Capítulo 1

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El sol ya salía por detrás del Auditorio Adán Martín, eso significaba el comienzo de un nuevo día. Los sonidos de los pájaros acompañaban los colores calientes del amanecer.

La madre de la niña le susurraba cosas mientras le movía lentamente.

—Vamos Nere, es hora de levantarse...

La pequeña niña de siete años bostezó y se rascó sus pequeños ojos color miel.

Su madre se sentó en la cama de su hermana y también la intentó despertar.

—Victoria, venga cariño, tu hermana ya se levantó...

La niña de largos cabellos marrones gruñó y con mucha pesadez se levantó.

Se sentó frente a su hermana y juntas empezaron a desayunar.

Las dos hermanas, de ocho y siete años respectivamente, empezaban un nuevo curso en el colegio Isabel la Católica, en el que llevaban desde que tenían tres y dos años.

Al terminar de desayunar, las dos niñas se pusieron el uniforme y se asearon. Su madre le hizo a Victoria una trenza y a Nerea dos coletas en cada lado de su cabeza.

Se pusieron sus chaquetas y cogieron su mochila de ruedas. La de Victoria era de pequeñas flores violetas y la de Nerea de la Sirenita.

El padre de las niñas les sacó una foto que quedaría para el recuerdo.

Los cuatro juntos salieron de su casa y se dirigieron al colegio, que quedaba solamente a diez minutos andando.

Los grandes muros blancos de El Corte Inglés relucían más que nunca, llamando así la atención de Nerea. La hermana más pequeña se subió a él y corrió arrastrando su mochila.

—Nerea, te vas a caer... —susurró su hermana.

Victoria tampoco se resistió y subió al muro con ella. Llegaron hasta el final y las dos saltaron para caer junto a sus padres.

Cruzaron los tres semáforos verdes y ya podían ver a los niños esperando a que la puerta del colegio se abriera.

Las niñas volvieron a correr hacia sus amigas. Se fundieron todas en un cálido abrazo y comentaron varias anécdotas que les había pasado en verano.

—¡Yo fui a Galicia de nuevo! —exclamó sonriente Nerea.

—Yo a Lanzarote —se chuleó Sofía.

Las lanzaroteñas, Natalia, Sofía y Alba, cocharon los cinco.

—Ahí solo hay camellos —rodó los ojos Paula.

Las canarionas empezaron a reírse, lo que ofendió a las lanzaroteñas.

Mariana, la única palmera, se cruzó de brazos.

—¡Dejen de discutir! —gritó.

Todas las niñas la miraron y por fin abrieron el gran portón.

Niños, de dos hasta doce años, entraron al colegio y formaron las filas donde les correspondía.

Nerea saludó al resto de sus amigos y volvió a su puesto en la fila. Pudo ver a al menos un niño nuevo, cuyos ojos le recordaban al príncipe de la Cenicienta.

El Director, Don Felipe, comenzó a hablar.

—Buenos días a todos —sonrió— y bienvenidos a un nuevo curso en Isabel la Católica.

Nerea dejó de prestarle atención y empezó a jugar con sus dos coletas moviéndose de lado a lado, dándole con ellas al francés que se encontraba detrás.

Llévame lejos |Jesús Navas|Where stories live. Discover now