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No soy de este mundo.
O eso dice la gente. Como si solo hubiera un mundo.
Estoy de pie en mi gran comedor vacío, donde no como nunca, y miro hacia fuera. La habitación está en la planta baja, la mirada atraviesa un gran ventanal y cae sobre el prado que hay detrás de mi casa y sobre la linde del bosque. De vez en cuando se ven corzos. Zorros.
Es otoño, y al observar el exterior por la ventana tengo la impresión de estar contemplando un espejo. La progresión de colores, la tormenta de otoño que mece los árboles, que curva algunas de las ramas y rompe otras. El día es dramático y hermoso. La naturaleza también parece sentir que algo está a punto de acabar. Se rebela una vez más con toda su fuerza, con todos sus colores. Pronto quedará en calma frente a mi ventana. La luz del sol será relevada primero por un his neblinoso y finalmente por un blanco vibrante. Los que vengan a visitarme--mi asistente, mi editor, mi agente; lo cierto es que no hay más-- se quejaran de la humedad y del frío. De tener que rascar el parabrisas con los dedos entumecidos antes de arrancar el coche. De que aún está oscuro cuando salen de casa por la mañana y de que ya está oscuro cuando regresan por la tarde. Esas cosas no tienen ninguna importancia para mí. En mi mundo la temperatura es siempre 23,2 grados exactos, tanto en invierno como en verano. En mi mundo siempre es de día y nunca de noche. Aquí no hay lluvia, no hay nieve, no hay dedos congelados. En mi mundo no hay más que una estación, y todavía no le he encontrado nombre.
Esta villa es mi mundo. La sala de la chimenea es mi Asia, la biblioteca es mi Europa, la cocina es mi África. Norteamérica está en mi despacho. Mi dormitorio es Sudamérica, y Australia y Oceanía están en la terraza. A solo un par de pasos de distancia, pero completamente inalcanzables.
Hace once años que no salgo de aquí.
Los motivos pueden leerse en todos los medios, aunque alguna que otra publicación exagera un poco. Estoy enferma, sí. No puedo salir de mi casa, cierto. Pero no estoy obligada a vivir en completa oscuridad, y tampoco duermo en una burbuja de oxígeno. Es soportable. Está todo organizado. El tiempo es una corriente poderosa y suave, por la que me dejo llevar. Solo Bukowski trastorna apenas las cosas cuando corre por la hierba bajo la lluvia y entra trayendo consigo un poco de tierra en las patas y un par de gotas en el pelo. Me encanta pasarle la mano por el pelaje hirsuto y notar la humedad en mi piel. Me encanta el rastro sucio del otro mundo que Bukowski deja sobre las baldosas y el parquet. En mi mundo no hay tierra, árboles ni prados, ni conejos ni luz solar. El gorjeo de los pájaros es una grabación; el sol, el solárium del sótano. Mi mundo no es muy amplio, pero mi mundo es seguro. O eso creía yo.

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⏰ Last updated: May 28, 2017 ⏰

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La trampa.Where stories live. Discover now