El Inicio de la Pesadilla

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Cap. I

Ciento cinco años habían pasado desde que el general había llegado con su pueblo a este mundo. Toda Gaia por fin estaba viviendo tiempos de paz o al menos para él que se había retirado diez años atrás de su servicio político militar. Su esposa había muerto cinco años atrás así que solo se la pasaba subiendo al monte sagrado de la consagración y pasando tiempos de meditación en la cima de la montaña quizás para sosegar una vida de guerra y dolor.
Una guerra que no tenía fin desde que habían llegado hace poco más de un siglo, escapando del jinete de la muerte que azotaba con enfermedad su mundo. Aunque parecía un milagro ¿acaso lo era?
Solo estaban desorientados cuando llegaron a Gaia si no hubiese sido por eso quizá se hubiesen defendido de los hombres vestidos de cota de malla. Eran demasiados y escaseaban las balas para salvar a las medio millón personas que había en los contenedores, los acorazados eran solo una reliquia antigua y los dos mil soldados británicos y franceses no fueron lo suficiente para detener el caos que los extraños habían creado.
Habían pasado dos años y el medio millón de personas habían ya sufrido demasiado como para aguantarlo. Solo sufrimiento había dejado la esclavitud de las iglesias cristianas en el Imperio de Petraria. La mañana del dos mil treinta y tres era calurosa, los cuatro setecientos veintiocho jóvenes del pueblo corrían por los alcantarillados con la esperanza en su corazón de que podían darle vuelta a la situación.
¡Corran no paren! Gritaba Zoe mientras los capataces los perseguían con un pelotón de soldados imperiales. Los Petrarios tiraban una columna entera para cerrar toda la salida del alcantarillado de Ranemes. Lamentablemente cincuenta de ellos eran capturados por los capataces.
Causaba un tremendo dolor dejarlos pero no había más opción que seguir el camino al gran desierto.
¡Los hemos dejado! ¡Los hemos dejado y a Will con ellos! Lloriqueaba tartamudeando Clara. No podíamos hacer nada, murmuro agitado John. ¡Qué dices pudimos haberlos ayudado! , Grito Jeremías; No había nada que pudiéramos hacer las vigas caían muy rápido, dijo Zoe. Ella tiene razón chicos no había tiempo y debemos cumplir lo que se nos ordeno, dijo triste Samuel. Pero y que pasara con ellos, dijo Nathan; Tengan fe, dijo Samuel. El desierto de Arhiria era grande cálido durante la noche frio pero los jóvenes del pueblo no pararían hasta llegar a la costa armados con lanzas y palos robadas. El pueblo pesquero de Lea Magnus era el primer objetivo y en compañías de cuatro tomarían la comarca para robar los barcos y recursos de la aldea.
¡Samuel, Samuel los encontramos los cargueros!, gritaba Nathan. Samuel observaba alegre los 12 cargueros aun en ese lado del mar junto a los destructores y el acorazado se mantenían en el lugar. ¡Debemos abrir la bóveda de armas del carguero!, gritaba Zoe. Pero para su sorpresa todos los rifles de asalto habían quedado en el fondo del mar. ¡Qué carajos es esto solo hay armas de museo!, dijo Francis abrumado. Y ahora que haremos, sin armas no podemos liberar a nuestro pueblo, dijo John. Todos peleaban los jóvenes efrenitas no entendían nada de la situación pero su líder deducía que había problemas sin embargo Sam no creía lo mismo. Saben creo que podríamos usar estas armas, decía el muchacho. ¡Oye viejo son armas de la primera guerra mundial!, dijo Jeremías. No, de verdad, creo que podemos hacer utilidad de ellas, Zoe encuentra algún rifle de cerrojo en los destructores debe haber algún fusil de francotirador, dijo Samuel. ¿Cuál es tu plan?, dijo Nathan; Ya lo veras, dijo el chico. Reunidos todos los jóvenes del pueblo todos querían saber que había en la mente de Samuel Kana. Muy bien chicos como verán la mayoría de las armas de asalto alemanes y británicas están en lo profundo del abismo marítimo por lo cual no podremos disponer de ellas, dijo él muchacho. Todos se afanaban la falta de armas y municiones murmurando. ¡Tranquilos cálmense!, dijo Zoe. Gracias Zoe, ¡no todo está perdido caballeros!, dijo el chico. ¿A qué te refieres?, decía John. ¡Queridos hermanos nosotros aun podemos usar esas armas, será difícil lo sé pero tenemos las municiones para adaptarlas!, dijo Samuel. ¿También podemos adaptar los cañones?, dijo Kate. ¡Claro!, pero necesitamos esforzarnos crear un plan nuevo, tengan fe, dijo el chico.
