Capítulo 1

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Quince horas de vuelo y miles de kilómetros lo separan del afecto de su familia, del calor de su hogar y de la tranquilidad de su querido pueblo. Sin contar las cansadoras y a veces eternas horas de escalas. Pero eso no cuenta para Larrison. Sabe que transita sus últimos minutos en Paris, que el aeropuerto Charles De Gaulle empieza a perderse a medida que toma altura el vuelo JJ8101 de TAM y que después de ver tres o cuatro películas sobre el océano Atlántico, al fin llegará a su querida tierra.Larrison y Brunilda estuvieron poco más de un mes en la mítica y siempre cautivante Europa, recorriendo algunas ciudades de Italia, Bélgica, Holanda, España y Francia. Disfrutaron algunos días de la romántica Venecia. Después conocieron Roma. También dieron un paseo fugaz por Barcelona, Brujas y Ámsterdam. Y sus últimos días de vacaciones fueron en Francia, donde tuvieron la oportunidad de visitar el Museo de Louvre, la Catedral de Notre Dame, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y la maravillosa Torre Eiffel.A Larrison le apasiona viajar. Pero más le gusta volver... Reencontrarse con sus hijos y abrazarse a sus cosas, después de algún tiempo, no tienen precio para él. Y eso es lo que le genera expectativa. Más allá de sentirse pleno, por haber disfrutado del viaje soñado junto a su esposa.-"¿Querés un caramelo?", le dice su esposa, sabiendo que el despegue del avión le genera cierto malestar en los oídos.Larrison acepta, la mira y no puede disimular sus incontrolables deseos de ver lo más rápido posible a sus hijos.-"Son casi doce horas hasta Guarulhos. ¡Una eternidad!", le dice a Brunilda, casi en tono de queja.-Fue maravilloso visitar Europa, pero el paseo todavía no terminó... Mirá una peli, escuchá música, lee un libro... ¡El viaje todavía no termina!", le responde con énfasis su esposa.-Es cierto, fue lindo... ¿Te acordás de aquel paseo en Mateo sobre las calles de Brujas?", dice Larrison con cierta nostalgia.-"Jamás podría olvidarlo", le contesta con dulzura.Larrison y Brunilda quedan pensativos por unos minutos. Ella, seguro recorre en su mente las empedradas calles de la ciudad más turística de Bélgica. Y él, que deja atrás la idea de acelerar su retorno, se debate entre escuchar música o ver una película...Es casi medianoche. Brunilda, que mira el reloj pulsera que compró en su paseo por los Campos Elíseos, le confiesa que está agotada. "Voy a escuchar música", le dice mientras se coloca los auriculares y prepara la manta para abrigarse.Larrison también estaba cansado. Y no era para menos... Habían abandonado el hotel Eiffel a las 10 de la mañana. Dos horas más tarde almorzaron en las cercanías de la Estación Gare Du Nord. Allí, un garzón de buenos modales, les sirvió dos sodas bien heladas mientras ordenaban el menú del día. Y por la tarde, después de haber embalado el equipaje, visitaron cada uno de los lujosos locales comerciales del aeropuerto francés... Por todo eso, de verdad estaban muy agotados.Ella, mientras escuchaba algunas canciones, se durmió enseguida. Y Larrison se resistió un poco a eso. Buscó en el menú de películas y, aunque le costó decidirse entre "El Vidente", "El clan de los rompehuesos" o "Ladrona de identidades", finalmente eligió una y se acomodó como si estuviese frente a la pantalla de su LG de 42 pulgadas. Empezó por el clásico de Nicolás Cage y después vio las otras. Aunque vencido por el sueño, se perdió el final de la comedia de Adam Sanler.Los dos se despertaron cuando una de las azafatas, la pelirroja que dominaba mejor el español, se acercó para ofrecerles el desayuno. Faltaba poco para llegar a San Pablo, la escala previa antes de tocar suelo argentino.-"Son casi las 5", dijo la esposa de Larrison.-"¿De aquí o de Francia?", preguntó mientras enderezaba el asiento y se acomodaba para esperar una taza de café.-"De Brasil", le respondió Brunilda.-"Tenemos que llegar en menos de una hora al aeropuerto de Guarulhos y ahí esperar hasta las ocho", dice Larrison mientras repasa el boleto que guarda junto al pasaporte.-"Sí, y a las once llegaremos a Ezeiza. Pero después tenemos una larga espera...", añade la mujer mientras revisa el ticket del vuelo Buenos Aires- San Juan, de Aerolíneas Argentinas.-"Podemos almorzar ahí, en Ezeiza. Después nos vamos en un Tienda León hasta Aeroparque. Total, recién a las ocho sale el vuelo...", sugiere Larrison ya sin tanto apuro por aterrizar en su querida Argentina. Mientras tanto, el comandante de la aeronave informa que sobrevuelan territorio brasilero y que en media hora más estarán en el aeropuerto internacional de San Pablo. Sin embargo, los minutos pasan y las luces de Guarulhos se pueden divisar, pero el vuelo JJ8101 de TAM sigue dando vueltas... En eso, el avión se estremece un poco. Enseguida, otra vez. Y la azafata advierte que todos deben permanecer sentados en sus lugares y con sus respectivos cinturones. Una tormenta impide el descenso de la aeronave. Esperan órdenes de la torre de control, informa la pelirroja en claro español.Algunos sienten temor. Otros, entre ellos Larrison y Brunilda, no pierden la tranquilidad. Saben que nada pueden hacer. Que todo está en manos de Dios, que los cuida y protege a diario. Entonces se toman de la mano, se miran, no hablan y esperan la voz autorizada de la azafata...Y después de unos minutos, que para todos fueron horas, aseguran que se inició el descenso. Los aplausos retumbaron como pocas veces, cuando el avión llegó a destino.

El otro camino del destinoWhere stories live. Discover now