Capítulo especial: Potter, eres un idiota.

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Era la cuarta vez en esa semana que veía a Albus con el semblante serio, mezcla de tristeza y furia. Cuarta vez en la semana. Y recién iban a miércoles.

Emma lo miraba sentado en la biblioteca a su lado, fingiendo que leía ese estúpido libro sobre Transformaciones, pero ella sabía que la mente de su amigo estaba lejos, muy lejos de ese lugar.

Cerró el libro de Pociones que estaba leyendo de golpe, generando un impacto lo suficientemente fuerte como para que ambos chicos sentados ahí levantaran la mirada y la fijaran en ella.

— ¿Pasa algo, Em? — le preguntó Scorpius, dejando de lado su redacción sobre las constelaciones que tenían que entregar al día siguiente.

Pero la chica no le respondió. Tenía el ceño y los labios fruncidos, lo cual sumado a que se le hinchaban los cachetes de la rabia contenida, le daba un aspecto más bien gracioso que otra cosa.

— ¿Qué te dijo esta vez?

Malfoy suspiró y volvió a tomar su pluma, dispuesto a continuar con su trabajo. Ella estaba hablando con Albus exclusivamente, y si bien él también quería saber que le pasaba a su amigo, sabía que todo era inútil. Estaba desde el lunes preguntándole pero Potter no soltaba prenda alguna.

— No sé de qué estás hablando — respondió el chico, bajando la mirada nuevamente a su libro. — ¡Oye! — se quejó clavando sus ojos verdes en ella. — ¡Devuélveme mi libro, Emma!

— No hasta que no me digas qué mierda te pasa. — replicó ella, colocando el libro que antes leía el azabache en su silla y sentándose encima.

— ¿Podrías no ser tan mal hablada? — bufó el chico, ante lo cual su amigo rió. Pedirle a Emma que no dijera malas palabras era como pedirle a McGonagall que se subiera a la mesa e hiciera un baile erótico durante la cena. Im-po-si-ble. — Americana tenías que ser, — susurró por lo bajo, pero ella lo escuchó.

— Si tienes problemas fraternales, no te metas con mi país, ¿De acuerdo? — siseó ella, sacando a relucir esa actitud que según Scor era "digna de una Slytherin". — Y ahora, dinos de una vez que mierda te pasa que estás con esa carita de hipogrifo a punto de ser decapitado.

Albus le rodó los ojos, pero suspiró. Esa era señal suficiente para que Scorpius dejara lo que estaba haciendo y prestara aún más atención a la charla de sus amigos.

— James volvió a bromear sobre que no paro de romper tradiciones, — murmuró finalmente, mirando para el costado donde desde la ventana se podía observar el bosque prohibido.

— ¿Refiriéndose a? — instó a seguir la morena, frunciendo aún más el ceño. Sabía que James Potter tenía algo que ver con esa cara.

— Que todos los Potter pertenecieron a Gryffindor: mi papá, mi abuelo, mi bisabuelo, etcétera, etcétera. Al igual que todos los Weasley, aunque esa tradición ya la rompió Molly hace unos cuantos años, — explicó Albus.

— Pensé que ya había dejado de molestar con eso de las casas. — comentó Scorpius, mientras hacía girar su pluma entre sus dedos.

— No lo hace con maldad, James es así: le gusta bromear. Pero ahora que me vio con Bella...

— Y ella no es pelirroja... — continuó la idea el rubio, imaginándose por donde venía la cosa.

— ¿Qué tiene que no sea pelirroja? — preguntó ella, perdida.

— Todos los Potter terminan con una pelirroja.

Emma bufó audiblemente ante la aclaración del Malfoy. Eso era increíble.

Volviendo loco a James SiriusWo Geschichten leben. Entdecke jetzt