Solo dolor encontraron el grupo de jóvenes que entrarían como un grupo de mercantes a Ranemes, después de varios días llegarían a sus oídos que las 50 personas habían sido ejecutadas en el templo de la diosa Ius. Todo el pueblo estaba de luto y kilómetros al recibir la noticia Clara lloraba por su primo Will que había sido sacrificado en el altar de Ius. Samuel parecía indiferente a la noticia pero solo trataba de ser fuerte delante de ellos, Zoe sabía que a pesar que lo intentaba disimular a Sam le dolía terriblemente su corazón.
¡Señor, Señor!, en la soledad del desierto gritaba con dolor buscando la consolación de Dios. ¿¡Porque Papá, que es lo que hacemos en esta tierra!? Su corazón dolido sentía esa paz verdadera que solo el Espíritu de Dios podía proporcionar dándole nuevas fuerzas solo quedaba dejarse envolver con un lloro desahogarte.
Nathan veía todas las tristes caras del campamento y su alma se enardeció. ¡Damas, caballeros! ¡Si dejamos que el dolor afecte nuestro interior no podremos luchar contra nuestros enemigos! ¡En vez de lamentarnos debemos usar esta oportunidad para fortalecernos en nuestro Dios! ¡Por los cincuenta, por Efrén, por nuestro pueblo y por Yavhe nuestro Dios, a la victoria!, decía el muchacho pelirrojo causando gran estrepito en el campamento.
Pasarían los primeros dos años desde que los jóvenes habían huido de Ranemes y cuatro desde que el pueblo cristiano había llegado a Gaia. Damián Rose, Megan Miller, Alev Dimitrirov, Yukito Takana habían sido designados para enseñar artes marciales a los jóvenes del campamento, Nathan Smith, Samuel Kana y Mike Robinson eran los designados a comandar el campamento y a replicar las armas. Tras dos años los jóvenes estaban entrenados como un pequeño ejército, mientras ellos se dedicaban a sabotear ciudades, robar caravanas de productos y atacar campamentos militares, entraban en Ranemes los espías mercantes contrabandeando fusiles y sables enseñándo al pueblo en secreto a usarlos.
El lujoso y magnifico  palacio de oro puro de Aleria era enorme lo suficiente para albergar a la reina Titan Berenice IV y sus hijos de tres metros de largo la enormidad de su tamaño solo se compararia a su mal genio y su dura mano con sus sudbitos.
¿¡Que es esta nueva amenaza que asola mi reino emir!? , dijo la reina Berenice. No lo sabemos gran sultana, creemos que son los esclavos que huyeron de Ranemes, dijo el emir. ¿¡Como pueden unos simples esclavos causar tanto daño!? , dijo la reina. No es por falta de entrenamiento mi gran señora, hemos sufrido grandes emboscadas del enemigo, manejan una magia muy poderosa que no conocemos, capaz de hacer desaparecer grandes pelotones nuestros sin estar presentes, dijo el comandante supremo del ejército de Petraria. General nuestros dioses son muchos más poderosos que la magia de los esclavos, no podemos dejar que sigan retando a mi gran magnificencia, los aplastare como los insectos que son, ¡General!, dijo la gobernante. A sus órdenes su alteza, dijo el general. ¡Movilice al ejército de reserva!, dijo la reina. Gran señora si movilizamos al ejército fronterizo quedaremos expuesto a un ataque extranjero, dijo el emir. No emir a esos no, quiero que los nurios, los beberíos, las tribus moranias y los cartanios vengan a pelear por su reina, ¡Entendido! , dijo la sultana. Si mi señora, dijo el general y el emir. Los dos ministros ya salían por las puertas de la sala del trono cuando la reina dijo, ¡emir! , se me olvidaba, y harán morir sacrificado a la gran diosa Ius a siete niñas de entre los esclavos de Ranemes por cada victoria que consigan los esclavos frente a nosotros ¡entendido!; si mi reina, dijo el emir. Solo quedaba silencio en la sala del trono y una sonrisa en el rostro de la sultana.
