la llave) le explicaba a Jem que Magnus le había enseñado como los Brujos podían ser los dueños de una casa durante tantos siglos dejándoselas de herencia a sí mismos.

"Después de un tiempo empecé a usar nombres tontos," dijo, cerrando la puerta detrás de ellos "creo que soy la dueña de este piso bajo el pseudónimo de Bedelia Codfish."

Jem se rió, aunque su atención no estaba enteramente en lo que le decía. Estaba echándole un vistazo al piso (las paredes estaban pintadas con colores brillantes: el salón lila con sofás blancos, la cocina verde aguacate. Se preguntó cuándo había comprado el piso Tessa, ¿y por qué? Había viajado muchísimo, ¿por qué establecer su casa en Londres?).

La pregunta se secó en su garganta cuando se giró y se dio cuenta de la puerta parcialmente abierta, pudo atisbar las paredes azules de lo que parecía una habitación.

Tragó y su boca se secó de repente. La cama de Tessa. En la cual ella dormía.

Ella entrecerró los ojos y lo miró. "¿Estas bien?" Lo cogió de la muñeca; él sintió que el pulso se le aceleró bajo su tacto. Como siempre antes de convertirse en Hermano Silencioso. Durante su estancia en Idris se preguntó, después de que el fuego celestial le ocurriera, si seguiría siendo de esa manera para ellos: si sus sentimientos humanos volverían. Había podido tocarla y estar cerca de ella como Hermano Silencioso sin quererla como lo había hecho cuando era mortal. Aun la amaba, pero era amor de espíritu, no carnal. Se preguntó, incluso temió, que los sentimientos y respuestas físicas no volverían a ser lo que eran. Se dijo a si mismo que incluso si la Hermandad Silenciosa hubiera matado la habilidad de manifestar sus sentimientos de manera física, que no se decepcionaría. Se había mentalizado para saber que esperar.

No tendría que haberse preocupado.

En el momento en que la vio en el puente, acerándose hacia él entre la multitud con sus jeans modernos y su bufanda, con su pelo al viento. Él sintió su aliento llegar a su garganta. Y cuando ella sacó del cuello el medallón de jade que él le había dado y tímidamente se lo dio, su sangre bombeo llena de vida dentro de sus venas, como un rio sin represa.

Y cuando ella le dijo, Te amo. Siempre te he amado y siempre te amaré, le llevo todo lo que no tenía no besarla en ese mismo momento. Hacer más que besarla.

Pero si la Hermandad le había enseñado algo, era el autocontrol. Ahora la miraba y luchaba con la firmeza de su voz. "Un poco cansado", dijo. "Y sediento, a veces me olvido de que ahora necesito comer y beber."

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