Capítulo 21

226 35 165
                                    

Corro con todas mis fuerzas con un único objetivo en mente:

Escapar del pervertido de ocho con siete en el cual se ha convertido mi evaluador.

En cuanto me siento fatigado de nueve y medio decido parar y mirar hacia atrás. O soy muy rápido o no era necesario correr porque...

Kidman no me ha seguido.

–Maldito evaluador de pacotilla –digo exasperado por lo bajo.

–Lo sé, nunca me ha caído bien... Es muy engreído, ¿verdad?

Giro mi cabeza, sobresaltado de seis por el hecho de que alguien me contestara, y le sonrío al moreno que tengo al lado.

–Creí que habías dejado a un lado las diferencias, Adrián –digo divertido.

Mi amigo se encoje de hombros y, con esa forma tan bonita que tiene de sonreír, me devuelve el gesto.

–Por cierto... ¿se puede saber qué haces sin camiseta? –dice con un tono burlón en la voz– No voy a negar que tienes buen cuerpo y te puedes lucir pero...

–Cállate –le digo sonrojado de ocho–, hablemos de otra cosa, ¿quieres?

Él se encoge de hombros y se sienta sobre un tronco húmedo, me indica que me siente junto a el pero me niego a hacerlo. Al ver que no le imito tira de mi brazo y, como carezco de fuerza, me dejó arrastrar por el.

–¿Qué quería Marcos? –pregunta curioso, una vez nos hemos sentado– A mí me ha amenazado con hacerme lo mismo que al tipo de antes si te digo cómo se llama vuestro evaluador... No quiero que me pegue, Arlen.

Me río ante el comentario de mi amigo. Solo he visto el final de la pelea y, con una seguridad de nueve con ocho, puedo decir que Marcos sabe pelear; a mi tampoco me gustaría enfrentarme a el.

–Me dijo que Kidman había estado en el ejército –digo finalmente–, que tenía un oscuro pasado y algo de que no estoy preparado para saber su nombre...

Adrián se encoge de hombros, se tumba en la hierba y, sin que me lo espere, me tira una chaqueta desde atrás.

–¿Se puede saber qué haces? –digo, molesto de cuatro con tres– ¿Por qué mierda me lanzas tu chaqueta...?

–Porque llevas tiritando desde que saliste de la tienda de campaña y, si vuelves a pasar semidesnudo, la gente pensará que eres un pervertido. No te quejes y dame las gracias.

Quiero replicar pero mi amigo tiene razón. Me pongo la chaqueta y la abrocho por completo.

–Gracias –susurro molesto.

No me hace falta comprobar si lo ha escuchado, la sonrisa que se ha formado en su rostro me lo confirma.

–¿Vamos a dormir? –pregunto al cabo de un rato– Tengo un sueño de nueve.

El moreno asiente y, apoyándose en mi hombro, se incorpora. En cuanto me pongo de pié empieza a correr y, como cuando éramos pequeños, yo le persigo.

Extrañaba nuestras carreras repentinas... En las cuales, como no, él siempre ganaba.

• • •

–¡Por fin estáis aquí! –exclama Irene emocionada– Por un momento pensé que estabais haciendo cosas malas pero es obvio que no, Kidman se pondría furioso y...–la charla de nuestra amiga se ve interrumpida por, seguramente, la chica que solo ella ve.

Irene conversa con ella y nosotros nos quedamos observando la escena, ¿de verdad ve a alguien?

–¡Chicos! –grita una voz conocida, interrumpiendo la charla de la morena– Tengo una pregunta, Irene –continúa Luca–. ¿De que color son los ojos de María?

¿Cuánto me quieres?Where stories live. Discover now