Al descubierto.

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Hola. Lamento mucho el retraso de las actualizaciones de esta, y mis demás historias.

Soy jurado en un concurso, y eso, si se hace como se debe, lleva mucho tiempo. Por esto no he actualizado, ni leído, ni respondido a sus hermosos comentarios. Me llevará una semana más y luego volveré a la normalidad. Como siempre muchísimas  gracias por leer,y un millón de besos.


La siniestra sonrisa de lado de Dagor no presagiaba nada bueno. Ahren lo observó fijamente, con la cabeza en alto, y sin dejarse amedrentar por su amenazador semblante.

-Es un honor recibir a el heredero de Avarum en mi humilde morada-siseó el eremita, mientras él y Caleb se acercaban.

-Diría lo mismo-le respondio él-Si no hubiese sido secuestrado de mi hogar...y traído a la fuerza-.

Al eremita parecieron divertirle sus palabras, pues su sonrisa se amplió, y se iluminó su mirada. Lo contempló de arriba a abajo en un abierto escrutinio que a Ahren le incomodó mucho.

No se sentía muy bien. El cruce por aquel estrecho puente lo había dejado algo mareado, y el sofocante humo le había producido náuseas. Sumado a eso el peso del Zaitale era más agobiante a cada minuto que transcurría.

-Aquí esta, como prometí-intervinó Caleb. Aún lo tenia sujeto por el brazo, y al decir esto lo soltó. Dio un paso hacia adelante cubriéndolo con su enorme cuerpo en un gesto de protección.

Pero Ahren no aceptó su oferta de cuidado. Avanzó y se plantó delante de él, y frente al eremita. Así permaneció, inalterable en su altiva posición, creyendo necesario el no mostrar debilidad delante de su oponente.

-Dices bien, y así también lo has hecho-continuó diciendo el eremita, esta vez dirigiéndose a Caleb, aunque sin perderlo a él de vista- Y como soy un hombre de palabra cumpliré mi promesa y liberare a tu gente...puedes retirarte Caleb, y llevarte contigo a tus Simaritas,  y a tu lobo con su comitiva...Los elfos no se irán sin su príncipe, y no me interesa, a él también voy a dejarlo libre al concluir mi tarea

Ahren se sorprendió por sus palabras, pero procuró no demostrarlo.Pensaba en ellas cuando Caleb volvió a tomar la palabra.

-No me iré...por lo menos no aún. Quiero ver con mis propios ojos como abres las celdas, y solo allí y cuando salga el último de mi pueblo, me retirare y daré la orden para que mis hombres dejen tus infernales costas-.

-Si así lo quieres- le concedió Dagor, y después llevó su mirada a Ahren de nuevo para hacerle una indicación- Sígame príncipe, nuestro asunto tomara mucho menos de lo que cree...le hago una advertencia, el interior de mi castillo esta cubierto con polvo de roca volcánica...por esto lo llaman "el obsidiana"...es denso y difícil de respirar...cúbrase la boca...oh, y algo más...espero que no le tema a la oscuridad-.

Ahren tragó saliva cuando el eremita se volteó, y dirigió sus pasos a la pesada puerta de acero. Tenia temor, pero estaba decidido a no dejarse vencer por el, había mucho en juego.

Respingó cuando sintió la mano de Caleb sobre su hombro, y se giró a mirarlo. El rubio debió leer algo de esto en sus ojos pues le apretó el hombro y le susurró suavemente.

-No temas. No dejare que él te haga daño alguno-.

Ahren asintió y luego de exhalar un suspiro caminó junto a Caleb hacia la entrada. 

Oscuridad, solo eso y nada más había del otro lado. Con un golpe seco y estridente la puerta se cerró detrás de ellos. Por un momento no escucharon ni vieron absolutamente nada. Ahren casi podía percibir la sonrisa burlona de Dagor entre las sombras.

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