El amor, un cambio

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Habían pasado unos días desde que empecé a salir con Marc. En las clases no me iba del todo mal, pero en la moto... Nada podía salir peor. No era capaz de adaptarme a ella y, por si eso fuera poco, no me habían dejado ascender con mis mecánicos de siempre. Con ellos seguía entrenando y todo es perfecto así, pero cuando llega la hora de la verdad acabó siempre en la clínica móvil para un reconocimiento bajo las miradas de Marc y Alex preocupados.

«-No puedes seguir así. Te vas a matar en una de estas caídas. No puedo separarme de ti mi niña.

- Lo sé. Sabes que con los chicos todo me sale perfecto. Son esos dichosos mecánicos. No hacen nada bien.

- Encontraremos la manera de que los chicos sean los que te ayuden en el mundial, pero ve con más cuidado por ahora.»

No se me olvidaban esas palabras de Marc y Alex en su última caída. Sin embargo, sabía que esas notas más bajas y esas caídas en pista tenían el mismo origen. Marc. Desde que estábamos juntos no hacía otra cosa más que pensar en él, en lo próximo que haríamos juntos. Sabía que eso no era sano, pero no me lo sacaba de la cabeza.

- ¿En qué piensas mi niña?

- En nada amor. Nada importante.

- Me apetece ver una película. ¿Vemos "Capitán América: El soldado de invierno"?

- Por mucho que me encante Chris Evans, no. Me apetece hacer otra cosa. A parte de que como Alex se entere de que la hemos visto sin él nos mata.

- Tienes razón. No quiero morir sin haberte convertido en mi esposa.

- ¿El vaso tenía restos de lavavajillas, verdad? Son demasiadas tonterías hasta para ti.

- Es que me aburro. No sé qué hacer.

- Yo tengo que hacer un trabajo para la clase de arte. Si me quieres...

Marc no dejó que acabara la frase y me interrumpió diciendo que se acababa de acordar de que había quedado con Alex para ir a montar en bici. Todavía no entendía como podía odiar tanto las clases de arte. Luego bien que le pedía que le dibujase para hacer un mural en su habitación. Marc era el rey de las contradicciones. El caso es que empecé a mover el lápiz sobre el papel dejando un detallado boceto que rellenaría con colores. El resultado no fue el que esperaba.

- ¿De verdad? ¿Expresar mis sentimientos para la clase de arte? Si es que es para matarme

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- ¿De verdad? ¿Expresar mis sentimientos para la clase de arte? Si es que es para matarme. En fin, ya no hago otro.

Mi teléfono sonó y vi que era Alex. Le contesté de inmediato y lo que me dijo que dejó sin aire. Sin aire del ataque de risa que me dio. El loco de mi novio estaba buscando un traje que le sirviera por toda la casa para que lo dibujara. Eso tenía que verlo. Le pedí a Alex que me pasara un vídeo y ahí fue cuando no pude más. No podía contener la risa ante la desesperación de Marc. Sé que es un poco cruel, pero es que es para morirse de risa.

Volví a llamar a Alex para que le dijera a Marc que se calmara. Que teníamos tiempo para hacer ese retrato y que mientras no tuviera un traje podía hacerle otros. La verdad es que me resultaba un poco egocéntrico por parte de Marc tener tantos retratos suyos, pero también he de admitir que muchos de ellos son de nuestros días de entrenamiento o retratos en los que ensalzo solo una de sus cualidades.

- ¿Ya has acabado todas tus tareas?

- Sí papá. ¿Por qué lo preguntas?

- Ha llamado el jefe del equipo. Dice que tiene que hablar contigo de algo muy importante.

Lo que me dice mi padre me deja un poco preocupada. Eso no tenía pinta de ser una reunión de felicitaciones. La cosa pintaba mal y mis números no ayudaban a suavizar las cosas. Algo se me tenía que ocurrir para que la situación no acabase de la peor manera posible.

- Pues vamos a las oficinas. Cuanto antes lleguemos antes acabaremos la reunión.

No tuve que decirle nada más a mi padre. Bajamos hasta el coche y, de camino, no hacía nada más que preguntarme qué razón habrá para convocar esa reunión tan importante. Solo espero que no me retiren del mundial.

Mi hormiguitaWhere stories live. Discover now