Capitulo diecisiete

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Día cuarenta y cuatro:
Harry salio del apartamento mientras Draco lo llamaba con la voz quebrada. Llego a escuchar el llanto del rubio antes de aparecerse en las afueras de Londres.
Estaba completamente furioso.
Furioso consigo mismo, por haber mandado diez años de noviazgo con alguien que amaba a la mierda.
Furioso con Draco y sus estúpidas actitudes que le habían obligado a mandar diez años de noviazgo a la mierda.
Furioso con Hermione y Ron, por volver sus problemas los suyos y generando toda esa maldita situación.
Furioso con Snape, porque era el verdadero culpable de toda aquella situación. Él, tan malditamente atractivo para Harry, que le hacía sentir tantas cosas que no debería saber, que lo volvía loco con un solo roce.
¿Por qué tenía que gustarle Snape? ¿Por qué ahora, cuando pensaba casarse?
Harry no entendía que clase de maldito chiste del destino era aquel.
Potter se tiró del cabello con frustración, agradeciendo que nadie lo viera en aquel ataque de histeria.
Harry no tenía idea de que hacer a continuación. Es decir, no tenia dónde quedarse. Llevaba viviendo con Draco desde que terminaron la escuela. Nunca había tenido otra casa que no fuera con él.
Tampoco le apetecía ir con Ron ni con sus otros amigos y tener que explicarles que había terminado con Draco.
¿Qué haría ahora?
El único hogar de Harry siempre había sido el que compartía con Draco... y Hogwarts.
¿Seria ridículo pensar en eso?
¿Ir a Hogwarts?
Allí estaba lo que Potter más anhelaba: un destino, un hogar... y Severus.
¿Seria una locura acudir?
Que más da, ha estas alturas Potter ya estaba loco.
. . .
Día cuarenta y cinco:
—¿Harry?—la sorpresa de Snape era palpable. El había estado hasta tarde en su despacho, experimentando con una poción, y al abrir la puerta a la una de la mañana lo último que había esperado era encontrarse a Potter allí—.
Harry estaba levemente mojado, posiblemente por caminar bajo la constante llovizna londinense. Tenía el cabello despeinado (si, aun más que de costumbre, así que podrán imaginar cómo se veía), los ojos rojos y la cara mitad roja mitad blanca. Temblaba levemente y parecía entre nervioso e histérico.
Por fijarse en todas esas cosas, Severus no noto como Harry se acercaba, lo tomaba del cuello de la túnica y posteriormente lo besaba.
Harry lo empujó contra la pared más cercana sin ninguna delicadeza, completamente inmerso en aquel beso. Si Snape decidía hechizarlo luego, por lo menos quería disfrutar el momento.
Severus, por su parte, estaba tan sorprendido que no reaccionó hasta que choco contra la pared. No podía creer lo que estaba pasando. ¿Se habría quedado dormido? Porque esa era la única explicación lógica de que aquello estaba sucediendo.
Por suerte, el profesor ignoro completamente la parte de su mente que buscaba una explicación y solo se concentró en Potter. Si Potter decidía después que Snape era un cerdo o lo que fuera, quería disfrutar el momento.
Abrazo a Potter por la cintura, acercandolo hacía si mismo, sintiendo como los corazones de ambos latian al mismo ritmo desembocado.
Ambos se dejaron llevar por el anhelo que sentían, por la necesidad de ese beso que llevaba acosandolos semanas.
Potter deslizó sus manos hacia la nuca de Snape y enredo los dedos en el suave cabello negro.
Snape cargo a Potter e invirtió las posiciones, siendo que ahora era Potter el que estaba aprisionado contra la pared.
Ambos suspiraron y gimieron antes el roce y la proximidad de sus cuerpos. Se sentía tan malditamente bien...
Y, de repente, en la mente de Snape se coló la imagen de su ahijado.
Draco, con los ojos rojos, pálido, tembloroso, contantole con la voz quebrada su pelea con Potter.
Se alejó de Harry tan rápido como su propio cuerpo le permitió, prácticamente dejando que Harry cayera al suelo.
¿Qué rayos acababa de hacer? ¡Joder! Potter estaría casado en dos semanas, ¡Con nada más y nada menos que su ahijado!
¿Cómo había sido capaz de hacerle tal cosa a Draco? Joder, era un maldito, un jodido cabrón...
—Draco y yo terminamos—soltó Harry, atrayendo la atención de Snape—.
—¿Qué? —cuestiono Snape, perplejo—.

—Terminamos. No habrá boda—contesto Harry, jadeando levemente. Hasta Potter había notado la expresión torturada del rostro del hombre, y se había sentido culpable por ponerlo así—.

El Precio Del AmorWhere stories live. Discover now