Prólogo

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Komaeda observaba a Hinata, totalmente embobado, mientras esperaba en el mostrador que llegará algún cliente.

Hinata, el cual limpiaba las mesas de aquel mediocre restaurante de comida rápida, no se percataba (o mejor dicho, no quería darse cuenta) de la mirada de enamorado que tenía Komaeda.

El albino lo tenía decidido; hoy le pediría una cita. Sonaba como una colegiala, pero realmente estaba desesperado por hablarle a aquel chico, que a pesar de verle todos los días, pasaba olímpicamente de su cara.

Espero hasta el cierre del local. Las horas pasaban lentamente, parecían eternas. Komaeda había repetido tantas veces la confesión en su mente, que las palabras habían perdido su significado.

Confiaba en tener la suerte de su parte y que Hinata aceptara.

En cierta parte, parecía un acosador. A pesar de no haber hablado con él, sabía su nombre, apellido, e incluso sabía de sus antiguas y escasas relaciones amorosas, o círculos de amistades.

« Seguro que le daré miedo… » pensaba Komaeda en su silencio mental, mientras apuntaba el pedido de una familia que había venido con sus hijos.

Paso bastante tiempo, y por fin pudo sentir la emoción que le causaba girar el cartel rojo, para ponerlo por el lado en el que se leía “cerrado”.

Dejo escapar de su boca un suspiro, mientras sonreí ligeramente. Estaba apoyado en la puerta de cristal del local, viendo como los empleados socializaban, y al fondo, su querido Hinata le daba un repaso con la bayeta a alguna mesas.

Realmente estaba enamorado de él. Sus suspiros solo los provocaban Hinata, sus noches de insomnio eran por pensar en Hinata… Su mundo era él.

Pero, ¿él llegaría a ser su mundo para Hinata?

Quizás sí, quizás no, ¿quién sabe? La vida da muchas vueltas, y no todas van a favor.

Hinata se dirigió hacía la puerta. Por un momento, Komaeda pensó que se dirigía a hablar con él, pero sólo recibió un seco “apartate”.

Se quedó tan embobado, que no se dio cuenta de que se estaba yendo, lo que quería decir que sus oportunidades de tener una cita, comenzar a salir, casarse, formar una familia y estar con él hasta el último día de su vida se esfumaban como el maquillaje de una modelo después de una sesión de fotos.

Corrió detrás de él, todo lo rápido que sus piernas le permitían. Justo antes de que Hinata entrara al coche para irse, Komaeda logró tomarle de la manga de la camisa.

- ¡Yo…! -Su mente quedó en blanco. No recordaba nada de lo que había estado “ensayando” durante la tarde, y eso le frustraba-. Vi que estás algo solo en el trabajo y… Me preguntaba si querías salir a cenar mañana o… -Miró la cara de indiferencia de Hinata y sus nervios aumentaron-. B-bueno si no quieres n-no pasa nada…

Hinata sonrió sin ganas, seguido de una risa prácticamente inaudible.

- Mañana por la noche me va bien.

Komaeda sintió que su mundo era perfecto y no tenía ninguna preocupación; estaba feliz.

Hinata le dictó su número de teléfono a Komaeda, el cual lo agendó como “Hinata-kun ❤”. Prometieron verse, y Komaeda se marchó caminando, ya que su coche estaba en el taller y tampoco es que viviera muy lejos.

Komaeda llegó y fue directo a ducharse, todavía con la ilusión de lo que pasaría mañana, en aquella cena que decidiría lo que pasaría con su vida

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Komaeda llegó y fue directo a ducharse, todavía con la ilusión de lo que pasaría mañana, en aquella cena que decidiría lo que pasaría con su vida.

Después de secarse y ponerse ropa cómoda, se dirigió a la cocina a prepararse la cena.

Cuando terminó de cenar, decidió darse el capricho de comerse unas olivas. Sacó la lata del armario y la abrió con cuidado de no cortarse.

Ya que en la cocina no tenía televisión y quería relajarse viendo algún programa, echó unas cuantas en un plato y se las llevó al sofá del salón.

Se metió la primera en la boca, y la mastico hasta dejar el hueso. Se distrajo viendo aquel programa tan cómico y entretenido, mientras, jugaba con el hueso de la oliva.

En un momento, se rió tan fuerte, que sin querer aspiró el hueso.

Llevó sus manos a su cuello, mientras tosia de manera descontrolada. Edtaba solo; no había nadie que le pudiera acercar un vaso de agua, ni que le practicará la maniobra Heimlich, y mucho menos que le diera esas infalibles palmaditas en la espalda que tantas vidas han salvado. Y a decir verdad, ese hueso se había alojado bien en su tráquea y tenía menos intención de salir que un okupa de un piso vacío.

Cayó al suelo, sintiendo como cada vez le faltaba más aire. Su cara se empezó a poner morada, estaba cerca del final.

Batallo todo lo que pudo, todo sea dicho. Aún así murió, por culpa de ese maldito hueso de oliva.

Su último pensamiento fue “¿que pasará con mi cita con Hinata-kun?”

Lo que él no sabía, es que no hay ninguna norma que establezca que una persona no pueda amar; incluso después de la muerte.

¡Jelou, personita que está leyendo esto! Los capítulos comenzarán a ser publicados cuando mi otro fanfic «Thank you» llegué a su final, así que paciencia uwu

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¡Jelou, personita que está leyendo esto!
Los capítulos comenzarán a ser publicados cuando mi otro fanfic «Thank you» llegué a su final, así que paciencia uwu.
¿Alguien me haría el favor de hacerme una portada? ;u;

Even after death [HinaKoma] #HopeAwardsWhere stories live. Discover now