Agua Roja

3.1K 416 92
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando por fin logré tranquilizar mis nervios, bajé del árbol y seguí con la mirada el camino que aquella criatura había tomado. Un líquido viscoso e incoloro decoraba el piso. Tal vez sea un defecto en mí, pero estaba muerto de curiosidad. Sonreí ante la ironía.

Quizá fue el intenso miedo que me hizo sentir o que tuviera ese efecto aun cuando estaba muy seguro de que no era un ser maligno, pero en ese instante me sentí tan ansioso de saber qué era eso, lo que llevaba en el costal y, desde luego el contenido del pergamino, que decidí seguirlo. Ya estaba muerto ¿qué podría pasar? ¿Que fuera un ser demoníaco y me arrastrara al infierno a soportar por la eternidad torturas que cada vez serían peores para que nunca me acostumbrara a ellas? Sí, bueno, igual lo seguí.

Al adentrarme más en el bosque del parque Agua Roja, terminé por llegar a la zona restringida, donde había más de un cartel advirtiendo a los turistas -en varios idiomas-, que no debían continuar. El bosque era inmenso, tupido y peligroso, tanto, que el paso solo era permitido para los pescadores, aunque ni siquiera ellos podían ir más allá de diez metros dentro del lago.

Recuerdo incluso que en las noticias, muchas veces hacían reportajes del bosque y el lago, sobre cómo algunas personas se habían ahogado, mientras que otras se perdieron en el interior del bosque y nunca salieron de nuevo.

Se decía que la zona más profunda de dicho lugar escondía grandes misterios y, por lo que pude apreciar luego de haberme alejado de los carteles, era cierto. Un aproximado de seis personas se encontraban frente a mí, todas desconcertadas y corriendo de un lado a otro. Por el momento preferí seguir caminando hacia el frente, notando que el rastro de aquella criatura terminaba de pronto como si se lo hubiera tragado en la tierra.

Apenas había dado unos cuantos pasos cuando un joven de cabello castaño se acercó a mi aterrorizado. Miraba hacia todos lados como un demente y susurraba que lo había visto llevarse a alguien más hacia el fondo de la tierra, que no tardaría en volver por el resto. Intenté calmarlo, pero él solo gritó:

«¡El Recolector volverá! ¡Que los pies no toquen el suelo!», y volvió a alejarse de mí corriendo.

Me giré para ver de nuevo el rastro de líquido viscoso que se perdía repentinamente en el suelo. Entrecerré los ojos y deduje que «el Recolector», era la forma en que ese chico llamaba a la gigantesca bestia. Yo necesitaba saber más al respecto, así que alcé la voz para llamar la atención de alguien pero, entre los gritos totales, mi voz no podía hacer eco. Fruncí el ceño con fastidio, crucé mis brazos y aunque estaba tranquilo, grité con todas mis fuerzas.

-¡Silencio! -Las seis personas se callaron de inmediato, mirándome alterados-. ¿Qué demonios está pasando?

Una vez más, las seis voces atacaron mis tímpanos, esta vez, porque todos trataban de explicarme a su manera lo que sucedía. Mi paciencia se estaba agotando.

-¡Cállense! -volví a gritar, ahora más exaltado que antes-. No tienen que hablar todos al mismo tiempo.

-¿Todos? -dijo el chico de cabello castaño caminando hacia mí otra vez-. Pero si aquí solo estamos tú y yo -explicó. Tenía la voz temblorosa.

Me quedé helado. De nuevo recorrí con la vista a todas las personas, notando la confusión en sus rostros también. Algunos estaban mirándome en silencio, otros parecían hablar conmigo. Entendí que yo era el único capaz de ver a cada uno. Supuse que, debido al don que poseí en vida, era que en este mundo podía ver a todos aquellos que habían fallecido, mientras que entre ellos eran invisibles.

-De acuerdo -dije entre suspiros-, entonces explícame tú qué está pasando.

-¡Hey! ¿Con quién rayos hablas? -me gritó un hombre canoso, pero luego de dirigirle una mirada rápida, decidí ignorarlo. De reojo alcancé a ver que negó con la cabeza antes de continuar corriendo.

-No entiendo bien qué es. Yo estaba haciendo exploración urbana cuando de pronto escuché un fuerte rugido a mis espaldas, sentí un golpe en la cabeza y todo se hizo negro. Cuando reaccioné estaba en este jodido lugar.

El muchacho comenzó a frotarse las manos de forma ansiosa mientras miraba de un lado a otro; era claro que ni él mismo sabía lo que le había ocurrido. Por mi parte, me sentí intrigado. Este lugar tenía una diferencia enorme con el paso, lo que me hizo suponer que tal vez, se trataba de algo que iba mucho más allá.

Continué prestando atención al chico, quien no tardó en contarme que había visto a una mujer de halo blanco poco antes de mi llegada, quien le habló de forma desesperada sobre un recolector de almas que pronto iría por todo el que estuviese ahí para convertirlo en nada, y que la única solución que nos mantendría a salvo, era que nuestros pies no tocaran el suelo. Conformé una expresión de confusión que el muchacho pareció no percibir, ya que siguió con su relato sin más.

-Pero no tuvimos tiempo. El Recolector llegó de la nada, la metió en su costal y se la llevó a la tierra -me dijo. La cordura del pobre chico parecía tambalearse en un hilo-. ¡Y esa cosa va a regresar por nosotros! ¡Por eso que los pies no toquen el suelo!

-Tienes que mantener la calma, entrar en pánico no ayuda en nada -le dije pero no pareció escucharme.

El muchacho se llevó ambas manos a la cabeza y comenzó a tirar de su propio cabello, arrancándose algunos mechones. La mirada en sus ojos era cada vez más más enloquecida. Tragué saliva y, cuando estaba a punto de hablar, el joven me ganó la palabra, murmurando cosas que apenas si pude entender.

-Que los pies no toquen el piso. Si no tocan el piso, él no se da cuenta y no te destruirá. Por eso que los pies no toquen el piso.

-Relájate. Si basta con no tocar el piso -empecé a decir, pensando muy bien en mis palabras-, ¿por qué no simplemente nos subimos a un árbol cuando se acerque?

-¿¡Qué diablos pasa contigo!? ¡Mira a tu alrededor! -me gritó con una mezcla de exasperación, locura y pánico-. ¡No hay árboles en el desierto!

Vi al chico volver a arrancarse parte del cabello antes de continuar corriendo desesperado, esta vez tratando de alejarse del lugar. Me quedé inmóvil, con la boca abierta y sin poder creerme lo que había escuchado. Todavía en estado de shock me acerqué a una jovencita que estaba sentada en el suelo abrazando sus rodillas. Al preguntarle si sabía dónde nos encontrábamos, ella respondió entre sollozos.

-No. Yo solo fui por la pelota -me explicó y, cuando levantó la cabeza, vi que en su rostro permanecía plasmada la llanta del auto que le aplastó el cráneo, seguramente al cruzar la calle tras la pelota-. Cuando reaccioné estaba en este desierto.

Di varios pasos hacia atrás, ahora más impresionado que antes. Todos los presentes sin duda estaban muertos también, y aunque ellos veían un desierto a nuestro alrededor, yo sabía que era el bosque del parque Agua Roja. Había algo diferente en mí que alteraba mi percepción de aquel mundo; algo que, en ese momento, no supe que me traería tantos problemas.

Víctor Darnell [S.O. #2.5] (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora