LA SAGA DE LOS MILENIOS

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Saga de Milenios

Juan Rivano

LA SAGA DE LOS MILENIOS

La Saga de los Milenios Novela © Juan Rivano. Lund, 2012.

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Joaquín Albornoz sólo aludió de paso al desarrollo libre del espíritu, pero fue un puñetazo al plexo de Roberto Tironi. Los demás se miraban. No había allí uno que tomara estas cosas en serio. Elisa Bauzá, de atreverse entre tanta eminencia, hubiera sugerido que mejor discutieran el desarrollo libre de los Ferrocarriles del Estado. Algo serio ocurría entre esos dos. El desarrollo libre del espíritu no daba para un exabrupto tan apabullante. Vibró engolada, admonitoria, la voz de Roberto Tironi. Desarrollo libre del espí… Pero, de dónde salió este imbé… – Mire, mi señor… Esas cosas, yo… ¿Cómo decirle?… El milenio, ¿sabe?… Los… los… ¿Cómo decirle?… Los luceros del alba… Yo… ¡Así mismo! No llenaban de vino las copas – las rosadas de “Tarapacá ex-Zabala”, las blancas de “Casillero del Diablo” – y ¡chúpate ésa! ¡Lucero del alba! Tontito en taparrabos corriendo por las orillas del Mapocho. ¡El Reino de los Cielos se ha acercado! Arrepen… Tironi hacía muecas de acidez... Se puede ser tan… Qué se ha creído este… – Su milenio, yo, mi señor… Recogía sus narices como si su palta reina, coronada de langostinos en mayonesa, orlada de pimentón en filigranas y hojitas tiernas de lechuga, fuera el asco personificado. ¿Quién invitó a este señor Alborcuánto? ¿A quién se le ocurrió? Seguro que a nuestro inefable anfitrión Pablo Etcheverry. ¿A quién si no? ¿Pero de dónde? ¿No sería amante de su pequeña Lulú? Está oyéndolo mientras se recorta las patillas ante el espejo. “¿Albornoz? ¿Joaquín Albornoz? Invitable, sí, invitable.” ¡Y ahí lo tienen! Con su desarrollo libre del espíritu. ¡El muy tunante! –…Su milenio, yo, mi señor… Joaquín Albornoz apretaba las mandíbulas. ¿Qué fue con mi milenio, a ver, qué fue? Éste es el tal Tironi, el legendario Tironi, el crédito de la Uni… ¡Ja, ja, ja! Con sus risitas de obispo filibustero, y el salame de sus hondas preocupaciones. A mí me pre-ocupa, preocúpame, señor, pre-ocúpame, Dios mío.

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Pero, entretanto, nadie decía palabra. ¿Qué estarían rumiando? A los anfitriones les saltaban los cálculos en la cara. A Mireya, sobre todo, la pequeña Lulú como la apodaba Elisa Bauzá. ¡Y los otros! A doña Gabriela González, la esposa del gran Domingo Astaburuaga, le bajaban feas las comisuras. Elisa Bauzá se movía nerviosa. Su esposo, Octavio Olavarría, se tiraba el bigote mirando su palta reina. ¿Desarrollo libre del espíritu? ¡Ésa, anda a vendérsela a tu abuelita! ¿Por qué lo invitaron? ¿A él, de todos, con todos estos? ¿Cena de burlas? ¿Fiesta de pitorreo? A ese Pablo Etcheverry le encanta el pitorreo. Anda siempre a las carcajadas por los patios del Pedagógico. ¿Y a quién no le encanta el pitorreo en este país? Muy, muy estrecho se estaba haciendo el comedor. ¿De qué lado volverse con su desarrollo libre del espíritu? ¡Por qué diablos aceptó la invitación! Marcela Köstner, al frente suyo, reía entre Belisario Concha y Gabriel Araya. ¡Ésos también! ¿Qué hacen aquí esos tres? Y este borrachín de Octavio Olavarría, ¿qué monos pinta? Roberto Tironi no parecía en vena de lanzar otra. Dio media espalda a los de su derecha. Sólo Pablo Etcheverry sentado en la cabecera y Elisa Bauzá al frente le vieron todo el fastidio en el semblante ceniciento. ¡Ah, mundito de viernes con sopa de espárragos y palta reina! Ridícula ostentación semanal de afeites y palabras cruzadas. Charadas al florete, estocadas al filete. Comedorcito normando, la mitad al contado, la otra quizás cuándo. Living de mimbre, conchas marinas a granel, redes de pesca colgando en las paredes. ¡Mundito! Ahora, Tironi mira a través del ventanal a espaldas de Pablo Etcheverry. El pequeño jardín interior de la pequeña Lulú. No puede evitar el choque con la mirada de ese Joaquín Albornoz. Resopla. ¿Habrá idiota que le llegue a los tobillos? Y está ahí, al frente, al lado de Elisa Bauzá como lo más natural del mundo. ¿De dónde salió este mentecato con su tango masónico del año ñauca? ¡Desarrollo libre del espíritu! ¿Quién engendra a estos tipos? ¿Cómo hacen para sobrevivir y circular? Mira, fulanito, tu desarrollo libre del e… me lo meto en el c… Sólo faltó que lo dijera en voz alta. Cuando le venía la grande, Joaquín Albornoz castañeteaba el molar con el colmillo. ¿A qué seguir aquí? ¿A cuenta de qué?… ¡Basta, basta! Lo que falta es que salga con la de los tontos graves, la de los monos trepados al árbol de la ciencia. ¡Ésa! La estoy viendo venir. Los monos trepados, colgando de la cola, columpiándose, babeando al aire. ¡Mejor irse! Basta, basta ya. Fingir un cólico, un llamado de urgencia. Eso, un llamado de urgencia que se me olvidó. Que le den la palta reina al gato. ¡Que se la coma el cucho y buenas noches! Por mí no se molesten, sé el camino. Que la pasen bien con el “Casillero del Diablo”, el filete a la no sé cuánto y el no sé qué fricasé. Afuera, noche oscura. Domingo Astaburuaga recitaría, grave y monocorde: La noche americana ominosa, numinosa. Sí, claro, Y la vereda escabrosa. Calle Dublé Almeyda hacia Avenida Macul. Por delante, subiendo hacia lo alto de los plátanos orientales, una andanada de denuestos. Cultura y civilización. Espíritu y libertad. ¡Tamboreo y huifas! – Cuando me calientan la sangre soy capaz de…

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