- ¡Lay no me digas eso! – exclamé retorciéndome de la risa. – Eres tonta, en serio.
Sequé las lágrimas que salían de mi lagrimal intentando parar de reír. Cuando las dos nos calmamos, miramos a la cámara y sonreímos.
- Rach, voy a cortarme el pelo esta tarde – cambió de tema.
- ¿Y eso? – pregunté curiosa.
Se encogió de hombros y tocó su cabello con delicadeza.
- Necesito cambiar de look… Voy a cortármelo por aquí – señaló con sus dedos su mandíbula, dando a entender que lo quería bien cortito.
- Te quedará perfecto – sonreí asintiendo. – Lay, debo irme… ¡Te quiero!
- ¡Y yo! – nos despedimos.
Corté la llamada y me recosté en mi cama, mirando el techo. Pensé en ella y yo, cuando nos conocimos. El día exacto no lo recuerdo muy bien, sobre el 23 de diciembre. Quería crear un grupo de WhatsApp y ella se ofreció voluntaria. Cuando me envió su número de teléfono sabía perfectamente que ella sería muy importante para mí; y así es. Poco a poco fuimos haciéndonos amigas, hasta llegar al punto de ser como hermanas. De acuerdo, nunca nos hemos visto, pero esto no impedirá el no quererla.
Me levanté de la cama y decidí ir a comer algo, por muy tarde que fuera. Siempre tenía hambre; siempre. Y aunque mi aspecto no era el de una modelo – más bien al contrario – me daba igual, porque la comida me hacía feliz y no por cuatro idiotas que me criticaban dejaría de comer. De la cocina cogí una rebanada de pan y corté un poco de queso. Sin previo aviso, me metí la comida en la boca.
- ¿Raquel?
Me giré y vi a mi madre con una bata y los ojos achinados. Pobre, estaría durmiendo.
- Sí, soy yo. – respondí con la boca llena.
- ¿Comiendo otra vez? – se frotó su ojo derecho.
- Es que no he cenado… - me excusé.
Soltó un bufido y volvió a su habitación con mi padre. Cuando terminé, lavé el plato y me dirigí a mi cuarto para acabar alguno de mis deberes, no tenía nada de sueño.
***
Le conté una broma a Rachel y empezó a reírse como una loca. Me gustaba sacarle alguna carcajada.
- ¡Lay no me digas eso! – exclamé retorciéndome de la risa. – Eres tonta, en serio.
Se secó las lágrimas que salían del lagrimal intentando parar de reír. Las dos paramos de reír y sonreímos a la cámara.
- Rach, voy a cortarme el pelo esta tarde – cambié de tema.
- ¿Y eso? – preguntó curiosa.
Me encogió de hombros y toqué mi cabello, haciendo tirabuzones.
- Necesito cambiar de look… Voy a cortármelo por aquí – señalé con los dedos mi mandíbula, lo quería bien cortito.
- Te quedará perfecto – sonrió asintiendo. – Lay, debo irme… ¡Te quiero!
- ¡Y yo! – nos despedimos.
Sabía perfectamente que Rach iba a comer algo, la conocía más que a mí misma. Me levanté de la silla y apagué el ordenador. Bostecé pero no quería irme a dormir, prefería escribir un poco. Tomé un papel y bolígrafo y dejé que mi inspiración fluyera. Raquel y yo escribíamos novelas, una de las cosas que teníamos en común.
Empecé a escribir sobre nuestra relación; el momento en que se convirtió en mi mejor amiga. Ella me ayudó muchísimo en el tema sentimental y ayudó a que no me cegara tanto en mi aspecto.
- Laura, vete a dormir – replicó mi padre entrando en mi cuarto.
- Está bien… Buenas noches, papá.
Él besó mi frente y salió, dejándome sola en esa pequeña habitación. Guardé mi escrito en el cajón y me aseé. Luego me puse el pijama y directa a la cama.
Quería ver a Rachel pronto.