Capítulo 2

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Caminaba entre los frondosos robles disfrutando del canto de aquellos gorriones. Su falda de tablillas volaba al son del viento, al igual que su largo cabello castaño.

En aquél lugar se sentía libre. Nadie la juzgaba por aquello de ser diferente, por aquello de ser una chica triste. Allí podía correr, saltar, disfrutar de un mundo diferente...

La naturaleza era la única que la mantenía en pie.

El susurro de un riachuelo se escuchó a través de las magníficas ramificaciones, creadas tras muchos años atrás. Recordar aquél bosque convertido en cenizas le partía el alma.

Persiguió la perfecta sinfonía, que creaban las gotas de agua al chocar contra la gravilla. Y tras pasar muchos robles, allí se encontraba. Narcisos y junquillos adornaban esa orilla, acompañados de una cabellera pelilila.

La morena se ocultó tras un tronco preguntándose por qué la pequeña Effy se encontraba allí.

Se detuvo conteniendo la respiración. Trató de volver sobre sus propios pasos, pero pisó una rama rompiéndola en dos. El sonido llamó la atención de Elizabeth, que de inmediato se giró posando sus violáceos ojos sobre la castaña.

—Hola, Becca —dijo desanimada y volvió sus ojos al agua.

—Hola... —murmuró.

—¿Te parezco extraña? —preguntó al aire, pero Becca sabía que debía contestar.

—El color de tus ojos es inusual —contestó acercándose poco a poco. Elizabeth soltó una risa bastante triste.

—Cuando era pequeña, un chico de último grado me llamó fenómeno en medio de la cafetería. Todos comenzaron a corearlo y ni siquiera Neith, con sus manos en mis oídos mientras nos ocultábamos en un armario, pudo acallar el llanto —suspiró y giró su rostro hacia Becca, ya sentada a su lado— La gente es bastante cruel, ¿sabes? Y muchas veces sin motivo alguno —acomodó las gafas sobre sus ojos.

—¿Estás bien?

Inconscientemente colocó su mano sobre la de la pelilila, la mirada de Elizabeth fue a parar justo sobre sus manos. Una sobre la otra.

—Hace mucho nadie me preguntaba eso —susurró antes de volver su vista al frente.

—Eres como las estrellas —su voz sonó realmente acobardada por su temor a errar con sus palabras —. Tú eres aquella estrella, que al caer la noche, eres la que más ilumina.

Las cejas de la pelilila levemente se juntaron, al no entender las comparaciones de la bella chica.

—Tú eres la chica diferente, la que más deslumbra en ese perfecto cielo negro con tus preciosos ojos violáceos, con tu luz violácea.

La bella chica intentó esbozar una pequeña sonrisa en esos labios rosados, pero su intento fue nulo, así que decidió continuar.

—Y aun siendo la estrella más preciada, tu camino sería nulo sin esa pequeña que viaja contigo —sus ojos fijos en el riachuelo perseguían una delicada hoja caída de la copa de aquel roble— esa segunda estrella que permanece tan cercana a ti, que gracias a tu bella luz, ella también es diferente a las demás.

—¿Hablas de Neith? —Preguntó sonriente y un tanto extrañada— Becca, él es el sol mismo, creo que es quien me hace quien soy. No creo ser yo quien lo ilumine a él, si no él a mí —murmuró con los ojos sobre el río.

La ojigris elevó sus hombros abandonando completamente la conversación.

Empezó a retorcer su falda y a enrojecer sus mejillas. Un sentimiento de culpa y tristeza presionaba su corazón, haciendo que sus pulsaciones aumentaran.

Sacó sus audífonos blancos y dejó sonar la hermosa voz de Lana del Rey en la bella composición de "Old Money". Su delicada voz hacía que todos sus males se esfumasen por pequeños instantes.

El volumen de los audífonos hizo casi imposible que Elizabeth escuchara la melodía, pero aun así, ella la oyó.

Su corazón se detuvo durante un segundo. Había pasado tiempo, pero no el suficiente, como para superarlo. Claro que Becca no lo sabía, Becca no sabía que Elizabeth había intentado quitarse la vida.

Sintió el líquido espeso correr entre sus dedos, y tuvo que desviar sus ojos hasta sus muñecas, para cerciorarse de que éstas no estaban sangrando. Aunque aquello era imposible, Elizabeth a veces tenía esa horrible sensación.

Becca notó el extraño comportamiento de la pelilila y se quitó uno de los audífonos para asegurarse de que ese encontraba bien.

—¿Sucede algo?

—No, es sólo que... esa canción... —miró nerviosa sus manos.

—¿Pasa algo con ella?

—Me trae malos recuerdos, eso es todo —suspiró y al escuchar pasos ambas chicas se giraron.

—¿Qué hace ella aquí? —los ojos de Neith se posaron sobre Becca despectivamente.

—De hecho... —la de ojos violetas frunció el ceño levemente— No lo sé. Becca, ¿qué haces por aquí? Estamos lejos del Este.

La castaña tragó en seco y miró a Neith seguido de Elizabeth, ésta última levantó sus cejas esperando una respuesta. Becca, con la boca seca y las manos temblorosas, secó las lágrimas que derramaron sus hermosos ojos; se levantó y, sin contestar, salió corriendo para adentrarse en esos infinitos árboles.

—¡Becca, espera! —gritó Elizabeth levantándose.

—Deja que se vaya —murmuró Neith mientras se acercaba a ella— Aunque lo intentes, ella no es como Heather o Annabeth... quizás a ella no puedes arreglarla, Effy.

Recordar era algo inaudito para ella, recordar era olvidar...

sweet eyesWhere stories live. Discover now