Gabriel miraba preocupado mientras trabajaba en la mina de plata, ya seis años habían pasado desde que estaban allí con su gente eran duros días que solo la fe hacia aguantar. El hierro y el látigo estaban a la orden del día sumisos como habían sido adoctrinados lograban hacer que los golpes de los capataces disminuyeran un poco. Pastor Gabriel, saludaba Víctor. Pastor, saludaba Gabriel. ¿Te enteraste lo que ocurrió ayer?, dijo Hassan. Si, los malditos mataron al pastor Roger porque no quiso que violaran a su hija, dijo Kana. Igualmente abusaron de ella y ahora está agonizando, dijo el pastor Víctor. Más tarde iré a darle mis condolencias a los Roger, pero dime Vic que pasara su congregación sin Julián no será la misma dijo Gabriel. No lo sé, hay muchos posibles candidatos el apóstol se encargara de elegir el adecuado, dime Gabriel ¿hasta cuando nuestro Dios dejara que pasemos esto? , dijo Hassan. Solo debemos esperar Vic que llegue el día que se nos marco, mientras tanto nos prepararemos, dijo Kana. Y que mientras tanto solo observamos la muerte de nuestros hijos acá adentro y allá afuera, dijo Víctor. Eres un hombre de Dios Hassan ten fe, dijo Gabriel. Ha llegado el momento en que pienso que hubiese sido mejor morir bajo la enfermedad de la tierra pastor Gabriel, dijo Hassan. La tristeza recorría el espíritu de los dos ministros Víctor un hombre que en sus predicas y manera de vivir había menguado en su fe, el alma de Gabriel además de en su congregación estaba preocupado por su hijo menor Sam.
A lo lejos de Ranemes los beberíos y los nurios avanzaban con un gran ejército sobre las montañas de Lumilia, con gran estrepito invadían las cuevas apuñalando las camas. ¡General Tarif!, dijo un capitán. ¿Qué ocurre oficial?, dijo el comandante. Señor aquí solo hay paja y telas, el enemigo huyo, dijo el oficial. ¡Malditos cobardes! , son difíciles de matar, dijo Tarif. ¿Señor instrucciones?, dijo el capitán. Por ahora acamparemos aquí soldado, dijo el general.
A kilómetros el ejercito bandido como eran llamados acampaba en la arena del desierto esperando ordenes del apostolado Ranemes aunque a sabiendas de que podrían obtener la victoria sobre sus enemigos también podrían obtener una sentencia de muerte para siete niñas mas en Ranemes. ¡Carajo Mike!, estamos siendo cazados como si fuésemos ratas, dijo Zao. Tenemos que esperar ordenes Zao, sabes que nuestros ataques pueden provocar una nueva tragedia, dijo Mike. Yo solo quiero acabar con los malditos que mataron a mi hermana ¿¡porque mierdas no atacamos y liberamos a nuestra gente de una vez!? , dijo Zao. Si actuamos como tú quieres Zao el sacrificio de tu hermana será en vano, dijo Nathan. ¡Cierra la boca Nathan!, aun no me creo el cuento que ustedes fueron nombrados lideres por Dios y aun no me creo el cuento que ustedes sean hijos de Yavhe mucho tiempo estuvimos bajo sus mentiras, esto se acaba ahora, dijo Zao mientras apuntaba a Nathan con su revólver. Así que así va a ser, dijo Nathan. Las cosas se pusieron tensas Nathan levanto el arma de Zao disparándose esta, los dos sacaron sus espadas y empezaron a contender a la mirada de todo el campamento. Zao dio una estocada a Nathan en su muslo izquierdo dejándolo herido, y en ese momento el efrenita iba a terminar con Nathan este iba a clavarle su sable en el estomago cuando cae una flecha cerca de ellos.
Al mirar de donde provenía vieron que esta era de Sam que apuntaba a los dos, un brillo salía de sus ojos enardecido por la actitud de sus compañeros. ¡Acaso son imbéciles! ¡No saben que nuestro enemigos son los Petrarios! ¡Y tu Zao si crees estar desacuerdo con nuestro comando escribe a tu padre él anciano Zoac diciéndonos lo que piensa y sino fíjate si a él no le duele también la muerte de tu pobre hermana!, puedes actuar como todo un patán y intentar acabar conmigo, los lideres y intentar tomar el comando de este ejercitó, pero ten seguro que antes que lo hagas esta flecha te atravesara el cráneo de punta a punta, o puedes dejar comportarte como una maldita niña rencorosa y honras la memoria de tu pobre hermana.
