Satisfecho con su vida ordinaria, Jinhwan es una especie de gusano. Sin embargo, su cómodo estilo de vida se desvía de repente cuando accidentalmente se sumerge en el mundo de las sirenas. Enredado en una maldición, Jinhwan aprenderá que el mundo pu...
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Aquella mañana, en la que la tenue luz de la luz de la mañana entraba a través de las transparentes cortinas de mi habitación, no recordaba nada acerca de lo que había pasado la noche anterior, o tal vez si era capaz de hacer memoria de aquello solo que mi mente se bloqueaba en un deliberado intento por generar una amnesia dada por ese traumático evento.
Suspiré, quedándome recostado aún debajo de mis sabanas, sin embargo, la presencia de una rama y una nota amarilla sobre mi mesa de noche llamaron mi atención ocasionando entonces que me levantara y cogiera entre mis manos aquel papel <<Realmente sucedió>> venía escrito con tinta negra y es que,aunque tratara de olvidarlo, aquello era algo con lo que tenía que vivir de ese día en adelante.
—Entonces... ¿realmente soy una sirena ahora? —alcancé a murmurar antes de que un inesperado grito me distrajera totalmente de mis pensamientos.
—¡¿Quién diablos eres y qué hiciste con Jinhwan?! —gritó aquella ronca y fuerte voz que me era familiar, era Bobby, quien quizá al haberse encontrado con aquel chico de ojos grisáceos generó una pelea, una futura pelea que fui capaz de detener en el momento en cual bajé a la planta baja encontrando a Bobby arriba del aquel otro chico.
—Suelta mis piernas ¡Demonios! ¡Acabo de conseguirlas! —gritó la otra voz.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —grité.
Bobby volteó su mirada hacia mí, unos ojos que reflejaban preocupación y tranquilidad al mismo tiempo.
—Jinan... —murmuró el chico de diminutos ojos mientras pensaba: «Él se encuentra bien...gracias a Dios».
—Buenos días, carnada de pez, bonita pijama llevas puesta. —saludó con entusiasmo aquel sireno, con una sonrisa de oreja a oreja, acto que desde luego provocó que Bobby me protegiera poniéndome detrás de él, y aquello fue algo totalmente inesperado para mí, en parte me gustaba lo protector que era conmigo, quizá por lo pequeño que yo aparentaba ser por mi corta estatura de apenas 1.65 metros.
—Jinan, quiero que corras hacia la puerta trasera y llames a la policía mientras me hago cargo de este intruso. Él podría ser peligroso.
—¡¿Peligroso?! —gritó Junhoe—. ¡Fuiste tú el que me atacó!
