CAPITULO 4 EL ÚLTIMO PASEO A CABALLO

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El inspector se fue directo hacia el cuartel sin demora y con paso ligero. La gente que lo veía nunca había visto a éste tan enfadado, iba tan rojo y tan enfurecido que parecía un toro, la gente solo le podía mirar ya que iba tan deprisa y tan ensimismado que era imposible pararlo.

-¡¿Dónde está el comisario?!

Vociferó nada más entrar al cuartel. Dentro estaban las agentes trastornadas por lo que les había pasado a los que, hasta hace poco, habían sido sus compañeros.

-Está...está...-no alcanzaba a pronunciar palabra debido a lo alterada que estaba- está...

-Está en el "depósito"-alcanzó a decir la otra agente que parecía tener más entereza- ha ido a por el informe del forense.

Salió a toda prisa del cuartel y se dirigió a la carnicería, a cincuenta metros de allí.

Entró, pasó a la cámara frigorífica y ya no había ni carnes, pues todo el espacio estaba ocupado por los cuerpos asesinados hasta ahora.

-La causa de la muerte, envenenamiento. Alguien mezcló juntó con su bebida una gran dosis de coniceína, una sustancia que se encuentra en la planta "conium maculatum", o mejor dicho, cicuta. Se puede observar que es así, debido a sus lenguas cortadas y a sus dientes rotos a causa del veneno. Para partirles por la mitad usaron algún tipo de sierra mecánica portátil, me baso en que el corte se desvía en varios puntos aunque sólo por milímetros. Se les cauterizó la herida para evitar que las vísceras salieran del interior; y para colgarlos les insertaron un gancho que atravesaba la columna vertebral y los mantenía suspendidos a unos agujeros que había horadados en la roca. Y ahora puedo decir con certeza que para cortar las cabezas está usando un astral, o si lo prefiere, un hacha para cortar madera de pequeño tamaño. Ah, para que conste en acta, las piezas sustraídas de los cuerpos eran torres.

El inspector se quedó petrificado en su sitio, y toda su rabia acumulada se convirtió en frustración; pues ahora era seguro que el asesino era alguien del pueblo y estaba claro que todo lo que estaba acaeciendo iba a traer repercusiones a todos y cada uno de los habitantes del pueblo. Y ahora que las víctimas habían sido esos cuatro impresentables agentes de confianza del comisario, éste no se iba a quedar quieto ni un instante.

-¡Inspector! ¡¿Qué esta haciendo ahí plantado como un pasmarote?! ¡Tendría que estar buscando al responsable de todo esto, casa por casa, puerta por puerta, sin descanso!

-¡Y usted comisario, tendría que saber que más monstruos eran esos cuatros agentes que están ahí tumbados, que el asesino mismo!

-¡¿Pero como se atreve?! ¡Esa osadía le va a traer consecuencias inspector, téngalo por seguro que yo mismo me ocuparé de ello!

-Entonces ya sabrá, que sus cuatro queridos agentes, tan leales, ayer por la noche cometieron el primer crimen y ahora están pagando por ello.

-¡¿A qué se refiere inspector?! ¿Es alguna amenaza? ¿Algún tipo de insulto a los pobres hombres que aquí yacen y no se pueden defender? ¡Vergüenza debería darle hacer esas acusaciones incoherentes y del todo desproporcionadas acerca de estos cuatro honorables hombres que han muerto cumpliendo su deber!

-Entonces su deber, como usted asegura entonces, ¿era violar a chicas inocentes?

-¿A qué demonios se está refiriendo, inspector? Sabe que le puedo detener por esas infamias tan graves hacia tres agentes de la ley.

-Me lo dijo ayer una fuente de confianza que lo vió todo.

-Entonces si eso es cierto hay varias posibilidades: una, que todo sea una invención debido a la envidia que generamos al ser de capital y tener una calidad de vida mejor que en este pueblucho (y la cual es la más probable); la segunda, que su fuente sea el asesino y haya querido encubrirse y justificarse con ello; y por último, que sea verdad y, en tal caso, el o los asesinos hayan sido los padres de la chica.

El Asesino del AjedrezWhere stories live. Discover now