Nathan y Zao envainaron sus sables, con cabizbajo se retiraría de la carpa del comando, el comandante Nathan también se retiraría a sus aposentos no sin antes mostrarle sus respetos al comandante Kana. El atardecer no tardaba y las dos lunas de Gaia no tardaban en mostrarse el rumor del campamento de bandidos no tardaba en expandirse ¿acaso sus comandantes eran los indicados para guiarlos?
El toque de queda para los esclavos era total pero en las entrañas de la ciudad los ancianos discutían el futuro de la guerra. ¡Orden, orden caballeros!, se escuchaba. ¿¡Cómo podemos permitir que nuestro ejército ataque si con esto firmamos una sentencia de muerte para nuestras hijas ¡? , dijo el evangelista Darío. ¿Hablas de ellos como un ejército, no recuerdan que los que pelean son nuestros hijos?, dijo el pastor Smith. ¡Caballeros, varones!, si no tomamos una decisión el campamento de nuestros jóvenes será atacado y exterminado, dijo el apóstol Díaz. ¿Pero a que costo hermano?, dijo el apóstol Mercier. Si no hacemos nada nuestros hijos perecerán y ya no hay tiempo están acorralados ante las líneas imperiales, dijo él apóstol Gutiérrez. Muchos ya han perdido mucho en esta sala hermano Gutiérrez, ya hemos perdido mucho, dijo Mercier mientras de sus ojos caía una lagrima. Lo sabemos hermano que aun te duele la pérdida de tu pobre hija, dijo Díaz con angustia en su corazón. Usted hermano Zoac también perdió una hija en manos de esos desgraciados y todavía tiene tres hijas mas ¿está de acuerdo con el ataque?, dijo la profeta Susan. No estamos hablando dejar que se sacrifiquen unos simples soldados sino nuestras hijas e hijos que pelean en el frente por nosotros, pero tampoco hablo que no duele ver cómo nos arrebatan nuestras hijas y las entregan a esos ídolos inmundos, pero aun creo en las promesas del Señor en el cual creí y aunque tengan que morir todos mis hijos incluyendo al que está en el frente para que la promesa de la libertad de nuestro pueblo el mío y el de los hijos de mi Dios sea libre, dijo Zoac. Pero Zoac como piensa eso son sus hijos, ¿no fue suficiente con una?, dijo el pastor Joseph. Ustedes solo tuvieron que sufrir seis años de esclavitud hijos de Yavhe y el año que entra ya termina, pero nosotros sufrimos tres mil años, dijo Roan líder de los efrenitas del sector este de Ranemes. Todos se silenciaron ante las palabras de los efrenitas y se avergonzaban ya que a pesar de que no eran aun cristianos tenían una enorme fe. El concejo acordaba que a pesar de que arriesgaban las vidas de las niñas del pueblo no podían arriesgar a los únicos que podían lograr liberar al pueblo.
Eran las tres de la mañana y el ejército imperial ataco el campamento pero no había nadie nuevamente. ¡Señor el enemigo huyo!, dijo un capitán. ¡Cómo pueden esos malditos esconderse en pleno desierto!, dijo el general Tarif.
