Capitulo 11

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Zoe

—Dime que lo has logrado.

—Sí, lo hice.

—No sé, no estoy muy segura.

—¿Quieres que nos veamos mañana después de que termines tus clases?

—Sí, eso estaría perfecto... mi amor.

—Te veo mañana —cuelga.

¿Qué paso con su ánimo por lograrlo?

Paso alado de su casa y no puedo evitar mirar por la ventanilla, ese hogar que me alegraba de visitar de niña, donde podía pasar horas jugando con él, donde crecimos juntos. El hogar de Israel.

Hoy regreso a casa de mi madre después de un año, Israel no le contó nada a ella sobre lo que ocurrió en mi fiesta, pero su mamá si lo hizo. Me mando a vivir con mi padre durante todo este tiempo, aunque no está lejos de donde normalmente vivía, mi padre es un tanto especial. Levantarse a las cinco de la mañana a hacer ejercicio, tomar dos clases extras aparte de la universidad, dormirse a las diez. Sé que suena algo absurdo que te obliguen a hacer eso a tus diecinueve años, pero era eso o casarme con cualquier idiota que se me pasara por enfrente. Yo no quería ese final para mí.

Entre a estudiar leyes, mi padre es un abogado muy reconocido en la ciudad así que tengo mi futuro asegurado con eso. Aparte de la escuela, asisto a ballet martes y jueves. Intente entrar a una escuela de canto pero no me fue como yo esperaba así que la deje a la semana, solo que mi padre sigue creyendo que voy.

Se podría decir que volví a tener mi vida normal, pero no es así. Durante todo este tiempo no he recibido ni mensajes ni llamadas de mi madre, mucho menos una visita. Le he roto el corazón. Para ella siempre he sido la chica perfecta. Siempre había sido la chica perfecta.

Tardo un año en dejarme regresar, no es que mi padre no me agradara. Sin embargo, no he dejado de pensar en ella, en el daño que le he hecho. Israel arruino mi vida.

—Listo señorita, es aquí —el chofer del Uber hace que de un salto.

—Gracias —abro la puerta de inmediato.

Espero a que baje las maletas y sonrió en forma de agradecimiento, ¿Es suficiente, no?

Pase días imaginando como seria regresar a aquella casa que me recordaba a toda mi infancia, pensaba que mi madre saldría corriendo a recibirme con los brazos abiertos, con un mandil rosa pastel. Entraría a la casa y sonreiría al oler el estofado de que ella se ha esmerado en preparar, solo para mí. Una madre perdona todo, ¿no?

Después de varios minutos de esperar a que salga, me doy cuenta que no lo hará, tal vez ni siquiera este en casa. Cargo mis maletas y llego hasta la puerta, ¿debo tocar? Tal vez no.

La casa luce tal cual recuerdo, solo que mis fotos ya no están en las paredes, las ha quitado. Intento no tomar importancia, es algo sin sentido. Camino hacia la cocina, seguro estará allí tan metida en el estofado que no ha escuchado la puerta. No está allí. Subo las escaleras a toda prisa, la única posibilidad es que este en su habitación, encuentro la puerta abierta y la veo allí, recostada en su cama leyendo un libro. Quiero correr, abrazarla, decirle lo mucho que lamento que se haya enterado por esa hija de puta y no por mí.

—¿Mamá? —toco la puerta para que me mire.

—¿Zoe? —baja el libro—. Tu cuarto es un chiquero, deberías limpiarlo si quieres dormir allí.

¿Eso es todo? Después de un año es todo lo que dirá.

—Mamá —vuelvo a decir—, solo quería decir...

¡Sigue Bailando! [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora