Capítulo Veintidós: Inventos dorados y anécdotas incómodas

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Mi primo Joaquín y yo no nos llevábamos nada bien. Siempre que cenábamos con él (el segundo domingo de cada mes, fecha que no ansiaba), el chico me decía traga o se robaba mi comida. Era insoportable. Fue por eso que no estaba muy feliz de tener que llamarlo, pero había visto en Instagram que tenía un nuevo auto y que había sacado su licencia, así que no nos quedó de otra.

Cuando lo llamé para pedirle que nos buscara, no accedió. Por suerte, mamá me había pasado el número de la tía Lili y ella lo había obligado a buscarnos.

—¡Primita! Que sorpresa tan poco agradable —me saludó él.

—Lástima que seas mi única opción. Todos a bordo, equipo. Hora de volver a Aitana. —Justo enganchábamos a Joaquín saliendo de la universidad, así que solo lo desviamos un par de cuadras.

—¿Hace cuánto no volvés a casa, primita? —me preguntó él con una sonrisa.

—Más de tres meses. Necesito mi cama —contesté. Joaquín rió y decidí agregar algo—. Gracias por llevarnos, Joaquín.

—No hay de qué, Alette. Para eso está la familia. —Asentí y desvié mi mirada a la ventana, mientras pasábamos por aquella autopista de la que recordaba partes como la palma de mi mano. Angie me miró con una sonrisa desde atrás.

—¿Algún recuerdo interesante que tengas por esta autopista? —Mis memorias regresaron a aquella vez que mamá puteó a una mujer por cruzarse sin guiño y reí mientras aparecían otras.

—Bajando por esta calle quedaba mi dentista. ¡Ugh! La odiaba. Y encima quedaba re lejos de casa. —Angie rió y devolvió su mirada al camino. Unos diez minutos después, Carter soltó una carcajada.

—Ahí fue donde creíamos que había una organización de agentes secretos. Resultó ser un juego de rol. —Observé el lugar y reí al recordar la escena. Nos dio tal curiosidad que habíamos mandado a Rocklet, el primer dron de Gemma, a investigar. Fue muy gracioso.

—¡Y miren ahí! Es "Lo de María", ¡la mejor pastelería del mundo! —exclamó Nick.

—Me acuerdo que ahí tuviste tu primera cita; Gemma y yo te espiábamos desde dos mesas más allá. Además, habíamos instalado un micrófono en tu campera. Había sido divertidísimo. —Nick y Gemma me miraron mal por diferentes motivos. Nick porque lo espiamos y Gemma porque lo revelé.

Me encogí en mi asiento y esperé cinco minutos para volver a hablar.

—¡No puede ser! ¡Eso es "Dr. Jekyll y Mr. Hyde"! Se llama así porque el dueño ama a Robert Louis Stevenson. Es un restaurante temático, ¡es todo científico! Hacen shows de experimentos. ¡Fue genial cuando hicieron la reacción entre sodio y agua y Gemma salió corriendo del susto! —Nick, Carter y yo reímos ante el recuerdo.

—Me acuerdo que viste que estaba Benjamín y te escondiste debajo de una mesa —contraatacó ella. Todos los traidores rieron y los miré mal.

Vi el cartel que anunciaba la entrada de nuestro pueblo y sonreí.

—Bueno, mi querida Angie, ¡bienvenida a Aitana! —Angie sonrió y dirigió su vista hacia la ventana.

—Sigan con las anécdotas, por favor —pidió ella.

—Ahí Gemma y yo compramos bombuchas para nuestra primera broma. Fue legendaria. Mirá, la desarrollamos ahí. Cargamos como cinuenta bombuchas con una solución de aire, agua y pinturas de colores y bañamos a la chica que vivía en aquella otra casa por llamar a Gemma robot. Fue divertido —le conté. Gemma y yo sonreímos ante la imagen de la chica esa cubierta de pintura multicolor.

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