Una trompeta sonó con un gran potente estruendo que solo rivalizaría con explosiones de los cañones sobre el enemigo. Los ojos del general Tarif se vieron horrorizados por la escena sus hombres recibían unas horribles mutilaciones y quemaduras seguidas por una lluvia de flechas. ¡Repliéguense soldados! ¿De dónde mierda viene eso?, dijo Tarif. ¡No lose mi señor viene de todas partes ya hemos sufrido muchas bajas, si no nos retiramos de aquí nos mataran!, dijo el capitán. ¡No nos iremos soldado, no hasta que hayamos matado hasta el último de ellos!, dijo el general. Ellos dijeron como se ocultarían en toda esa arena pero los Petrarios no sabían que en la guerra moderna eso no era un problema. ¡Carguen! ¡Fuego a discreción! los cañones y morteros estaban en pequeñas trincheras camufladas en la arena. El bombardeo había terminado y ahora era turno de la infantería comandada por Nathan que salia de sus coberturas corriendo. Tarif no lo había creído hasta ahora como los subestimados esclavos pudieron acabar con los grandes generales de Petraria como Halyahim, Yusuf, Murani y otros incluso él los subestimaba pero al verlos cegar las vidas de su diezmado ejercitó lo entendía. El humo de la pólvora era incesante y había un horrible olor a carne quemada no hubo ninguna bayoneta que no haya quedado ensangrentada ese día llegaba el amanecer y la siguiente carga de caballería acabaría con los rezagados a la salida del sol el sable de Samuel tendría el placer de cobrar la cabeza del general Tarif que no termino de correr 100 metros cuando se dio cuenta que su cabeza estaba separada de su cuerpo. La orden había sido que no sobreviviera nadie y no hubo prisioneros esa madrugada. La arena del desierto cubría los cadáveres mientras las aves del cielo tenían su festín de carne, sangre y viceras desparamadas diez mil hombres de los hijos de los titanes cayeron sus escudos no habían sido lo suficiente para parar la lluvia de metralla ni el plomo en sus cuerpos cansados el ejercito se daba un pequeño respiro sus equipos pesaban mucho pero se habian acostumbrado. Sus equipo se basaban en una armadura echa con una coraza que estaba sobre una tunica roja, un fusil mauser 98 modificado, una 357 o un webley calibre 22, unas botas de cuero negras que diria que conbinaban con el sombrero negro, un pequeño escudo, unos pantalones olgados, una mochila con una bolsa de dormir, unas granadas o un coctel molotok, una bayoneta y un sable.
A pesar de la victoria el campamento de bandidos se lamentaba su victoria estaban vivos pero a qué precio, ¿quienes serian las próximas víctimas?. En Ranemes la pregunta era respondida aunque intentaron esconderlas y pelear fueron llevadas siete niñas mas una de ellas hija de Gabriel, hubo solo desesperación en la familia Kana Jesica era llevada al matadero y con ella morían seis niñas mas del pueblo. El pastor Gabriel solo podía sostener a su esposa mientras veía como su hija era ejecutada junto a las seis niñas y veinte personas más que se habían opuesto. Jesica solo reia saliendole unas lagrimas  mientras miraba a Lara su hermana. Dile a Sam que ya no lo podre molestar mas, dijo Jesica mientras el cuchillo del sacerdote se enterraba en su pecho. Lara se  desgarraba la ropa y el pelo anten la desesperación de ver como el brillo de los ojos de su hermana se iba apagando poco a poco como una horrible escena que ella sabia que la torturaria por siempre.
Horas más tarde llego la amarga noticia que les desgarraría el corazón a más de uno. Sam no pudo aguantar y lloro pero en su lamento no estaba solo no era el único. Hubo lagrimas y crujir de dientes esa noche para ellos más que una victoria era una derrota aplastante como todas las victorias anteriores.
Llego un nuevo día el campamento estaba desmoralizado muchos estaban con ojeras de tanto llorar los efrenitas tenían sus vestidos rasgados y estaban durmiendo sobre la tierra. Samuel había regresado de la soledad del desierto su rostro estaba lavado parecía como si no hubiese perdido a su hermana se subió en su caballo y hablo al campamento. ¡Hermanos!, yo se que duele pero no tomemos esto como motivo para desistir, no pararemos hasta que Petraria arda, hasta liberar a nuestro pueblo el Señor nos llene de fuerzas porque somos más que vencedores, acabemos con todo esto, desde ahora correrá el reloj, nuestro siguiente ataque es el decisivo el que libertara a nuestra gente, ¡Hagamos esto por los que amamos! ¡Por los que perdimos! Para que su sacrificio no sea en vano, ¡Por nuestro Dios! ¡Por cada uno de los nuestros que los titanes maten nosotros acabaremos con cien! ¡Peleemos hasta la muerte soldados y que al final de todo esto cuando tengamos a la perra de Berenice en nuestras manos la podamos ver sufrir y pagar por cada vida que cegó! ¡A LA VICTORIAAAA!!! El chico saco su espada mientras todos daban gritos de júbilo levantando sus manos, sables y fusiles al cielo. El campamento se mantendría oculto en el desierto de los muertos el desierto mas peligroso de Arhiria donde ni siquiera los ejercitos titanes se atravian a entrar. Para evitar otro incidente hasta el día en que estaría preparado el pueblo para combatir. La esclavitud era dura y faltaba una año más los fusiles y los peines con las balas ya habían pasado la puerta de la perversa ciudad ahora solo había que esperar para ver arder los cimientos de Petraria.

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⏰ Last updated: May 17, 2017 ⏰

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