7. Sorpresa inesperada

1.6K 227 49
                                    

La noche fue larga para Severus. Había estado cansado y había imaginado que se dormiría enseguida pero cuando su cabeza se apoyó en su almohada sus ojos se negaron a cerrarse. ¿Y por qué? Porque la maldita imagen de esa jovencita idiota no se marchaba de su mente. No supo cuanto tiempo estuvo viendo en su cabeza aquellas largas piernas que le resultaron sorprendentemente atractivas y rememorando todas las curvas de su cuerpo antes de caer dormido.

A la mañana siguiente, cuando despertó sentía que había dormido unos simples segundos. Quiso levantarse de la cama pero, por primera vez en su vida, la pereza le ganó. Dio media vuelta sobre la cama y volvió a cerrar los ojos intentando volver a dormirse. Pero no pudo hacerlo porque en ese momento el llanto de una criatura resonó por toda la casa. Gimió en voz alta. ¿Acaso no podía descansar al menos unas pocas horas?

Se escucharon unos apresurados pasos en el pasillo que supuso serían de Granger. Podía bajar y ayudarla, claro que no entendía sobre cuidar enanos, pero no quería arriesgarse y volver a verla con ese pijama que le inspiraba... terror... Se sentía un cobarde, pero era mejor así que andar pensando idioteces con aquella muchachita.

El llanto se detuvo. Severus frunció el ceño. ¿Eso era todo? ¿Qué hacía esa chica para callar al enano tan rápidamente? 

¡Qué importaba! 

Lo bueno era que ya no se escuchaba ese molesto ruido y podía intentar dormir un rato más. Cerró los ojos. Unos suaves golpes en la puerta interrumpieron nuevamente su intento de seguir durmiendo.

-Profesor Snape- dijo del otro lado de la puerta la vez de Granger.

Snape gruñó nuevamente malhumorado. ¡Imposible dormir! Se levantó de la cama y abrió la puerta de un tirón. Afortunadamente, ella ya se había cambiado y no lucía ese pijama y llevaba al enano entre sus brazos.

-¿Qué quiere?- le preguntó molesto.

Vio como poco a poco el rostro de la joven se volvía de un nítido rojo y apartaba rápidamente la vista para mirar más allá del pasillo.

-Eh...- tartamudeó ella- Quería... eh... No importa.

Y antes de que Severus pudiera comprender algo de lo que sucedía bajó corrió hacia el final del pasillo y bajó las escaleras.

-Esta muchacha está cada vez más loca- se dijo entrando nuevamente a la habitación para vestirse. Ya había tomado como un caso perdido intentar dormir.

En la cocina, Hermione, intentaba no ponerse a hiperventilar. Se aferraba al pequeño como si de eso fuera su vida y mantenía sus ojos cerrados tratando de no recordar el pecho desnudo de su profesor. ¿Quién habría pensado alguna vez que aquel hombre, que parecía incluso algo decrépito con esa ropa toda negra, pudiera tener un cuerpo tan bien formado? ¿Él dormía todas las noches tan solo con ese pantalón pijama color negro que hacía resaltar la blancura de su piel y la oscuridad de sus ojos? ¡Por Merlín! Era sólo su profesor Severus Snape, el murciélago de las mazmorras, no podía ser tan atractivo.

Decida a no dejarse llevar por aquella clase de pensamientos (aunque comprendía que jamás volvería a ver del mismo modo a Snape) comenzó a hacer café. Afortunadamente en estos casos existía la magia porque si no, no podría llevar a cavo esa tarea con el pequeño en sus brazos.

Lo miró nuevamente y recordó el porqué de haber ido a buscar a Snape a su habitación.

-Sí que me diste un buen susto, pequeño- le dijo acariciando con cuidado su cabecita- ¿Qué pensará nuestro murciélago ahora cuando se entere de la verdad?

El niño sólo la miró con sus ojazos de cielo bien abiertos, al parecer, sin entender ninguna de las palabras que decía.

-Tenemos que encontrarte un nombre- le siguió diciendo a pesar de saber que el pequeño no iba a responderle- ¿Qué tal... Aaron? ¿Benjamin? ¿Elias? ¿Samuel?

-¿Acaso quiere que todos se burlen de él?-le preguntó Snape apareciendo en la entrada de la cocina-¿Quién querría ponerle esos nombre a un enano?

Hermione se sintió ofendida. ¡Ella por lo menos lo intentaba! ¿Acaso él querría pasar el resto del día llamándolo enano? Puso los ojos en blanco. Aquel hombre sería muy capaz.

-¿Y cuál cree que sería un nombre apropiado?- le preguntó.

-Mmm... Enano le queda bien... -comentó pensativo intentando contener la sonrisa que tiraba de la comisura de sus labios.

-¡Profesor! ¡No podemos decirle enano!

-¿Por qué no?- preguntó con inocencia.

Severus había encontrado un pasatiempo del que no disfrutaba desde hacía ya un año: molestar a Granger.

-Porque... porque es inhumano...

-También los gritos de esa mandrágora...

-No. Puedo aceptar que esos nombres no son buenos pero quiero que elijamos otro que nos guste a ambos.

Severus suspiró conteniendo las ganas de bufar.

-Está bien... ¿Qué le parece... Alexandre?

Hermione lo meditó. Le gustaba ese nombre.

-El protector de los hombres- musitó para ella.

-¿Qué?

-El protector de los hombres.- repitió un poco más alto- Eso es lo que significa ese nombre.

-Ah... No lo sabía- contestó él con indiferencia mientras servía dos tazas de café-Entonces hay que cambiárselo.

-¿Qué? ¿Por qué?

-¿Protector? ¿Ese enano? Aunque... cuando se transforma en la mandrágora humana con sus gritos es capaz de ahuyentar a cualquiera...

Hermione lo miró molesta. ¡Aquel hombre era insoportable!

-Ahora, dígame, señorita Granger, ¿Cuál era el motivo por el cual fue a buscarme a mi habitación?

Hermione enrojeció rápidamente al recordar lo que había sido de ese encuentro. Bajó los ojos hacia el pequeño y comenzó a jugar con los mechones rubios de sus cabellos.

-¿Se ha quedado muda, señorita Granger? Si hubiera sabido que verme semidesnudo era suficiente para hacerla callar había implementado esa técnica hace mucho tiempo. Así tal vez mis clases hubieran sido tranquilas sin su molesta voz.

Ahora, además de avergonzada estaba molesta.

-¿Quiere saber por qué lo fui a buscar?- le preguntó mirándolo fijamente a los ojos intentando reprimir sus ganas de desaparecer de allí.

-¡Qué inteligente!- exclamó el con sarcasmo- Eso es lo que les estoy preguntando.

-¡Lo que pasó es que vi como el pequeño hacer levitar mi cepillo para el pelo! ¡Felicitaciones, Profesor Snape! ¡Tenemos a un pequeño brujo en casa!


Sentir causa demasiado dolorWhere stories live. Discover now