Fui la primera en abandonar el salón de clase cuando la campana del almuerzo resonó por toda la escuela.
Me dirigí al bloque B a paso raudo, impulsada por la esperanza de volverme a topar con la chica de la toalla higiénica. Los pasillos rebosaban de estudiantes, por lo que me vi obligada a seguir el ritmo de la corriente de cuerpos si no quería chocar con nadie. A pesar de ello, el trayecto fue más rápido gracias a que poco a poco me estaba acostumbrando a sortear a los chicos que caminaban con desgana sin tener que empujarlos en el intento.
La zona en la que mi casillero quedaba era el extremo más alejado del edificio. Llegué hasta él para dejar mis libros de biología y matemáticas. Al principio tuve problemas para recordar la contraseña del candado, debatiéndome entre 7887 y 8778, pero logré hurgar lo suficiente en mi memoria para dar con el número correcto en el quinto intento.
«Nota mental: no olvidar que el código es 7878», me dije a mí misma.
Me liberé de la mayor parte del peso en mi mochila y mi espalda pudo estirarse en una postura adecuada. Tendría que repartir mejor mis pertenencias para no ganarme una joroba de aquí a fin de curso. Los chicos guapos no salen con Cuasimodo, ¿o sí? Bueno, todo dependería de los sentimientos. Aunque los genes de Febo sí que ayudaron a la elección de Esmeralda.
Saqué el manojo de fotocopias y el rollo de cinta adhesiva que le pedí prestado al maestro de Biología, puesto que se me había quedado el mío en casa, y me puse manos a la obra.
Pegué la primera hoja a la puerta de la entrada del baño de chicas y desde allí comencé a rellenar el resto de paredes con el cartel de "Se busca" que había hecho la tarde anterior. El dibujo del anillo con forma de corona adornaba el centro de la superficie blanca, y había señalado los rubíes que lo componían para indicar que eran reales. El resto era un texto en el que le indicaba a mi heroína que nos viésemos junto a los cubículos sanitarios que habían marcado nuestro encuentro de ayer.
Escuché las risas de quienes pasaban a mis espaldas luego de leer las coloridas letras de mi anuncio y un par de burlas que no alcancé a captar por completo. Sentí una presión en el pecho que pareció intentar ahogarme. La familiar sensación de haber perdido el aliento me embargó lo suficiente como para tener que detenerme y hacer unos cuantos ejercicios de respiración antes de proseguir con mi labor.
«Ignoralos», me ordené tras unos segundos. «Piensa en Sharpay; en unicornios; en helado de fresa. ¡En brownies!». Se me hizo agua la boca y mi estómago lanzó un grito de protesta que me devolvió al mundo real.
Debía darme prisa para poder almorzar.
Seguí colocando mis carteles durante unos veinte minutos más, haciendo caso omiso a cuanto me rodeaba. Si me concentraba en el sonido que hacía la cinta al desenrrollarla, en el del papel bailando al aire y en de las palmadas que daba a la pared para fijar las fotocopias, lograba enmudecer todo lo demás.
—¡¿Qué estás haciendo?! —chilló alguien detrás de mí.
Me sobresalté ante la repentina aparición de la pelirroja del autobús, quien sorteó la distancia que nos separaba en un par de zancadas y se detuvo a mi lado con una mirada que pretendía taladrarme sin piedad. Su rostro, redondo y cubierto de pecas, ardía al rojo vivo.
—¡Responde! —Alzó uno de mis anuncios a la altura de mi nariz y lo manoteó en movimientos bruscos.
—Pues, allí lo dice: es un cartel de búsqueda —declaré, encogiéndome de hombros y retrocediendo unos centímetros. No entendía el porqué de su mal humor ni de su grosera actitud para conmigo. ¿Sería por el calor?
—¡No está permitido que pongas lo que te venga en gana por toda la escuela! —bramó la chica. ¿Cómo había dicho Ethan que se llamaba? ¿Kat?—. ¡Hay reglas para esto! Tienes que enviar una solicitud a la coordinación académica para que te den autorización para colocar los panfletos. ¡Y únicamente se les aprueba la petición a los capitanes y presidentes de los clubes!
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La desastrosa vida de Juliet
HumorDesde que tenía nueve años, Juliet ha soñado con tener una vida estudiantil como la que veía en las películas: llena de diversión, fiestas con amigos y mucho, mucho romance. Sin embargo, puede que la preparatoria resulte ser todo lo opuesto a lo que...