cap. 11

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Capitulo 011

Aparentes fracasos

Mientras Nico daba el sí, Lleca se preguntaba, sin entender que lo que sentía era angustia, por qué estaría tan enojado. Estaba sentado en el piso del pasillo, junto a una pequeña rejilla de ventilación. Cuando oyó tibios aplausos desde la sala y la música que comenzó a sonar, comprendió que ya se habían casado, y exclamó con enojo:

—¡Este boncha es un logi!

En ese momento varios metros por debajo de él, en el sótano en el que vivía, Luz estaba junto a una rejilla similar, que había descubierto unos días antes, tapada con un trozo de madera que se había desprendido por la humedad. El gran hallazgo no fue exactamente eso, sino que algunas veces, a través de ella, podía oír voces lejanas. Desde su descubrimiento pasaba cada hora del día pegada a esa rejilla, intentando escuchar algo.

Pero esta vez la voz había sido muy clara. Alguien había dicho «Este boncha es un logi». Al principio pensó que se trataba del idioma que hablaban los enemigos, pero luego escuchó con claridad: «Yo nunca me voy a casar».

Era una voz disfónica, aunque no parecía la voz de alguien grande o malo. Con tanto miedo como curiosidad, se acercó un poco más a la rejilla, y dijo:

—¿Quién sos?

Lleca se llevó un gran susto cuando escuchó, junto a él, una voz de mujer. Miró en todas las direcciones, y cuando oyó que alguien decía «hola, ¿estás ahí?», comprobó que la voz provenía de la rejilla. Aterrado, se aproximó a esta.

—Hola... —dijo con aprehensión.

—Hola... —respondió Luz—. ¿Quién sos?

—Lleca —afirmó él, pegado a la rejilla y, a su vez, alerta y preparado para salir corriendo si fuera necesario.

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—¿El general Lleca? —quiso saber Luz, aunque estaba aterrada.

Aquella vez, cuando al salir de su sótano vio a la chica rubia que se desmayó, antes de eso, había escuchado voces y una había dicho «Lleca». Cuando Luz le preguntó a Justina qué significaba eso, ella le contó que el general Lleca era el más sanguinario de los militares enemigos y que debía cuidarse de él; nunca, jamás, bajo ninguna condición, debía salir de su sótano. Por eso, cuando Luz volvió a escuchar ese nombre, se aterró.

—¡No! ¿Qué general Lleca? —respondió él—. Soy Lleca, punto.

—¿Pero sos militar?

—No... soy un chico yo.

—¿Un chico? ¿Cuántos años tenes?

—Cumplí doce —dijo Lleca orgulloso—. ¿Vos quién sos?

—¿También estás escondido por la guerra? —preguntó Luz, sin animarse a rebelar su nombre.

—¿Qué guerra? —dijo Lleca muy extrañado.

—La guerra que hay arriba... ¿Estás escondido también?

—¿Vos estás escondida?

—Sí —dijo ella temiendo estar cometiendo un error.

—Acá no hay ninguna guerra, eh... ¿Estás medio chapita, vos?

—¿Chapita? ¿Qué es chapita?

—Que te patina... que te faltan un par de caramelos en el frasco...

Luz permaneció en silencio, sin entender nada de lo que estaba escuchando.

—¿Dónde estás vos? —preguntó Lleca ante el mutismo.

Casi Angeles Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora