3ra Entrega

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En el momento en que las puertas del estacionamiento se abrieron, el automóvil de color azul obscuro encendió sus motores, despegó, y salió al exterior.

Ya afuera, el vehículo se acomodó a la altura de varios otros. Luego, cobró velocidad y comenzó a rebasarlos, a algunos por los costados, a otros por arriba, y no faltaron casos en que los adelantó por abajo.

En el interior del automóvil azul obscuro, con una sonrisa boba dibujada en su rostro por los recuerdos de momentos atrás, con Diandra, se encontraba Jonathan. A un comienzo conducía, para luego considerar el camino por recorrer. Los edificios gigantescos y el tráfico, colmado de miles de artefactos voladores, terminaron por convencerle del absurdo que significaba manejar hasta su destino en la editorial, a todavía 15 kilómetros de ahí.

- Control automático, a Editora Burroughs, coordenadas especificadas. Llegar en 20 minutos - pensó mecánicamente.

De inmediato, una voz electrónica le respondió, provenía de los controles del auto, específicamente, de una lucecilla que comenzó a parpadear en el tablero frente al conductor.

- Para llegar en 20 minutos,velocidad 8. Ruta delineada.

Jonathan se acomodó en el asiento, echó una mirada hacia adelante y su vista se topó con un paisaje infinito de construcciones gigantescas, la mayoría unidas a otras por puentes en diversas alturas, por donde transitaban miles de individuos.

En el mundo del año 4321, el hombre habita las plantas altas de edificaciones de miles de pisos, la mayoría de estos colosos arquitectónicos está circundado, cada determinado número de metros, verticalmente hablando, por calzadas para transeúntes, protegidas por barandales de vidrio cuya función es la de evitar accidentes potenciales (muy pocos tienen el deseo de caer en el insondable abismo que los separa del suelo). De igual manera, los puentes diseñados para unir las edificaciones deben tener un ancho mínimo de 150 metros y una altura máxima de 15, velando por la comodidad de los caminantes y la seguridad de la construcción, respectivamente.

Este paisaje es similar en todo el planeta, excepto en océanos, mares y lagos. Eso sí, existen áreas de recreo, diseñadas y fabricadas como imitaciones exactas de los espacios que las originaron. El más conocido por toda la fauna humana es el Central Park, en la Zona Nueva York, una obra maestra de vegetación artificial, ubicada exactamente donde se encontraba e idéntica a la que existió, milenios atrás, en el suelo.

Los seres humanos se adaptaron paulatinamente a esta nueva situación, ni se percataron de los cambios puesto que se fueron dando a lo largo de varios siglos, no de manera abrupta. Además, su vida les resultó más cómoda pues se redujeron los accidentes de tráfico e, incluso, desaparecieron cuando se implementó el servicio del control automático: la computadora diseña el recorrido hacia el destino determinado y sus censores, interconectados a los censores existentes en cada vehículo a 10 kilómetros a la redonda, y con estaciones de tráfico situadas cada 5 kilómetros, evitan colisiones potenciales. Un censo reciente arrojó, como dato alarmante, el que sólo un 6 por ciento de la población sabe realmente conducir; y tan sólo un 3.5 por ciento conoce las reglas de tráfico.

Por esa Nueva York paseaba Jonathan, quien salía de su ensimismamiento para dirigirse, de nuevo y esa vez en voz alta, a los controles del vehículo.

- Vídeo fono, a Craig Meyerson.

La luz parpadeó nuevamente y la voz mecánica respondió:

- Llamando.

Un instante después, en el asiento vacío del copiloto, se formó la imagen holográfica tridimensional del tal Craig Meyerson, un individuo rubio, de mirada profunda y rostro jovial y agradable, aparentaba unos 30 a 35 años de edad.

- Mi escritor favorito -, saludó la imagen de Craig, con una voz hasta infantil por muy aguda.

- Superación y éxito, Craig, te hablo para retrasar nuestra cita de las 11, estoy en auto - explicó Jonathan.

- Ya veo, déjame adivinar, caprichos de Diandra.

- Acertaste - replicó Jonathan, con una sonrisa. - Creo que llegaré tarde hasta a la cita con ese tal Rudnick. A todo esto, ¿averiguaste algo sobre él?

- Bastante como para asegurarte que no debes hacerlo esperar.

Las palabras de Craig borraron la sonrisa del rostro de Jonathan, despertando su interés.

- ¿Por qué?, parece un rebelde social, de esos que pasan sus vidas escondiéndose de todo y de nada

- Pero no lo es, y si me equivoco, es un rebelde social de alto rango. Escucha, trabajó 20 años para el Gobierno Mundial, es científico espacial, uno de los responsables del Proyecto de Colonización de Venus. Él y su compañero desaparecieron de la vida pública hace unos meses.

Jonathan miró hacia fuera, a ese espacio con un horizonte de edificios y hormigas humanas.

- ¿Estás seguro?, su correspondencia mental me hacía pensar en un fanático de algún tipo, no en un científico.

- Fueron sólo dos correos, Jonathan - Craig rió - no debes subestimarlo por eso, los datos que quiere darte pueden ser muy interesantes y necesitas un tema cautivante para recuperar público, tu cuarta novela registró menos de la mitad de índices de lectura, en relación a las anteriores.

Jonathan replicó, con una sonrisa forzada.

- Tú eres mi publicista yrepresentante, tal vez el error fue tuyo... - Yo, como tu publicista yrepresentante, te advertí que no seas tan moralista. Al menos, no tanto.

El escritor asumió un tono victimista, como queriendo dar la conversación por terminada.

- Ya hemos hablado de eso, amigo. ¿Te parece a las 12:30?, donde acordamos.

La imagen del agente hizo un ademán de triunfo con las manos.

- ¡Perfecto!, así tendré media hora más de juegos, recreé el holograma de un rally con autos sobre ruedas. Nos vemos ahí, entonces. Superación y éxito.

Jonathan retomó su sonrisa, negó condescendiente y se despidió con un parco: – Éxito.

La imagen de Craig se desvaneció y Jonathan se estiró en el asiento, perezoso.


Los que nunca existieron (The never beings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora