3. Doblar

2.8K 401 76
                                    


— Vaya zorra que tengo de amigo.

TaeMin no supo cómo sentirse ante el único comentario que pudo obtener de su mejor amigo —Kim KiBum—, por lo que solo le quedó asentir, asumir y rogar por un alojamiento que sabía que quizás estaba demás el pedir, pero que él encontró necesario por si llegaba el momento en que lo echasen de su casa (lo que ya era una opción bastante probable).

Primero, porque estaba embarazado y ya estaba en sus tres meses; y segundo, porque, bueno, su familia era algo así como demasiado católica y él era demasiado pecador como para que ambas cosas congeniaran. Y tenía claro que el problema no era el catolicismo, sino que él fuera el pecado hecho persona. 

Y tercero...

¿Había un tercero?

Ah, sí. MinHo, el otro padre, aún no sabía. Pequeño detalle.

Sin embargo, a pesar de las dificultades y problemas de ser padre, también estaban las náuseas, su genio nivel nulo y sus ansias de dormir constantes que ya se le hacían difícil de llevar porque no estaba rindiendo en el colegio ni mucho menos en su casa en donde ya estaban sospechando y le hacían preguntas que él no quería responder. Porque era TaeSun o su madre o su padre o todos a la vez. Como ahora.

Justo ahora en donde lo único que pensaba era en un pastel con crema y cómo eso podría saber mejor de la boca de MinHo. Dios, sí. Eso necesitaba. Solo tenía que aguantarse un poco más, llamar al alto cuando todos se hubiesen dormido y decirle que quería un pastel porque sí y no por un antojo, para que luego terminara consintiéndole y dándole mucho más que un pastel.

Sí. Eso sonaba bien. Sonaba perfecto.

— ¿Y qué tal tu día, cariño? ¿todo bien en la escuela?

TaeMin alza la vista cuando su madre le observa atenta, seguramente esperando a que esto desatara esa frase que tanto tiempo llevaban esperando y que les explicara qué le sucedía, pero no; él solo les mira con las cejas alzadas y los labios abultados. 

Sus padres no le caían mal, su religión sí y eso era lo que no sabía cómo diferenciar. No supo ni a los doce años cuando se robó el diezmo de la iglesia ni a los diecisiete, cuando aún seguía yendo a misa por obligación todos los domingos.

Es por eso que cuando el rubio —ahora rubio, antes pelirrojo—, apoya un codo sobre la mesa y mira fijo a su madre, mostrándole sus ojos delineados y sus orejas más perforadas de lo que debía tener un caballero, sonríe y es sincero. Nunca lo ha sido. Cree que ahora parece un buen momento para serlo.

— Tengo tres meses de embarazo —dice como si nada, mirando ahora a su padre doblar su cuello en busca de un poco de oxígeno, mientras su hermano parecía estar muriendo—. Casi cuatro. Y sí, me encantan los penes, pero el colegio ha estado bien. Gracias por preguntar, mamá. 


· Aurora ·Where stories live. Discover now