Austin.
Estaba listo, mi nerviosismo se había ido.
—Te vez genial —dije, sonríendole a Thomas.
—Tú igual, ¿para qué me citaste?— preguntó.
—Thomas, yo quiero confesarte algo.- tragué saliva y continue —, Me gustas, y mucho, cuando te veo siento esas mariposas que no sé si realmente lo sean. Puede que tus ojos no sean azules pero en ellos encuentro el mismo mar, y quiero pedirte que si quieres ser mi novio —dije, mi corazón latía con fuerza.
—Austin, yo, ¡wow! Me haz dejado sin palabras, no sé que es lo que siento realmente por ti. ¿Por qué lo haces tan confuso? ¿por qué diablos no te estás lanzando a besarme? —gritó derrepente.
—¿En verdad quieres que te bese?— pregunté, estaba seguro que mis mejillas estaban enrrojecidas.
—Es lo que más deseo en este momento —dijo y me beso, sentí su sabor a pasta dental, era un beso dulce y a la vez salvaje. Amaba esto.
—Creo estar enamorado de ti — confesé.
—Yo también de ti —confesó él.
—La última siempre es la bencida — dije y nos sonreímos antes de volver a besarnos.
