A mi mayor amor

21 1 0
                                    

Nunca pensé que me encontraría en esta situación; cara a cara con un ordenador, escribiendo cada cosa que te quise decir y que nunca me atreví a decirte. De hecho, años después aquí sigo, publicándolo con la falsa esperanza de que algún día llegues a leerlo y pienses en mi, mientras yo me oculte torpemente en la sombra del anonimato. Solo quiero que sepas, que averigües todo lo que sentía, y que a pesar de intentar evitarlo, sigo sintiendo. Quiero que recuerdes que aquel día en el que te conocí yo no buscaba nada, pero apareciste y me lo diste todo. No se qué pensarás, si fue el destino, la casualidad o que pasó porque tenía que pasar; pero llegaste cuando más lo necesitaba, y lo que es mejor, te quedaste. No sabías nada de lo que pasaba por mi vida en ese momento, de hecho sigues sin saber por lo que pasé. Pero a pesar de no saber lo que me ocurría, siempre estabas ahí; en lo bueno, en lo malo. Incluso cuando yo no era consciente, también estabas ahí. Sin darte cuenta me estabas ayudando, y si te preguntas todavía como lo hiciste, aún conservo la respuesta: el tiempo. Me regalabas tu tiempo, algo que cada vez se valora menos, impulsándolo a perderse como costumbre. Mucha gente a día de hoy piensa que hablar no significa nada. Ven un texto de buenos días y solo ven palabras, cursiladas. Pero unos buenos días esconden muchas cosas: unos buenos días recuerdan que eres esa persona en la que pienso cada mañana al despertarme. Un texto de buenos días abre el corazón, cosa que se hace con muy pocas personas. Un mensaje de buenos días engloba un pequeño detalle y el tiempo, el mayor regalo del mundo. ¿Por qué? Porque cuando alguien nos dedica su tiempo nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Es cierto que a veces me fallabas. Otras veces me levantaba y no tenía ese mensaje con el que me acosté soñando, pero siempre sabías arreglarlo... y eso valía más que nada. Quizá el arreglo era solo por quedar bien, pero funcionaba, a mi me sobraba con eso. No se como lo hacías pero no te costaba nada hacerme sonreír. No soy de sonrisa fácil, pero ver tu nombre en los mensajes recibidos estaba a otro nivel. Aunque no te equivoques, no solo me hacías feliz por un simple mensaje, la felicidad englobaba todo eso que ibas haciendo cada día. Quizá no hacías nada del otro mundo, incluso podría ser el hecho más común, pero lo hacías tú y eso sí que me llegaba. De verdad, solo te digo que ojalá algún día encuentres a alguien que te haga tan feliz como tú me hiciste a mi. Eras la única persona capaz de hacerme llorar riendo. La única que durante horas ha logrado que sonría a una pantalla, algo estúpido pero inevitable. Me has regalado con mucha facilidad eso que muchas personas buscan durante toda su vida y se van sin probarlo. Y ese regalo te hizo perfecta. Sí, perfecta. ¿Por qué nos convencemos de que la perfección no existe? Porque tu perfección no coincida con la de la persona de al lado no hay razón para decir que no existe. Simplemente cada uno tiene un concepto de perfección, y tú parecías haber salido del mío. Eras esa persona que no me decía mil veces te amo, pero que me decía una vez mi tonto y derrumbaba mi mundo. Y es que esos pequeños detalles, que para algunos pasan como insignificantes, son los que verdaderamente hacen grandes cosas. Por eso te elegí a ti. Solemos oír que los amigos son la familia que elegimos, y tú misma me cuidabas como a un hermano, me querías como una madre y me protegías como un padre. 

No se dónde estaremos dentro de 10 años, no te puedo asegurar nada. Pero sí que te voy a prometer que pase lo que pase, estaré junto a ti toda la vida. Y aun que no estemos físicamente juntos, al menos sí permanecerás en mi mente. Porque sí que hay huellas imborrables, y tú lograste dejar varias. ¿Sabes el problema? Que la mayoría de las huellas que para mi son imborrables, para ti serán tan insignificantes que ni las recordarás. Pero al menos recuerda esta palabra, gracias. Gracias por emplear tu tiempo en mi y hacerme soñar como un niño pequeño. Gracias por hacerme reír. Gracias por moldear quién ahora soy.

Aún recuerdo el día en el que te dije que como yo nadie te iba a querer. Recuerdo esa cara que pensaba que era un absurdo decir eso cuando aún éramos solo niños. Que pena que ahora no sepas que ese niño que parecía tan incrédulo, te sigue queriendo. Que triste dejar escapar lo que más te va a querer en esta vida... Pero, aun que no lo quieras, la mayoría de las cosas tienen final. Es cierto que te seguiré queriendo en el fondo, en ese baúl de los secretos. Pero desde esta oscuridad iluminada quería decirte que gracias a ti, conocí a la persona que me merezco. Es cierto que nunca la querré como a ti, pero nunca me harías sentir lo que siento por ella.

Todo lo que nunca te dijeWhere stories live. Discover now