Cuando a Fabiano sus padres le dijeron que se iban a mudar de casa, la idea no le agradó. Estaba tan bien en San Antonio -allí tenía a sus amigos, el parque donde solían jugar, la panadería de ricos alfajores, la iglesia a la que asistían, más por ver a las chicas que por escuchar misa-, que alejarse de todo aquello sería una pérdida difícil de recuperar.

Rogó hasta el último momento para que los padres cambiaran de opinión, pero la decisión ya estaba tomada, no había vuelta que darle, la próxima semana se irían a Trinitarias y era mejor que el se acostumbrara a la idea.

Maldijo la hora en que despidieron a su padre del banco donde trabajaba como asesor financiero; maldijo que solo el sueldo de su madre no alcanzara para seguir pagando el alquiler de la casa donde vivía, además, con Selena, su hermana menor. Se despidío muy apenado de sus amigos; prometió que seguiría chateando con ellos, que vendría a visitarlos de vez en cuando, y recorrió las calles de su barrio por última vez. De niño había jugado en los columpios del parque y bebido del agua de la pileta de cisnes, aunque esto le produjo un dolor estomacal que le duró toda una noche. En el colegio de curas donde había estudiado desde inicial hasta segundo de secundaria, había aprendido el valor de compañerismo entre varones y la alegría compartida. Y en la iglesia que quedaba al frente de su vivienda, delante de un jardín de margaritas, había conocido a una linda rubiecita de trece años, a quien cariñosamente llamaba Hannah Montana. Fue de ella la última que se despidió.

Tocó su puerta con los nudillos, esperó que alguien saliera, pero al no obtener respuesta, se prendió el timbre hasta que Hannah apareció por la ventana del segundo piso y, con un gesto de la mano, le indicó que esperara. Salió diez minutos después: estaba durmiendo, el timbrazo jodidamente largo la había despertado. ¿Por qué era tan espeso? ¿ Qué era lo que quería? Fabiano venía a despedirse, mañana partía con toda su familia y no podía irse sin decirle adiós. A ella se le fue el enojo, uy que pena, no se imaginaba que fuera tan pronto, ¿la iba a extrañar? Por supuesto que sí, el tragó saliva, sobre todo porque su forma de ser le había empezado a simpatizar. ¿Y nada más eso? Bueno, algo más, ¿no? , se sonrojó, la verdad era que siempre, desde que la vio al lado de su madre en la iglesia, le había gustado. Hannah lo miró a los ojos con algo de desconcierto: ¿y recién ahora se lo decía?, ¿no creía que era demasiado tarde? Fabiano la tomó de las manos: no se iba a morir, solo a mudarse de barrio. Sí, pero a ella las distancias no le cuadraban, su hermano le había dicho que una relación de lejos era una relación que no sobrevivía.

Se entristecieron, lamentaron la situación, pues en el fondo estaban seguros de que podrían haberse llevado bien. Fabiano, aprovechando que la tenía cogida de las manos, quiso darle un beso en los labios, pero ella lo rechazó. Ya para qué, bajó la cabeza, resignada, sería tonto que chapáramos, y el se quedó con las ganas de besar a Hannah Montana.

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⏰ Last updated: Mar 11, 2017 ⏰

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La Chica Del SótanoWhere stories live. Discover now